El esclavo de D. Diego
No hay cosa más entretenida ni curiosa que un archivo parroquial. En Braojos se conserva íntegro desde el siglo XVI y es una gozada perderte entre libros viejos para toparte con las cosas más curiosas.
Transcribo literalmente una partida de defunción:
“En primero de octubre del año de mil seiscientos y noventa y ocho, de repente, en un pajar, se halló muerto a José de Mozambique, celibato (soltero), y esclavo de D. Diego de Vargas, vecino de esta de Braojos, siendo de edad poco más o menos de treinta años. Está sepultado en esta iglesia de dicho lugar en el estado y grada de doscientos y diez y ocho maravedíes que dio su señor a la fábrica de esta iglesia por el rompimiento de la sepultura. Hizosele su entierro con solemnidad: el poyal, vigilia, misa y responso que se acostumbran en esta iglesia. Y por ser verdad lo firma el licenciado D. Juan Guixarro, cura propio de esta iglesia”.

La verdad es que uno se aburre porque quiere. Jamás hemos tenido más posibilidades de cursos, cursillos, encuentros, encuentrillos, jornadas, experiencias, paradigmas, talleres, conferencias y mesas redondas como hoy. Mucha vulgaridad, aunque todavía uno puede llegar a asombrarse ante ciertas cosas.
Hay cosas que a todos nos están preocupando. Las hay más llevaderas, que podríamos colocar aparentemente dentro de lo folklórico, y digo aparentemente porque eso de que el Vaticano nos invite a conmemorar el día de la deuda ecológica puede resultar una gracieta, como podría parecerlo el conato de encuesta sobre buenas prácticas ecológicas en las parroquias de Madrid. Pero no. De gracieta folklórica nada. En el fondo es ir retirando a Dios de nuestras vidas para sustituirlo por la Pacha Mama o como leches se escriba.
En los años setenta y ochenta, cuando alguien quería ridiculizar una praxis pastoral caduca y destinada al fracaso, amén de burlarse de curas poco actualizados o anclados en un pasado a superar, se decían estas cuatro cosas: bah, todo se reduce a misa, sermón, rosario y exposición.
Me comentaba el otro día un sacerdote amigo que hay que ver cómo han cambiado las cosas en el mundo y en la Iglesia. Antes, me decía, la gente nos pedía consejo, dirección espiritual y ayuda para ser santos. Ahora nos piden explicaciones.