A Rafaela no le gusta el loro
La temo más que a un nublado, porque esta buena mujer, cuando llama, tiene por costumbre no dar puntada sin hilo y tratar de meter a este su amigo el cura en problemas no siempre de buena solución.
Tiene la teoría de que las comparaciones nunca son odiosas, sino que comparar es lo que nos permite entender mejor las cosas y aclarar lo que tantas veces parece imposible. Ya saben, eso de por qué aquí sí y allí no, y explícame las razones según las cuales las cosas son buenas o no dependiendo, porque a Rafaela eso de que dependa, sobre todo si es de caprichos u ocurrencias especialmente ocurrentes, nunca le ha terminado de encajar.

Si algo tiene este su seguro servidor es su rara costumbre de afeitarse la lengua de manera constante, a la que se une otra también constante de limpieza de cristales en su labor pastoral. Lo que hago, lo cuento. Lo que pienso, también.
La última. Según informa
De vez en cuando, y en prueba de mi irreversible conservadurismo, me gusta celebrar “coram Deo”, es decir, con el misal de Pablo VI, con el mismo que se suele utilizar en la inmensa mayoría de las celebraciones eucarísticas de todo el mundo, pero en lugar de hacerlo de cara al pueblo, lo hago cara a la divinidad. Ya saben, esto lo digo para los menos avezados, el sacerdote cara a Dios, y los fieles, el pueblo, con él, todos mirando a Cristo.