Erasmo de Rotterdam según los cánones del pensamiento tradicional católico. Entrevista a José Antonio Bielsa Arbiol
Erasmo de Rotterdam fue un escritor humanista renacentista de mucha influencia y admirado por grandes personajes de su tiempo como el mismo emperador Carlos V. Siendo recomendable alguna obra suya como el Enquiridión habría que preguntarse si se puede considerar un pensador católico sólido y de referencia.
José Antonio Bielsa Arbiol, historiador del arte y graduado en Filosofía, acaba de publicar el libro “Cómo sobrevivir al Nuevo Orden Mundial: un manual de trinchera", (a la venta en Amazon) donde Erasmo es uno de los pensadores que asoma por sus páginas. Ha estudiado a fondo muchas de sus obras y en esta entrevista nos da una visión objetiva del personaje comparado con los cánones del pensamiento tradicional católico.
En obras de Erasmo como el Elogio de la locura, en la que se muestra tan ácido con la Iglesia, da la impresión de que el autor, declarándose católico, parece que no lo sea en la práctica…
En efecto, un aire de soberbia retumba en ese libro celebérrimo, aunque a nuestro humilde juicio sobrevalorado. Como es sabido, la sátira, salvo en señeros casos, no ha producido primerísimas obras maestras, sino simpáticas medianías adscritas al gusto de la época. El católico Erasmo, en el Elogio y tras los pasos de Luciano, recurre al modelo establecido por el alsaciano Sebastián Brant, autor de La nave de los locos,una obra bastante menos célebre que la que aquí nos lleva.
Ya el pretexto del Elogio no es del todo laudable: ese intento disolvente por intentar enterrar en el más ruidoso ridículo la ciencia escolástica, sumida entonces en una franca decadencia, se nos antoja un golpe bajo, típico de un hombre de su generación escéptica y descreída (hablamos, claro está, de los humanistas del Renacimiento, figuras como Budé y Montaigne). Ahora bien, las ambiciones de Erasmo no se conformaban con la mera parodia sin consecuencias: sus aspiraciones, a tenor de una lectura acompasada, pretenden alcanzar una dimensión casi universal de la materia tratada. Y es que la talla de escritor e intelectual de Erasmo es mucho mayor que la de su modelo (Brant), y por tanto, también sus ambiciones, que pretenden sentar cátedra más allá de la humorada (contra la presunta corrupción de los monjes, la idolatría de los santos o la presunción del clero, entre tantos otros tópicos arrojados cual ripios contra la Iglesia de Roma).