Ponerte verde

Acabo de leer un siempre curioso post de un bloguero que publica en Infovaticana bajo el título “Con balcones a la calle” y que es una siempre interesante visión de la actualidad de la archidiócesis de Madrid. Ni sé quién es ni tengo especial interés en conocerlo, pero, debilidades humanas, curiosidad maldita o morbo clerical, a uno las cosas de Madrid le interesan. Sin mayor historia.

Si hoy cito ese blog es simplemente por alusiones, ya que el sacerdote que lo publica, hablando del obispo auxiliar José Cobo, se refiere a un servidor de la siguiente manera:

“Este trepa madrileño (José Cobo) que como un camaleón cambia de color para conseguir sin escrúpulos sus objetivos ha sido capaz hasta de conseguir que mi amigo Jorge Guadalix, le sacase un artículo alabándolo. Lo que no sabe Jorge, o quizá sí, es que nada más salir de la visita pastoral a la sierra norte, antes de que Cobo se incorporarse a la autovía que le traería a la capital, ya lo estaba poniendo verde por teléfono. Pero Jorge sabe muy bien con quien se bate la plata".

Ni sé ni me consta nade de esto. Lo que dije de la visita pastoral lo sostengo y lo mantengo. Si, como dice “Con balcones a la calle", nada más salir de los pueblos el obispo me puso verde no lo sé. Tampoco es que me importe mucho.

Con los años que uno tiene y en las parroquias que estoy, lo de que me pongan verde es algo que no me afecta especialmente. Comprendo que tal vez a un sacerdote en edad de merecer le puede resultar agobiante o peligroso decir las cosas tal y como las piensa con nombre y apellidos. La cultura de la cancelación es algo que existe en nuestra santa madre la Iglesia y se practica sin especial rubor. Puedo dar nombres. Y comprendo que para un sacerdote joven o de mediana edad hablar claro, en esta Iglesia sinodal y de misericordia, le puede costar un grave disgusto: desde amenazas con penas canónicas -no me invento nada- a pudrirse en la última parroquia del último rincón. Y quede claro, una vez más, que no es mi caso. Estoy donde estoy porque lo pedí insistentemente. 

Siempre he dicho que escribo con libertad, opino de lo opinable y digo lo que creo que en conciencia debo decir. Dios me libre de poner en solfa la doctrina de la Iglesia, aunque si fuera defensor de algunas heterodoxias, básicamente de tipo moral sexual, posiblemente me hubiera ido mejor. Otra cosa es que yo me sentiría peor. Paradojas de la vida.

Ya saben aquello de Séneca a Nerón: “Tu poder radica en mi miedo. Yo ya no tengo miedo; tú ya no tienes poder". Todavía hay gente que me sigue diciendo que tenga cuidado, que me pueden misericordiar. José Cobo me dijo claramente: “sigue escribiendo y con la misma libertad con la que predicas". Y es lo que hago. Si nada más decirme eso subió al coche y me puso verde es algo que no me consta. No lo creo, pero vamos, que tampoco me preocupa especialmente. 

Si tuviera treinta años menos y aspiraciones, tal vez, pero no es el caso.