Frutos de la adoración perpetua: Teresa comienza el noviciado
Menudo peligro Teresita. Pasota de las cosas de Dios. De esas que “ya sabes que a mí no me van esos rollos, que todo es parafernalia y aparentar, yo paso”, y “en cuando tenga un año más (tenía 17) me voy de casa”. Teresa tiene unos padres católicos de esos con una fe a prueba de hijas rebeldes. Colegio católico… y a rezar, porque ya otra cosa no se sentían capaces de hacer.
Ese verano, aún con diecisiete años, la mandaron obligada a un campamento con monjas con el cuento que era un campamento de inglés. Viaje rezongando de todo. A la vuelta, después de dejarla, los padres se dijeron: nos vamos a la capilla de adoración de la Beata Mogas, a Tres Olivos. Allí le dijeron al Señor: es tuya, tú sabrás.

Hoy ha sido un domingo gozoso. La llegada del verano hace que nuestros pequeños pueblos cobren algo de vida. Ayer tarde, en La Serna, asistí al inusual espectáculo de un grupo de chicos y chicas jugando en la plaza que hay delante de la iglesia. Incluso desde la casa parroquial llegué a escuchar gente que charlaba y reía.
Me temo que el cardenal Kevin Farrell, prefecto del nuevo discasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, y máximo responsable del Encuentro Mundial de las Familias de Dublín de agosto, no ha tenido su mejor día. En una
Las nuevas generaciones no tienen ni idea ni de quien fue Franco ni mucho menos de la truculenta historia de España en el siglo XX, de manera especial desde 1931. Lo único que saben es una manipuladísima visión de aquellos años, según la cual la república fue algo así como Imagine de Lenon, “Viva la gente” y “Yo tengo un gozo en el alma”, pero vino un señor que se llamaba Francisco Franco, dictador, genocida, y lo que quieran, que acabó con aquel paraíso en la tierra para convertirlo en la peor de las pesadillas.
Dicen que tengo mi punto de adivino. No será para tanto, aunque compañeros tengo a los que hace meses les pronostiqué cosas que, efectivamente, se produjeron poco después. No soy echador de cartas, adivino o experto en horóscopos, tampoco leo los posos del café. Pero uno ve, se fija, ata cabos, y acaba concluyendo lo que es de cajón de madera de pino.