InfoCatólica / De profesión, cura / Archivos para: 2016

29.12.16

Antes muertas que de hinojos

No acabo de explicarme la aversión que en los colectivos eclesiales más progresistas produce el gesto de arrodillarse en la liturgia. Me dicen que en alguna ocasión un discípulo del siempre admirado Higinio Fernández (hay quien sostiene que el propio Higinio en persona) explicó en un retiro ofrecido a las reverendas gundisalvas, y al que acudieron también los padres misericordinos, que eso de arrodillarse era propio de esclavos, y que como los bautizados somos hijos, pues que se arrodillen los otros.

Tal entusiasmo suscitó el sensacional hallazgo, que a la primera sorpresa siguieron las lágrimas de emoción, a las lágrimas el arrobamiento espiritual y al arrobamiento un aplauso atronador mientras se coreaba entre palmas el nombre de Higinio, sensacional descubridor de horizontes jamás intuidos.

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26.12.16

Hoy. Treinta y siete años de cura desde la fragilidad

Si. Hoy. Treinta y siete años desde el día de mi ordenación sacerdotal. De ellos, casi treinta ejerciendo como cura párroco. La verdad es que cuanto más lo pienso, más me espanta el oficio. Los sacerdotes nos podemos dedicar a mil cosas dependiendo de lo que nos pida nuestro obispo. Lo de ser cura párroco es una tarea a la vez emocionante y de enorme responsabilidad.  

Lo pensaba estos días. Un capellán de colegio puede dar clases, llevar la dirección espiritual de los alumnos… pero llega a donde llega, a una parcela de su vida. Lo mismo podría afirmar del capellán de un hospital. Atiende a los enfermos mientras están ahí y los conforta especialmente en caso de enfermedad grave o fallecimiento tanto al enfermo como a la familia. Los profesores dan sus clases y lo que pueden después. Igual los que ostentan cargos curiales. El párroco es aquel a quien se confía una porción concreta del pueblo de Dios para su atención, cuidado y llevarlos al cielo. A todos. Niños, grandes, ancianos, los fijos, los de paso. Todos.

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24.12.16

Navidad, Socio y el baño

¡Vaya mezcolanza, padre! Pos sí, que me ha dado por ahí, ya saben. Cosas mías.

Hace un rato he bañado al buenazo de Socio. La verdad es que no le gusta, hasta el punto que se lo huele y sabe esconderse haciendo uso de sus conocimientos geométricos innatos: es decir, que se mete bajo la cama en el punto geométrico exacto donde no lo puedo atrapar por parte alguna. 

Es de buen conformar. Así que sale despacito de la cama y se deja. No le gusta, pero acepta lo inevitable y además hasta con una dosis de perruna resignación. Tras el baño hacemos un ritual que hoy me hacía pensar mucho en esta víspera de la Navidad, cuando estamos casi a punto de cenar en familia.

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23.12.16

Popurrí de perplejidades

Me quedo en lo de perplejidades porque mañana es nochebuena y uno siente algo de calorcito navideño, porque en vez de perplejidades podrían colocarse palabras más gordas.

PRIMERA. Mil eurazos de multa al director del colegio Juan Pablo II de Alcorcón por decir en una carta a los padres de sus alumnos que la ideología de género le parece un disparate y que es una barbaridad pretender imponerla a base de sanciones. Pues toma sanción de mil euros para que te andes con cuidado.

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20.12.16

Confesor-go. No me convence

Algunos feligreses, tanto reales como virtuales, me hablan de una nueva aplicación para confesar y confesarse, que se llama “confesor-go”, e incluso me preguntan si me he dado de alta en ella o tengo intención de hacerlo.

Vaya por delante que servidor es amigo de las nuevas tecnologías. Ya saben: blog, Facebook, twitter, móvil, WhatsApp… En fin, esas cosas ya tan corrientitas. Es más, me parece todo un invento la cantidad de aplicaciones que se pueden encontrar para móvil y que nos pueden ayudar a vivir la fe. Por ejemplo, el breviario. Para un servidor, utilísimo. Sin embargo, esta aplicación para confesar y encontrar el confesor disponible más cercano he de decir que no acaba de convencerme.

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