Zotal
Tengo aún grabado en mi cerebro el olor a Zotal con el que mi padre, periódicamente, desinfectaba la vaquería. Decía que era lo más eficaz, que eso no dejaba bicho vivo. Impregnar algo en Zotal era garantía de profunda y casi definitiva desinfección. Necesitamos toneladas y toneladas de Zotal en esta santa madre Iglesia de nuestros amores.
Sugiero un baño de Zotal para la iglesia que peregrina en Chile, donde estamos asistiendo a un espectáculo del todo bochornoso con la sensación de una podredumbre en forma de abusos que te deja atónito y abochornado en la parte que pueda tocarte. Comenzó la cosa con algún obispo por el que, mal aconsejado, el santo padre dio la cara y luego se la tuvo que guardar. Empezamos por algunos barros y hoy son toneladas y toneladas de cieno que no salpican, sino que están sepultando a la iglesia en Chile.

Es que nosotros “semos” así. En un rato comienzo a celebrar al apóstol Santiago, patrón de España, con toda solemnidad en mis tres pueblos. Sí, ya sé que es día laborable, pero también sé que es hoy el día de Santiago, solemnidad y de precepto al menos en Madrid. Nuestro horario de misas, como en domingo. Ya saben: 11 en Gascones, 12 en La Serna del Monte y 13 en Braojos.
Alguna vez ya he afirmado que nuestras generaciones más jóvenes andan bastante peces en historia, y especialmente en historia del siglo XX, y la poca que conocen suele estar bastante manipulada. Esto de la manipulación tiene arreglo a base de leer y contrastar, pero eso supone dejar un rato el teléfono móvil para agarrar un libro.
Menudo peligro Teresita. Pasota de las cosas de Dios. De esas que “ya sabes que a mí no me van esos rollos, que todo es parafernalia y aparentar, yo paso”, y “en cuando tenga un año más (tenía 17) me voy de casa”. Teresa tiene unos padres católicos de esos con una fe a prueba de hijas rebeldes. Colegio católico… y a rezar, porque ya otra cosa no se sentían capaces de hacer.