Teté Esteban, joven pintora, vive su vocación artística como un regalo y un servicio a Dios y a los demás

Teté Esteban Díaz es una artista madrileña de 22 años cuya obra se mueve entre la fe, la naturaleza y la familia. Actualmente participa en exposiciones en Madrid y realiza encargos personalizados. Cree firmemente que el arte es una constante en la vida… un lenguaje para evangelizar y un modo de rezar. Vive su vocación artística como un regalo y un servicio a Dios y a los demás.
¿Cómo nace su afición a la pintura?
Pinto desde que tengo memoria. Desde pequeña me pasaba el día inventando dibujos para regalárselos a mis padres y hermanos. Con mis hermanos pequeños, dejábamos dibujos escondidos bajo sus almohadas para sorprenderlos, ¡nos hacía muchísima ilusión! Mi madre es profesora de infantil, y pasábamos muchas tardes juntas haciendo manualidades. Recuerdo especialmente una mesita pequeña que movíamos del cuarto de juegos a la cocina, y allí nos pasábamos horas pintando mientras ella cocinaba.
La afición se fue fortaleciendo cuando, en sexto de primaria, mi abuela Loles me apuntó a una academia de pintura. Era un momento muy bonito porque, siendo la mayor de siete hermanos, me hacía sentir muy especial. Los viernes, mi abuela me venía a buscar con la merienda preparada y me llevaba a clase. Allí empecé a aprender técnicas y descubrí lo mucho que disfrutaba pintando. Ella me contó que sus padres habían sido muy artistas, y aunque en mi familia cercana no hay más pintores, eso despertó en mí la ilusión de continuar. Desde entonces, no he dejado de pintar.
Hace tres años, Javier Pinilla me ofreció pintar en su taller, y gracias a eso he podido disfrutar y enriquecerme artísticamente de su experiencia como arquitecto y artista. Le estoy muy agradecida.
¿Qué supuso para usted hacer las ilustraciones de los Christmas de Navidad?
En el colegio, cada año participaba en el concurso de dibujo de Navidad, algo que esperaba con mucha ilusión. Con los años, se ha convertido en una tradición personal. Ilustrar la Navidad es para mí una forma de oración: me ayuda a contemplar el misterio del Nacimiento con profundidad y con ternura.
Cada año, al acercarse el Adviento, empiezo a pensar cómo representar esa escena: Dios haciéndose niño, en un pesebre, rodeado de silencio, de amor y de esperanza. Es un testimonio de fe. Trato de cuidar cada detalle: los colores, los gestos, la luz… para que quien lo reciba pueda percibir algo más que una postal; que sienta una invitación a detenerse, a mirar, a rezar.









