Emperatriz de América

La Sagrada Escritura comienza (Génesis, 3, 15), y concluye (Apocalipsis 12) con la batalla entre la Mujer y la vieja serpiente.

La Mujer simboliza a nuestra Señora. María Santísima es la Mujer vestida del Sol que tiene la misión de combatir al dragón rojo y su poderoso ejército, para vencerlo, atarlo y arrojarlo a su reino de muerte, para que en el mundo pueda reinar solamente Cristo.

El dragón ha buscado y busca que el ser humano, imagen y semejanza de Dios, se aparte y rechace su amor. El padre de la mentira busca oscurecer la obra del Abba Padre que es la creación, la obra de Dios Hijo que es su Iglesia y la obra del Espíritu Santo que es la santificación de las almas. Difunde el ateísmo en nuestro tiempo, como nunca antes se vio. Siembra en la Iglesia como un cáncer, el error, el disenso, la apostasía y la pérdida del sentido de pecado, el aborto, la eutanasia, la cultura de la muerte.

El dragón rojo, quiere apartar a las almas de la adoración y glorificación de la Santísima Trinidad. Dice el P. Stephen Valenta, OFM Cap:

Satanás tiene a las multitudes «comiendo de sus manos» y ni siquiera se han dado cuenta… adoración significa poner a Dios en el primer lugar de nuestras vidas, y si hay tantos que no están adorando a Dios, entonces ¿a quién o a qué se está dando esta adoración?

¿Qué es lo que tiene cautiva a la presente generación? Adorar a Dios significa que Él debe estar primero en la mente de todos los hombres, mujeres y niños… pero no, se hace toda clase de intentos para eliminarlo de las escuelas, hospitales, lugares de entretenimiento, de los medios de información, de las fuerzas armadas… los enemigos de Dios, continúan actuando febrilmente para abolir al Señor de la faz de la tierra.

La población de Tenochtitlán, capital del Imperio Azteca, tenía la creencia de que Quetzacoatl, la serpiente emplumada, había vivido un día entre los hombres y esperaban su retorno bajo la forma de un guerrero de rostro blanco. El Viernes Santo del año del Señor de 1519, Hernán Cortés con apenas 600 hombres, 20 caballos y algunas piezas de artillería desembarcó en el continente latinoamericano y, luego de un sangriento asedio, conquistó y echó por tierra Tenochtitlan.

Dos décadas más tarde, el sábado 9 de diciembre de 1531, ocurrió algo realmente histórico: la entrada de Nuestra Señora en la historia de México de una forma importantísima, hasta el punto de alterar todos los aspectos de la vida del país. Convirtió a México, de un golpe, del paganismo total al cristianismo total, de la división a la unidad, del odio al amor.

El reconocimiento de un milagro se expresa sobre todo en el hecho, de que llamamos algo como milagroso. Los milagros son acontecimientos que sorprenden por su aparición y nos dejan asombrados. Un milagro por lo tanto, es también una intervención, revelación y aparición de Dios, que se realiza por medio de un acontecimiento o de una persona.

El ateísmo niega la existencia de los milagros, porque niega igualmente la existencia de Dios. De ahí que un milagro es antes que nada un llamado a los hombres, a volverse a Dios y contribuyen en gran medida a la edificación de la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo, fortalecen la fe, alimentan la esperanza y avivan el fuego del amor.

El milagro del Tepeyac es realmente un portentoso fenómeno religioso que merece un lugar junto a acontecimientos tan importantes como la conversión de Constantino, que sacó al cristianismo de las catacumbas y lo convirtió en la mayor fuerza de la tierra.

Pero la conversión del pueblo azteca a la Verdadera Fe, se debe también al laico indígena San Juan Diego, y a los laicos cristianos evangelizadores (Hechos de los Apóstoles de América, José María Iraburu). La evangelización de América no fue hecha sólo por los santos religiosos… el sujeto principal de la acción evangelizadora de las Indias fue la Iglesia, entendida como el pueblo cristiano. Nuestra Señora se sirvió de los nativos, indios apóstoles de los indios, y ese es el más grande milagro de nuestra Señora de Guadalupe, Reina de México y Emperatriz de América.

4 comentarios

  
Nerea
Muchas gracia Germán por este post,me ha encantado la manera de abordar la evangelización en América , el dibujo de Nuestra Señora con San Juan Diego es muy tierna,refleja la humildad de tu comentario, 1531 antes que Fátima,Lourdes,pero después del Pilar de Zaragoza y el Apostol Santiago también humilde ante nuestra Señora,y nuestra Señora animándole en su empeño por evangelizar España.
Pues a ella debemos acudir sin demora cuando veamos que nuestras iglesias en Europa se vacian y no hay vocaciones, ahora nos toca abordar otro tipo de evangelización.
13/12/12 2:35 PM
  
Circus
Yo, como Nerea, disfruté mucho el texto. Sin embargo me queda la impresión de que, si bien abunda en los efectos del milagro (efectos de conversión impresionantes, con lo que todo queda dicho), queda confusa la narración del milagro mismo: el ayate de la Virgen SIGUE presente en la ciudad de México, no es equiparable este hecho a ningún otro (aparte del Santo Sudario), pues el milagro incluye el hecho de que ese cuadro NO fue pintado por mano humana. Habrá quien no crea esto, claro, pero eso es lo que opina implícitamente la Iglesia al respecto.
13/12/12 6:19 PM
  
Antonio Popoca Coyotl
¡¡¡¡¡María Madre Gracia y Madre de Misericordia!!!!! de México para el mundo, en su advocación de Cuatlahuxupe,por el afortunado San Juan Diego portador del milagro en su ayate o tilma, extraordinario natural que representa a una raza despreciada aún hoy día, por mas que se declare la preservación de las comunidades "indígenas" en México y Latinoamérica, son presa de discriminación, despojo, dezplazamiento. Muchos desearían se acabara la población "indígena". Sin embargo los pensamientos de Dios no son los pensamientos de los hombres.
Bendiciones mil a todos.
15/12/12 6:49 AM
  
Germán
En Guadalupe se cumple el evangelio: «... has ocultado estas cosas a sabios y prudentes, y se las has revelado a los pequeños» (Mt 11, 25).
15/12/12 9:16 PM

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