Estoy deseando que me echen la bronca
Bueno, aunque tanto como deseando… Lo cierto es que me haría una enorme ilusión que mis feligreses me echaran por lo menos una bronca diaria. Es lo mínimo que uno se puede pedir. Sería, de verdad, el cura más feliz del mundo. Así como se lo cuento. Sería una locura que al menos una vez al día alguien me echara una bronca por apercibimiento de carta al arzobispo en caso de no enmendarme, por cosas como:
No preparar la predicación
Faltar a la doctrina de la Iglesia en predicación o catequesis
Celebrar la misa de cualquier modo
Dar de comulgar sin avisar de las condiciones
Dedicar escaso tiempo al confesionario

Parece que lo de los pobres acabamos de inventarlo en la Iglesia. Como si antes, hace años o siglos, estuviésemos tan solo ocupados en el culto y en meter miedo a la gente con las penas del infierno.
Pues resulta que todo un señor obispo francés, monseñor Xavier Malle, obispo de la diócesis de Gap y Embrun, ante la falta de vocaciones sacerdotales y religiosas en su diócesis, no ha tenido mejor ocurrencia que saltar en paracaídas como gesto que anime a los jóvenes a acudir a los seminarios o a los conventos. A mí esto me parece simplemente una chorradita.
Nunca me ha gustado esa gente que habla a base de indirectas o de modo impersonal. Ya saben, esa forma de soltar cosas sin decir, pero diciendo: “aquí hay gente que se cree muy lista”, “hay personas que están deseando tal cosa”, “algún día quizá hable de algunas cosas gravísimas que me llegan”. Hablar así me parece simplemente de cobardes o matones.