La hora de los laicos (6) - Riquezas del laico

La Exhortación apostólica Christifideles laici subraya que la Iglesia

es dirigida y guiada por el Espíritu, que generosamente distribuye diversos dones jerárquicos y carismáticos entre todos los bautizados, llamándolos a ser –cada uno a su modo- activos y corresponsables (21).

Porque el Espíritu Santo se derrama sobre todos los bautizados haciéndolos Cuerpo de Cristo con todas sus características y obligaciones necesarias.

El Sínodo de 1987, sobre la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo, había abordado respecto de la confusión de los términos ministerio, suplencia y clericalización de los fieles laicos.

Dejó claro el Sínodo que los ministerios que derivan del Orden, son servicio o diakonía, que configuran una participación en el ministerio pro­pio de Jesús (22), y, asimismo que existen otros ministerios, oficios y funciones pro­pios de los laicos, fundados en los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y del Matrimonio (23). Ya lo sitúa el Código de Derecho Canónico:

Donde lo aconseje la necesidad de la Iglesia y no haya mi­nistros, pueden también los laicos, aunque no sean lectores ni acóli­tos, suplirles en algunas de sus funciones, es decir, ejercitar el minis­terio de la palabra, presidir oraciones litúrgicas, administrar el bautis­mo y dar la Sagrada Comunión.

Hermosos caminos de participación del ministerio de Cristo y ocasiones de enriquecimiento personal y de sus hermanos a través de su acción. La asamblea litúrgica que com­pleta, no es tanto del clero cuanto de la Iglesia toda, siempre que se percaten de:

1) que la raíz de su potencia y acción es el bautismo;

2) que no provoque situaciones de emergencia, o de necesaria suplen­cia solo por el prurito de actuar;

3) que se ejerciten dichas funciones en conformidad con su específica vocación laical;

4) que procuren no salir de su dilatado y absorbente campo propio.

Para una acción logra­da y eficaz, el Espíritu Santo regala, a cada uno y a su tiempo, los más variados carismas, que son dones con semilla adecuada.

Así, la puesta en marcha de la totalidad de los bautizados, no de unos pocos, es lo que la Iglesia conducida por el Espíritu Santo pretende hoy. Lo logró en los primeros siglos con asombrosa capilaridad, aunque posteriormente en las antiguas estructuras feudales se ignoraron los derechos y obligaciones de los fieles laicos lo cual tuvo consecuencias graves no solamente para la Iglesia, sino para el mundo entero.

Antes del Concilio en  su Teología del apostolado el cardenal Suenens se quejaba de que

En nuestros días prevalece el criterio de considerar como católico “normal” al cristiano cumplidor de sus deberes en la intimidad de la vida privada, aunque no se preocupe ni poco ni mucho de la salvación de sus hermanos. Es esto, hay que decirlo muy alto, una caricatura del verdadero católico y aun del mismo catolicismo. El católico mediocre no es el católico normal.

Consecuentemente el bautizado sólo se persuadirá de que es sacerdote si actúa.

MODOS DE PARTICIPACIÓN:

La Christifideles laici se hace eco de la urgencia de que los seglares

participen en la vida de la Iglesia no sólo llevando a cabo sus funciones y ejercitando sus carismas, sino también de otros muchos modos:

a través de las Iglesias particulares, en una de las cuales se in­serta. sin perder una amplitud de miras católica.

Siguiendo la trayec­toria de los Consejos Pastorales Diocesanos, la Christifideles laici, subraya que el Sínodo ha solicitado la creación de éstos, como la principal forma de colaboración y de diálogo, como también de discernimiento a nivel diocesano (25).

Sin duda alguna el Sínodo no se refería a esos organismos denominados consejos pastorales ya en el ámbito diocesano, ya en el ámbito parroquial que se han venido a constituir en sustitutos del presbítero. En mi experiencia apostólica he podido ver la realidad de dichos organismos que en muchos casos tienen más poder que el sacerdote y solamente resultan ser un obstáculo para la evangelización en vez de un ayuda eficaz, por la estrechez de miras, o por otras circunstancias de equivocada función.

Los laicos se ubican en la parroquia que es la Iglesia misma que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas (26). Con un compromiso apostólico en la concepción pastoral concreta de la parroquia, pues que

pueden y de­ben prestar una gran ayuda al crecimiento de una auténtica comunión eclesial en sus respectivas parroquias, y en el dar nueva vida al afán misionero dirigido hacia los no creyentes y hacia los mismos creyentes que han abandonado o limitado la práctica de la vida cristiana (27).

El seglar es un miembro de la Iglesia único e irrepetible, porque Dios llama a cada uno por su nombre propio e inconfundible. Los seglares no solo participan de la dignidad y el honor de Cristo, porque son cristoi, ungidos por el Espíritu de Cristo, sino también del ministerio de Cristo.

Una minoría de selectos acaudillada por hombres como San Agustín y San Ambrosio, lanza a la romanidad al cumplimiento de su misión única en la Historia: crear las bases de una nueva civilización de la que todavía hoy vivimos. El tertium genus, la tercera raza como diríamos hoy, de hombres distintos de romanos y bárbaros, esa minoría de selectos influyendo en la masa empuñará el timón, regirá pueblos, sacará al mundo a flote en uno de los cataclismos más grandes de la historia. Fortalecida por la fe en Cristo, hizo ese milagro, que puede repetirse también en nuestros días, si nos mantenemos fieles a las enseñanzas del pasado y no nos dejamos arrastrar por las prisas de un activismo alocado (Laicos en marcha, P. Tomás Morales SJ).

2 comentarios

  
juan manuel
El Papa recordaba ciertamente el principio católico de que toda autoridad viene de Dios, no existiendo en la igualdad de naturaleza de todos los hombres un principio de superioridad en virtud del cual uno mande y el otro obedezca; sin embargo, no dice que la razón de haber una diferencia en esa igualdad, y de que algunos iguales manden sobre otros iguales, es el carácter divino de la autoridad, en vez del hecho humano de la mayoría.

La democratización fue realizada por el Vaticano II con la creación de órganos eclesiásticos destinados a influenciar, incluso sin fuerza deliberativa, sobre el gobierno de la Iglesia, pasándose de un régimen monárquico a uno poliárquico.
Que no haya contradicción entre democratización y constitución divina de la Iglesia. La Iglesia, al contrario, no se formó a sí misma ni formó su gobierno: fue hecha in toto por Cristo, que estatuyó las leyes antes de llamar a los fieles y concibió el diseño antes de que ellos existiesen; ellos son realmente una nueva criatura. La Iglesia es una sociedad sin parangón, en la cual la cabeza es anterior a los miembros y la autoridad existe antes que la comunidad.
Una doctrina basada en una concepción democrática del pueblo de Dios y en el sentimiento y la opinión de éste es antitética a la Iglesia; en ella la autoridad no es llamada, sino que llama, y todos los miembros son siervos de Cristo obligados por el precepto divino. Allí donde el pueblo de los fieles sea soberano y se le atribuya una participación, queda invertida la estructura esencial de la Iglesia. Que esta heterogeneidad entre ordenamiento civil y ordenamiento eclesiástico sea en general reconocida verbo tenus, no evita la interna contradicción de los casos de democracia eclesial.
El núcleo del espíritu sinodal es que el espíritu subjetivo prevalece en la vida de la comunidad eclesial impregnándola del primado de la opinión pública; y que conviene por tanto continuar manteniendo abiertas las cuestiones cerradas por la Iglesia. De la dependencia del cristiano respecto a la autoridad de la Iglesia se pasa a la dependencia de la Iglesia respecto a la autoridad del Demos. Romano Amerio




08/02/13 7:18 PM
  
Rev. Harry Peterson
ES UN ARTÌCULO CLARO Y CONTUNDENTE.
GRACIAS Y FELICITACIONES,GERMÁN! p. Harry
09/02/13 2:42 PM

Los comentarios están cerrados para esta publicación.