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10.01.13

La hora de los laicos (4) - Mezclarse pero sin confundirse

A la luz de la Exhortación apostólica “Christifideles laici”

Dignidad esencial del bautizado

Hay una idiosincrasia sobrenatural propia, que no se opone ni supera al sacerdocio o a la consagración religiosa, sino que es peculiar, única, en el laico. Es su índole secular:

son personas que viven la vida normal en el mundo, estudian, trabajan, entablan relaciones de amistad, sociales, profe­sionales, culturales; de tal modo que el “mundo” se convierte en el ámbito y el medio de la vocación cristiana de los fieles laicos, ya que han sido llama­dos por Dios para contribuir, desde dentro a modo de fermento, a la santifi­cación del mundo mediante el ejercicio de sus propias tareas (Christifideles laici, 15).

Están llamados a la santidad, aunque en diverso ambiente del altar o de la clausura, santidad que hunde sus raíces en el bautismo que recibieron para pretender el seguimiento y la imitación de Jesucristo.

La vocación de los laicos a la santidad implica que la vida según el Espíritu se exprese particularmente en su inserción en las realidades tempo­rales y en su participación en las actividades terrenas (C.L,17).

Hay que plantar la viña en medio de la sociedad, y que sus frutos sean estimados y apeteci­dos por los indiferentes o los perseguidores mismos; tarea de viñadores que deben actuar allá mismo. Viven, ríen, lloran, laboran, triunfan, fracasan, se multiplican, aman, con los demás, pero no como los demás, porque los lai­cos fieles han de cumplir todo como exigencia de su amor a Dios y con go­zosa sumisión a los mandamientos divinos. Fructifican sus almas, atraen a su vida mística a sus vecinos, con su conducta orientan según el Evangelio en toda oportunidad social, participan con su esfuerzo en la creación de una gran familia.

Cuando Teodosia la hermana de Santo Tomás el Aquinate le preguntó ¿qué debo hacer para ser santa?, el gran genio respondió contundentemente con una sola palabra: desearlo. Ahí está el quid del asunto. Sólo se consigue aquello que se persigue. Nadie ama lo que es malo, nosotros amamos lo que es bueno, por eso el padre de la mentira disfraza el pecado hasta hacerlo parecer como oro del Paraíso.

Así como el cristianismo naciente tuvo que distanciarse de la moral ambiente de la época, los cristianos de hoy, y más aún los de mañana, tendrán que asumir su responsabilidad en fidelidad a su doble deber para con Dios y para con el hombre, a la luz de Dios.

La crisis de la evangelización no está motivada, de manera prioritaria, por una falta de catequistas o de docentes (profesores de religión o de teología). Se debe al hecho de que no hay suficientes cristianos que estén dispuestos a transmitir la fe a sus prójimos. Es decir,

que el fermento se mezcle con la masa, pero sin confundirse con ella. La luz irradie pero sin dejarse invadir por las tinieblas. Las disipe casi sin tocarlas. Que el fermento permanezca oculto, desaparezca haciendo hacer a otros.

Los cristianos no son del mundo, como Yo no soy del mundo (Jn 17, 14-16). El mundo amaría a los cristianos si los considerase suyos; pero como ve que Cristo les ha sacado del mundo, por eso los odia, como le odia a Él (15, 19). No los ha retirado físicamente del mundo (17, 15), pero los ha sacado de él espiritualmente, de modo que han vencido al mundo (1Jn 4, 4; 5, 4).

Así, como en los primeros siglos del Cristianismo

negándose los cristianos a dar culto al emperador y a otras manifestaciones de la religiosidad oficial romana, se hacen infractores habituales del derecho común, y vienen a incurrir en crimen de lesa majestad (José María Iraburu, De Cristo o del mundo),

la Verdadera Fe es actualmente atacada como no hay precedentes en la historia. Los medios de comunicación y los grupos ateos, pretextando la separación de la Iglesia y el Estado, legislan leyes para erradicar la Cruz de las aulas, la oración de las clases. La pornografía circula libremente, el aborto es promovido y legalizado. Es tan perverso el ataque contra los valores morales del Cristianismo que los jueces secularistas encarcelan e imponen sentencias injustas a quienes abogan por el movimiento pro-vida. El anti-Reino glorifica a los salvadores de ballenas y manda a la cárcel a los salvadores del niño en el vientre de la madre.

Sí, el bautizado no es como todo el mundo,

si quisiese ser como todo el mundo (sin darse cuenta de que entonces sería un disfrazado), perdería toda su fuerza, y esa eficacia tan inútilmente buscada muchas veces en nuestros días. Lo que el hombre espera de él es, precisamente, que no sea como todo el mundo (J. Maritain, La Iglesia de Cristo).

Ahí está la meta:

hombres y mujeres que, precisamente en la vida y actividades de cada Jornada, son los obreros incansables que trabajan en la viña del Señor: humildes y grandes artífices —por la potencia de Dios— del crecimiento del Reino de Dios en la historia (C.L., 17).

Es la hora de los laicos.

7.01.13

Niños privados de Cristo

En la Navidad de 2011 mi sobrina Florencia de 7 años hizo su Primera Comunión. Pocas semanas después, durante la Santa Misa, mientras estábamos de rodillas en el momento de la consagración, me dijo en voz baja: ¿Tío es la transubstanciación no?

Muchas veces se infravalora la capacidad de los niños y jóvenes de asimilar los misterios de la fe.

Se afirma que la fe es un regalo de Dios, no la consecuencia de acciones humanas, pero Dios la regala a través de medios humanos para que podamos recibirla: nuestros padres, los maestros y predicadores, el mismo ambiente social, pueden ser los instrumentos de Dios para que llegue a nosotros la buena noticia de la salvación.

No se recibe la fe con la misma facilidad y lógica en un grupo ignoto que en el seno de una familia practicante de su fe. Lo malo es que una vez recibida la fe, hartos cristianos no la fecundan, no la multiplican.

Así, mientras la pureza y la inocencia de nuestros niños, se encuentran hoy por hoy en medio de innumerables y crecientes peligros; mientras la anti Iglesia y el anti Evangelio buscan por todos los medios, desenraizar toda noción o vivencia cristiana de los niños y jóvenes con la implementación de currículos escolares ideologizados, ateos y alienantes, con el expreso fin de apartarlos de la vida espiritual; mientras poderosas organizaciones imponen los dictados de la reingeniería social antinatural y anticristiana con la promoción y promulgación de inicuas leyes sexistas, denominadas de derechos sexuales, dirigidas a dar a los niños desde los 10 años autonomía sexual, despojando a los padres de familia de su patria potestad, con una soterrada agenda intrínsecamente perversa; mientras el maligno plan avanza, multitud de iglesias particulares y parroquias ignoran un aspecto capital de la fe, que es la edad de la Primera Comunión de los niños

Parecería que algunas Conferencias Episcopales han olvidado que todo lo primero queda eternamente, y determinaron que la edad de la Primera Comunión de los niños debe ser sobre los 10 años, cuando los más acreditados estudios de psicología, psiquiatría y pedagogía muestran que los niños están alcanzando la edad de discreción cada vez más rápido, a los 5 - 6 años.

Desde un principio, la Iglesia consideró bueno dar a los más pequeños la Sagrada Comunión. En 1215, el Concilio de Letrán determinó que cada fiel que llega a la edad del discernimiento, se confiese y al menos en la Pascua de Resurrección reciba la santa Comunión, es decir que, cuando el niño ha alcanzado el uso de razón, comienza su obligación de cumplir el doble mandamiento de la Confesión y la Comunión Eucarística.

El Papa San Pío X, por el Decreto Quam Singulari estableció que los niños fueran admitidos a la Primera Comunión a la edad de siete años. Al respecto el Siervo de Dios cardenal Rafael Merry del Val, dio el siguiente testimonio:

Muy a menudo (San Pío X) me hablaba de la necesidad de hacer hacer la Primera Comunión a los niños muy pronto con el fin de que el Señor tomara posesión de sus almas antes de que entrara en ellas el pecado. Por esta razón tuvo algunas oposiciones que surgían de antiguos prejuicios, pero él mantuvo, y con felices resultados, las disposiciones tomadas.

El Beato Juan Pablo Magno escribió sobre aquella decisión de San Pío X con palabras de admiración:

Un testimonio conmovedor de amor pastoral por los niños la dio mi predecesor san Pío X con su decisión sobre la Primera Comunión.  No solamente redujo la edad necesaria para acercarse a la Mesa del Señor, de lo que yo mismo me aproveché en mayo de 1929, sino que dio la posibilidad de recibir la comunión incluso antes de haber cumplido los siete años si el niño muestra tener suficiente discernimiento. La Sagrada Comunión anticipada fue una decisión pastoral que merece ser recordada y alabada.  Ha producido muchos frutos de santidad y de apostolado entre los niños, favoreciendo que surgieran vocaciones sacerdotales (Juan Pablo II  ¡Levantaos! ¡Vamos!  p. 97).

La responsabilidad primera está en los progenitores, los cuales pueden libremente llevar a sus niños a la Comunión temprana, claramente dicha en el Código de Derecho Canónico:

Los padres, en primer lugar, y quienes hacen sus veces, así como también el párroco, tienen la obligación de procurar que los niños que han llegado al uso de razón se preparen convenientemente y se nutran cuanto antes, previa Confesión sacramental, con este alimento divino” (canon 914).

3.01.13

La palabra que hiere

Se define al lenguaje como un conjunto de símbolos que, articulados, unidos o combinados expresan el pensamiento o el ser de las cosas, las ideas y el sentir de los pueblos; además permiten a las personas comunicarse a través del sonido de la voz por medio de las palabras, de los gestos o de la escritura.

El psiquiatra chileno Otto Dörr, a través de los medios, ha dado una dura batalla desde hace muchos años a la degradación de nuestro lenguaje, especialmente a la degeneración lingüística de las nuevas generaciones de su propio país. En junio 2010 escribía en El Mercurio una columna respecto de que quizás lo más impresionante sea que el 84% de los alumnos que han ingresado a primer año de la Universidad de Chile no entienden lo que leen.

Constata Dörr, que un tipo de lenguaje muy patológico, que en psiquiatría y neurología se denomina “coprolalia”, palabra que significa “lenguaje excrementicio”, propio de ciertas demencias secundarias a la destrucción de los lóbulos frontales del cerebro, en los últimos veinte años, ha experimentado un fenómeno de generalización.

Otro psiquiatra el Dr. Ricardo Castañón, boliviano, doctor en psicología clínica, especialista en medicina psicosomática, neuropsicofisiología cognitiva, converso del ateísmo y actualmente conferencista de fama internacional, ha escrito: Hábitos y actitudes. Cuando la palabra hiere, un trabajo científico de elevadísima profundidad.

Respondiendo a la pregunta: ¿Por qué herimos con las palabras? Señala entre otros aspectos los siguientes:

Se hiere para “tocar”, “impactar” al otro, lastimándolo. Propio de personas autoritarias, dominantes, déspotas, seguras de que pueden “tocar” al otro, porque éste no posee la misma autoridad o derecho para replicar…

Para gozar de aquello que se dice: satisfaciendo la antipatía y el odio acumulados; liberando la envidia, los celos, y muchos otros sentimientos de rencor y venganza. Personas con complejo de inferioridad, envidiosas y susceptibles entran fácilmente en esta categoría.

La envidia puede ser definida como la tristeza de una persona por la buena fortuna de los demás. Job menciona que el rencor mata al tonto, la envidia aniquila al necio.

La palabra puede construir o destruir, ensalzar o humillar. Con ella también puedes alcanzar riqueza o ser despedido de tu trabajo porque dijiste algo inoportuno sobre la esposa de tu jefe. El manejo especializado de la palabra se ha convertido para muchos en una profesión rentable. Algunos trabajan a plena luz, otros jamás dan la cara. La desinformación, un sistema pensado para distorsionar la verdad o mostrar la mentira como verdadera por medio de la manipulación de la palabra, ha pasado en ciertos momentos de instrumento a arma. Tampoco se puede olvidar el chisme, la calumnia, el insulto, el prejuicio verbalizado, hasta llegar al perjurio que se convierte en sacrilegio que condena la grave mentira pronunciada en nombre de la Divinidad. No sin razón escribía Platón: Las palabras falsas no son solamente malas en sí mismas, sino que también contagian al alma (Hábitos y actitudes. Cuando la palabra hiere, Ricardo Castañón Gómez).

Es muy curioso que quienes suavizan las palabras duras del Evangelio para evangelizar, usan palabras brutales para insultar a quienes no comparten sus teologías.

San Francisco de Sales siendo estudiante, casi llega a matar a un compañero de estudios en un duelo provocado por su temperamento. Eso moderó al santo y pasó 22 años tratando de aplacarlo. Tan bien lo logró, que siempre se mostró sereno y sonriente.

Otro santo que pasó momentos de angustia por su modo de ser fue San Jerónimo. Cuando falleció un monje con el que había tenido diferencias lo llamó alacrán muerto expresando su beneplácito por ese hecho. Cuando se enojaba, profería tal torrente de vituperios y abusos verbales que llegaron a llamarlo El azote del desierto, pero era consciente de su defecto e hizo todo cuanto pudo por corregirse hasta llegar a santo.

Así y todo hemos de evitar la palabra que hiere.

Y añadió: Lo que sale del hombre, eso es lo que mancha al hombre. Porque es del corazón de los hombres de donde salen los malos pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, perversidades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, soberbia y necedad. Todas estas maldades salen de su interior y manchan al hombre (Marcos, 7, 20-23).