Arrebatos eclesiales
Vamos a ver si conseguimos no hacer más tonterías que las imprescindibles. La situación nos supera y nos rebasa. Los muertos por coronavirus, especialmente en España, nos abruman cada día. A estas horas llevamos más de ocho mil muertos y nos acercamos a los cien mil contagiados. Además de todo esto, nos llegan los reproches de muchas personas y colectivos acusando a la Iglesia de no estar aportando nada ante esta situación. Ya sabemos que no es así, pero estas cosas duelen.
El riesgo de que se nos junten las dos cosas es que nos veamos en la apremiante necesidad de soltar ocurrencias y posibles acciones que pareciendo una panacea pequen de lo peor: populismo, ineficacia y agravamiento de la situación.

Hoy más que un post es simplemente un aviso.
Acabo de hablar con B. y C., catequistas de mis tiempos de párroco en Santa Ángela de la Cruz en Madrid. Presidí el matrimonio de una de ellas años después y ya ni me acuerdo el tiempo que hacía que no teníamos noticias unos de otros, hasta que hace unos días me llegó la noticia del fallecimiento del padre por coronavirus y de que la madre estaba en cuarentena.
Socio está en cuarentena. Ni va a padecer la enfermedad ni pude contagiarla, pero la padece resignado con su amo. La verdad es que, en principio, apenas debería notar diferencia alguna, ya que estamos en casa y sale al jardín de la casa parroquial como siempre, pero sabe que algo no va bien. No me digan por qué, pero lo sabe.





