19.08.19

La razón de ser del celibato en la Iglesia. Entrevista al P. Jorge Luis Hidalgo

El P. Jorge Luis Hidalgo es licenciado en Educación Religiosa por la Universidad argentina de FASTA. En esta ocasión analiza en profundidad lo que es el celibato, sus razones teológicas y conveniencias, realizando un repaso pormenorizado de todo lo que la Iglesia ha dicho al respecto a lo largo de la Historia.

¿Qué entendemos por celibato en la Iglesia?

El celibato es la renuncia del uso de las potencias generativas por amor a Cristo y a su Iglesia, “por el Reino de los Cielos” (Mt. 19, 12). Es la “perla preciosa”, que “conserva todo su valor también en nuestro tiempo, caracterizado por una profunda transformación de mentalidades y de estructuras”, en palabras del Papa Pablo VI. En palabras de la Concordia discordantium canonum, o más conocido por Decreto de Graciano, consiste in non contrahendo matrimonio et in non utendo contracto (no contrayendo matrimonio y no teniendo contacto). Por eso, según San Juan Crisóstomo, “el sacerdote ha de ser tan puro como si se hallara en los cielos en medio de aquellas angélicas potestades”. Por esta razón, desde tiempos apostólicos, la Iglesia ha unido el sacerdocio al celibato, para que por la elevación de las cosas de este mundo puedan los sacerdotes dedicarse exclusivamente a las cosas de Dios, con un corazón indiviso. Es, como dice el Papa Pío XI, “aquella virtud que tenemos por una de las glorias más puras del sacerdocio católico y que responde mejor a los deseos del Corazón santísimo de Jesús y a sus designios sobre las almas sacerdotales”.

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12.08.19

La atroz persecución a la Iglesia en la Revolución Francesa

A lo largo de la Historia ha habido grandes revoluciones por odio a la fe para socavar los cimientos de la cristiandad. Los cristianos han sido perseguidos con saña y crueldad. Numerosos mártires dieron su vida por defender la religión católica.

Una de las más importantes sin duda fue la Revolución francesa y la Ilustración, que intentó desterrar a Dios de la sociedad y entronizar a la diosa razón y al hombre como la medida de todas las cosas. Justamente la antítesis de la sociedad teocéntrica medieval, que fue la época de mayor esplendor de la cristiandad.

La Revolución francesa, como todo en la vida pasó, pero el veneno de sus ideas inmanentistas permanece hasta nuestros días y se entremezcla con la ponzoña de otras grandes revoluciones como la comunista o la de mayo de 68.

D. Javier Paredes, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá, nos habla en profundidad del feroz ataque que supuso la Revolución Francesa a la cristiandad y sus graves consecuencias.


¿Cuál fue el caldo de cultivo en Europa en el que se fue fraguando la revolución francesa ya desde siglos atrás?

La cultura de la cristiandad representada por Santo Tomás de Aquino entiende un punto fundamental, que Dios es creador y providente. Dios ha creado al mundo, ha creado al hombre y por lo tanto el hombre es una criatura dependiente de Dios, que debe obedecer sus mandatos. Dios ha creado al hombre para que le sirva, le ame y después sea feliz con él en el Cielo. Este concepto se rompe en el siglo XVI por medio de Lutero que introduce una nueva idea frente al hombre como criatura: el hombre como ser autónomo. En su doctrina nos propone el libre examen que consiste en decir sucintamente que somos autónomos para interpretar las Escrituras, no necesitamos de ninguna autoridad eclesiástica que nos diga cómo interpretar la Palabra de Dios. Podemos prescindir del Magisterio y de la Tradición. Esto lo oyen los campesinos alemanes en 1525 y se hacen la siguiente composición de lugar: “Si nadie me puede decir a mí lo que yo tengo que hacer en materia religiosa muchísimo menos nadie me podrá decir lo que debo hacer en materia política”. Así surgen las revoluciones campesinas de 1524 y 1525.

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5.08.19

Ir a una playa masificada es ocasión de pecado, estoy harto de que muchos católicos me digan lo contrario

Son muy pocos los católicos que tienen verdadero celo por vivir la santa pureza, la virtud en grado heroico, evitando como la peste aquellos lugares que pueden ser ocasión de pecado y por consiguiente un peligro para la salvación eterna.

Hay una laxitud muy grande y se ha perdido el sentido de pecado, de la ofensa a Dios y el meditar en la eternidad del infierno y su trascendencia. Nos olvidamos que se puede pecar de pensamiento, de palabra, de obra y de omisión. No somos conscientes de nuestra debilidad y de que es muy fácil ofender al Señor si bajamos lo más mínimo la guardia. Somos pecadores y a lo largo del día cometemos un buen número de pecados veniales. Hay que luchar por combatir el pecado venial, especialmente el pecado venial deliberado (a sabiendas), que endurece el alma y nos predispone para el pecado mortal.

En el tema de la santa pureza, del sexto y noveno mandamiento, no hay parvedad de materia, lo que quiere decir que todo pecado deliberado y consciente contra la santa pureza es de suyo grave. No se puede pecar venialmente contra la pureza. Otra cosa es que tengamos un mal pensamiento y no lleguemos a consentir, pero si consentimos a sabiendas es de suyo grave.

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29.07.19

La maldad intrínseca del gnosticismo, raíz de perversas ideologías posteriores

Entrevistamos I. M. C. filóloga y doctoranda en Historia. Está convencida de que en el gnosticismo están las bases de una profunda rebeldía contra Dios y la Iglesia Católica, de cuyo veneno se nutrirán el resto de herejías y revoluciones que vendrían después. Comprender en profundidad lo que es el gnosticismo y su malicia nos ayuda a entender gran parte de las ideologías de la historia, que están en las antípodas de la recta moral católica y que quieren socavar los mismos cimientos del la cristiandad.

¿En qué consiste la herejía del gnosticismo?

Diríase que no es más que la rebelión del hombre contra Dios, ya que tiene como finalidad última la desvinculación de la criatura de su Creador.

El nombre, cuya raíz etimológica procede del griego “gnosis” (conocimiento), se debe a que sus miembros se quieren salvar a través de un conocimiento oculto al que llegarían gradualmente, puesto que se consideran autosuficientes. De esta manera, el hombre se supera a sí mismo hasta el punto de no necesitar más al Salvador.

Ya a finales del siglo XIX, el historiador Marcelino Menéndez Pelayo la consideraba la herejía más peligrosa de todas puesto que se basa en “el orgullo desenfrenado” del hombre. Y es, precisamente, esa arrogancia ilimitada la que constituye el eje central de sus doctrinas.

Así se explica su anhelo de librarse tanto de la Verdad (de Cristo) como del mundo que la rodea. Y, en este sentido, “la virtud de la gnosis” les ayudará a “librarse del mundo malo” en el que viven y actuar según “sus propios deseos” llegando a formar parte de una “élite” y, por lo tanto, estar por encima del bien y del mal. Pero no se detuvo aquí su doctrina, antes decidió atacar la Santa Escritura. Aparte de negar el Antiguo Testamento en su conjunto, interpretan libremente el Evangelio y quieren pensar que Jesucristo ha revelado “una historia secreta”, diferente de la verdadera, a unos pocos hombres que el Salvador había “iniciado” en el ocultismo. Sin embargo, el Señor, anticipando la aparición de dicha herejía, afirma: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien” (Mateo 11, 25-30). Coexisten en este versículo dos mensajes claros: Dios se hace hombre en medio de los humildes y sencillos, que son los que le seguirán, mientras que la clase dirigente judía junto a sus sumos sacerdotes rechazan tanto al Señor como el Evangelio. Por lo tanto, el orgullo elitista de los gnósticos contraviene las enseñanzas de Cristo.

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22.07.19

Un Canónigo penitenciario habla a fondo de la Confesión

Es de vital importancia en nuestra vida cristiana confesarnos con frecuencia y confesarnos bien para corregir aquellas faltas en las que más recaemos, ir puliendo nuestros defectos dominantes y crecer en santidad. La mejor manera de asegurar nuestra salvación es estar siempre en gracia de Dios y si por desgracia caemos acudir inmediatamente al sacramento de la Penitencia.

El P. José Juan Hernández Déniz es licenciado en Teología dogmática por la Universidad Pontificia de Comillas. Desde septiembre del año pasado el Arzobispo de Oviedo le nombra Canónigo del Real Sitio y Colegiata de Covadonga donde ejerce el ministerio actualmente acogiendo a los peregrinos y atendiendo a cuantos pasan por este lugar de gracias. Es el canónigo penitenciario del Real Sitio. En esta entrevista nos explica a fondo la importancia del sacramento de la Penitencia en la vida cristiana, así como el riquísimo simbolismo del Santuario de Covadonga en Asturias, España.

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