Mis iglesias (2). San Andrés de la Serna del Monte
De mis tres pueblos, y consiguientemente de mis tres parroquias, mis lectores conocen sobre todo Braojos. Pero La Serna y Gascones también existen.
La Serna, donde se ubica la casa parroquial, es uno de los pueblos más pequeños de la comunidad de Madrid, con un padrón a día de hoy de 73 habitantes. Eso sí, con un templo parroquial de solera levantado en el siglo XVII y reformado a mediados del siglo XX.
Me encanta esta iglesia: coqueta, entrañable, acogedora desde el porche que recibe al vecino. Pórtico con sus bancos de piedra que servían para la conversación distendida y para las reuniones vecinales que tantas veces se hicieron en el pórtico del templo, orientado al sur y acogedor en invierno y verano.

Es como si una invisible barrera nos impidiera llegar al fondo de la cuestión. Constantemente leo y escucho lo que deben ser las prioridades de la Iglesia en esta hora del mundo. Unas veces que si el agua, otras que los pueblos amazónicos, por supuesto los pobres, las mujeres que sufren violencia, los emigrantes, los jóvenes, la gravísima cuestión de los abusos, el mundo homosexual, la violencia, el entendimiento con otras religiones.
De cuando en cuando algunos lectores me preguntan por esas iniciativas pastorales que se pusieron en marcha en mis pueblos, simplemente para saber si van bien, si continúan o simplemente si aquello acabó en fracaso monumental. De todo hay. Hoy quería hablar de la adoración nocturna, ese turno, de momento provisional, y que tuvo su primera vigilia en el mes de mayo.
No suelo repetir artículos. Hoy hago una excepción porque ayer hablaba con un compañero cura y volvía a salir el asunto.