Gustavo Villarrubia, el hombre de las mil caras, de corresponsal de guerra a periodista en parroquias

Cualquiera que se cruce con el periodista Gustavo Villarrubia, en una Misa o rezando el Rosario ya sea en la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, o en su parroquia de Santa Gema en Zaragoza; no imaginaría que detrás de este hombre de aspecto piadoso, afable y caballeroso, se esconde un corresponsal de guerra, que estuvo muchas veces a punto de cruzar la línea que nos lleva a la eternidad. Bajado de un coche por un grupo talibán en el 2001, que acababa de asesinar a sangre fría a varios periodistas entre ellos al periodista español, corresponsal del mundo Julio Fuentes. O amenazado de muerte por un grupo rebelde en Haití, cuando con su cámara era testigo de golpes robo y maltrato a ciudadanos haitianos en 2004. Y otras tantas veces que sería muy largo de contarlas aquí, ya que resumir 25 años de periodismo de trinchera, periodismo de a pie, como suele decir él, nos llevaría para varios capítulos de un libro.

Hoy radicado con su familia en Zaragoza, se dedica a algo que esta muy lejos de las denuncias de corrupción de su vida de reportero, y mas lejos aun de los conflictos bélicos que le tocó cubrir, Afganistán, Irak, Revolución en Haití, y el inicio de la Guerra de Ucrania.

Hoy toda su experiencia de haber vivido en unos 10 países, recorrer el mundo, hablar más de 5 idiomas, la entrega en algo que a muchos les costará entender: “Asesor de comunicaciones a parroquias”, llevándoles las redes sociales, para que cada parroquia pueda llevar su mensaje de fe entre sus feligreses.

¿Qué le impulsó a trabajar como reportero de guerra?

La corresponsalía de guerra no fue algo que yo buscara, me llegó en un momento de la vida con una edad en la que todo lo que huele a aventura, a peligro, llama la atención, y por lo tanto no dudas en tomarlo.

Yo acababa de Instalarme a vivir en Nueva Delhi, India. Me había registrado en el club de corresponsales extranjeros de la capital india. Y ahí conocí a un gran periodista y amigo mexicano, Rodolfo Bermejo, quién en ese entonces llevaba la corresponsalía para CNN español en Asia. En 1999, la zona norte de India, La Cachemira, estaba con conflictos severos entre India y Pakistán.

Así que un día Rodolfo me invitó a tomar un café y me expuso que él lleva la corresponsalía de CNN Español en Asia, y que estaba necesitando un corresponsal más, ya que por su condición de estudiante de un doctorado había muchos temas que se le hacían difícil cubrir. Y me ofreció empezar con el conflicto de Cachemira, que en ese momento estaba bien efervescente, y al público de CNN le interesaba mucho.

Así que empecé hacerme cargo de esos reportes, fue el inicio en el mundo de los corresponsales de guerra.

¿Qué supuso para usted cubrir las guerras de Afganistán, Irak y Ucrania?

Cubrir cualquier conflicto humano, por más pequeño que este sea, nunca es agradable, ya que siempre al menos hay una parte que sufre, que lo pasa muy mal, y que incluso muere. Y tu debes estar ahí con la mayor imparcialidad para investigar y poder relatar, dar la correcta información de lo que esta pasando, las causas y los efectos que están moviendo éste o aquel conflicto.

Por lo tanto, se trata de contar, injusticias, abusos, atropellos, sufrimientos contra los derechos más básicos de humanidad y dignidad humana.

Y para poder transmitir tal información, estas exponiendo todo el tiempo tu propia vida. Yo no sé si hubo realmente algún momento histórico en donde a los periodistas se les respetara o protegiera en las guerras, yo en mis 25 años de trabajo nunca lo conocí.

En mi primera visita a Cachemira, terminé siendo detenido por un comando militar, amenazado a punta de fusiles de guerra y con el material que estaba grabando, confiscado. Y si solo fue eso, fue gracias a la providencia y a un embajador extranjero que justamente pasaba por el lugar y se me acercó a prestarme ayuda. Él se hizo responsable ante la autoridad militar, y consiguió que me dejaran marchar con él en su coche diplomático. Tengo un vago recuerdo de haber visto con el canto de la vista, que esto costó algo mas que la inmunidad diplomática que tenía mi protector. Pero en el momento no le pregunté, el tampoco me lo dijo y eso quedará para la historia.

¿En qué momentos sintió más miedo o temió por su vida?

En muchísimos… (ríe nerviosamente). La verdad, que en muchísimos. Pero para seguir con los conflictos en Asia, te puedo contar lo que me pasó en Afganistán en noviembre del 2001. El martes 11 de septiembre del 2001, yo me encontraba viviendo en Calcuta-India. Trabajaba como free lance para varios medios, entre ellos CNN español. Pocos días más tarde, me llamó Angels Font, la encargada de corresponsales de CNN en Atlanta.

Las instrucciones fueron muy claras, debería viajar lo antes posible para Afganistán. El espacio aéreo, había sido cerrado por lo que solo se podía llegar por aire hasta el país vecino, Pakistán.

El jueves 20 de septiembre a las 16:00 pm aterrizaba en Islamabad, la capital de Pakistán.

Permanecí varios días en la capital, ya que no era seguro viajar solo. La idea era esperar que llegaran más colegas de la prensa internacional. Días más tarde, cuando ya éramos un buen número partimos a Peshawar, ciudad fronteriza con Afganistán. El ambiente en esta ciudad fronteriza era muy tenso, con manifestantes quemando banderas americanas y paredes pintadas llamando a los ciudadanos a la Yihad, la guerra santa del Islam contra Occidente.

El 17 de noviembre organizamos un convoy de 25 vehículos de prensa para llegar a Kabul.

Entre los periodistas ahí presentes estaba Julio Fuentes del periódico El Mundo de España, reconocido corresponsal de guerra. Y otros que venían a su primer conflicto armado, como era mi caso, y el de la acompañante de Julio, María Gracia corresponsal Italiana, del Corriere della Sera.

La distancia en kilómetros a Kabul no era mucha, pero el camino era muy malo, lo que hacía que este viaje fuera de no menos de 6 horas.

Cuando llevábamos 2 horas de camino, vehículos que iban a la delantera, empezaron a darse la vuelta despavoridos. La primera información decía que un grupo armado había detenido al convoy para asaltarlos.

Al acercarnos escuchamos disparos.

El fixer y traductor que me acompañaba, no se notaba alterado, por el contrario, aceleró en dirección a los disparos. Al cruzarnos con un vehículo, el chófer detuvo un poco la marcha y le dice al mío: “avancen con cuidado, acaban de matar a un grupo de periodistas extranjeros”.

Íbamos por un pequeño acantilado, al doblar en una curva con grandes paredes a los lados, nos encontramos con cuatro cuerpos asesinados. Nos bajamos del vehículo. Se me heló la sangre. Ahí estaban inertes Julio Fuentes, María Gracia y dos otros colegas que no pude identificar.

Nos subimos al vehículo y partimos. Al poco de avanzar, nos encontramos de frente con el grupo de talibanes responsable de los disparos. A gritos y a punta de fusiles, nos hacen bajar del auto. Solo mi fixer hablaba, yo permanecía en silencio. Fueron minutos que se me hicieron eternos. Hasta que mi guía me hizo un gesto para que suba al vehículo y salimos.

Permanecimos mucho rato en silencio.

Más adelante se rompe el hielo, y comienza a contarme lo que le habían dicho los talibanes que nos detuvieron. Al encontrarse con el auto de Julio y María Gracia, bajaron a la mujer por no venir vestida con velo.

Y comenzaron a tirarle piedrazos, Julio intentó parar la lapidación, esto desencadenó la ira del grupo, que terminó por asesinarlo a él y otros dos periodistas australianos que también estaban presenciando la escena.

Al llegar a Kabul, tuve que dar la exclusiva que ningún periodista jamás quisiera dar.

¿Cómo se preparaba espiritualmente por si el Señor le llamaba?

En aquel entonces, cuando tienes veintitantos años, ni piensas en lo frágil que de por si ya es la vida. Y más aún en situaciones que te estas arriesgando al máximo, es muy curioso, ya que cuando has tocado la muerte, haz sentido su olor, te ha rozado, esa vitalidad veinteañera no me dejaba sentarme a meditar y prepararme correctamente en caso de que me tocara. Recuerdo que las oraciones siempre estaban ahí, y salía de una situación y rezaba, aparecía otra y hasta inconscientemente lo primero que se te viene es la oración. Pero la triste realidad, o mejor mi triste realidad fue que vivía con la idea de que la muerte les tocaba a otros.

¿Qué enseñanza pudo sacar de la experiencia?

Ante tu anterior pregunta y mirando hacia atrás, me siento un privilegiado, me siento profundamente amado y me reconozco no haber estado y no estar a la altura de tanto amor. Creo que tengo una buena deuda con mi Ángel de la Guarda, y a quién debo agradecer todos los días por tantos cuidados. La experiencia es algo que se adquiere con el tiempo, pero uno debería estar muy atento, ya que no siempre ese tiempo nos es dado. Claramente mirando al pasado, hoy tomaría muchos otros cuidados, para el cuerpo y sobre todo para el alma.

Además de reportero de guerra ha hecho periodismo de investigación para desenmascarar criminales jugándose la vida. ¿Por qué quiso seguir jugándose el pellejo haciendo periodismo de infiltración?

Pasar de corresponsal de guerra a periodismo de investigación, para llevarlo al mundo de las señales de tráfico, es un camino de una misma dirección, un solo sentido. Al final los conflictos sociales, las guerras, están movidas por el mismo motor que mueve la corrupción, “el motor de las ambiciones humanas”. Y esas ambiciones se satisfacen, buscando poder, mando, dinero mal habido, a costa de lo que sea.

En el año 2002 viajo a Sudamérica, en concreto a Chile, uno de los países más pujantes del continente, superando en ese entonces a Brasil, casi doblando la renta per cápita. Un país de una belleza natural envidiable, y conocido en Sudamérica por tener la policía menos corrupta, y una política muy estable.

Pero como no todo lo que brilla es oro, tenía también su lado oscuro, y detrás de esa corrección en un país muy dividido. Unos decían que, si el país era así, era gracias a la dictadura que mantuvo por 20 años el General Augusto Pinochet, otros refutaban que gracias al fin de esa dictadura, el país había conseguido prosperar. Lo que ambos bandos escondían es que la corrupción existía y que, en esa materia, ambos tenían las manos manchadas hasta los codos.

Al poco de llegar a Chile, fui invitado a participar en un programa de investigación periodística, del canal13 de la Universidad Católica de Chile. El programa se llamaba CONTACTO, y trataba diferentes temáticas sociales, entre ellas temas de corrupción y denuncias.

Así que empecé a formar parte de un grupo de unos 25 periodistas, toda gente muy bien formada, meticulosa en las investigaciones, y con un equipo editor de primera línea. Una línea editorial que permitió hacer grandes reportajes, apostando en cada investigación por contar las historias sin condicionar quién fuera el investigado. Así es que denunciábamos, políticos, empresarios, malos elementos en la Iglesia, etc.

Después de varios años investigando, nos dimos cuenta de que la delincuencia también se prepara, también estudia para crecer en el crimen. Así fue que con un equipo decidimos crear un programa llamado “MISIÓN ENCUBIERTA”. Y meternos al periodismo de infiltración, una manera de hacer periodismo como el que hizo en su día Günter Wallraff, el famoso periodista alemán.

Vimos que la única manera de poder contar la realidad de lo que pasa en el mundo delictual, era transformarnos en uno de ellos, y así empezamos a estudiar los comportamientos, los lugares donde se reunían, y disfrazarnos para cada ocasión. Fue así que pudimos contar desde dentro, historias de trafico de drogas, el mundo de las peleas de perros clandestinas, mataderos ilegales, donde se procesaba alimentos sin ningún tipo de fiscalización sanitaria, o el mundo de las drogas de sumisión, donde drogan personas para asaltarlas, violarlas, etc.

Nos transformamos en el programa más visto de los domingos a la noche durante 7 temporadas, con más de 70 historias y personajes de los más variados.

Si el periodismo de guerra tiene su riesgo, el de infiltración, en ocasiones te diría que el riesgo es muchísimo mayor, ya que en las investigaciones estás solo entre delincuentes, y cualquier fallo que hiciera que te descubran, no habría ningún tipo de compasión. Por lo que debes actuar siempre muy atento, sin perder los nervios, e intentar siempre tener una vía de escape. Pero un periodismo muy apasionante.

¿Qué supuso para usted ser nominado a los Emmy de Nueva York por el documental Se busca, en el que reveló el escondite del prófugo más buscado en Sudamérica, el pedófilo alemán Paul Schaeffer?

Esa nominación a los prestigiosos premios Emmy fue un regalo más de la providencia, fue justamente trabajando en ese programa de investigación en el canal 13 de Chile. Hacía varios años se le había perdido la pista a un ciudadano alemán que había creado una secta en una localidad a 400 kilómetros al sur de Santiago, la capital.

Este alemán, había convencido a varias familias alemanas a acompañarlo a vivir en comunidad alejados del mundo, y para esto había escogido Chile. Y fue esa lejanía, más un cierto carisma psicopático, que permitió que este señor, se transformara en el dueño del alma y cuerpo de mas de 2000 personas.

Abusando sexualmente de cientos de niños, después de varias décadas en el poder, fue denunciado por algunos miembros de su comunidad, y cuando la justicia decide hacer su trabajo desaparece como por arte de magia. Así pasó por más de 10 años prófugo, hasta que un día alguien llega a nuestro programa y nos entrega una pista de donde podría encontrarse.

La pista era bastante ambigua, y apuntaba a una extensa región al sur de Argentina. Partimos hacia esa dirección con un equipo de periodistas y camarógrafos, y después de un trabajo de 14 meses de seguimiento y búsqueda, dimos con su paradero.

Esa búsqueda durante 14 meses, fue el reportaje que nos dio la nominación a los Emmy en 2005, por el documental “SE BUSCA”. Que se puede encontrar en YouTube, hasta hoy.

¿Qué consejos daría a un estudiante de periodismo que quiera seguir sus pasos?

Mi consejo es, que la profesión exige una gran seriedad, y si no estás dispuesto a llevarla con el cuidado, el cariño y la responsabilidad que merece, es mejor que te dediques a otra cosa, o correrás el riesgo de ser cómplice del cumulo de mentiras e inexactitudes que tenemos hoy por todos lados.

¿Por qué decidió venir a España a dedicarse más a la familia?

Ese tipo de periodismo te exige al cien por ciento, y debes dedicarle mucho tiempo, tiempo que al final terminas quitándole a la familia. Así que hace un par de años, con mi esposa empezamos a planificar una vida más tranquila y poder dedicarnos a viajar en familia y aprovechar para criar y dedicar más tiempo a los hijos.

Así que en agosto del 2022, renuncié a mi trabajo, debo decirte que me costó bastante, ya que no siempre es posible dedicarse al trabajo que te gusta y apasiona.

Una vez había renunciado al trabajo, y después de haber vivido 21 años en Chile, decidimos venir a Zaragoza, la ciudad donde yo me crie, y donde sabía que podríamos encontrar todas las condiciones para seguir los nuevos planes de vida. Y te puedo comentar que ya cumplimos el año y las cosas se nos están dando mucho mejor de lo que esperábamos. Y aquí hemos optado por reinventarnos, entrando en el mundo de las comunicaciones parroquiales.

¿Qué tipo de labor periodística está haciendo en la actualidad?

Hoy estoy dedicándome a asesorar en comunicaciones a parroquias, me entregan sus redes sociales, o yo mismo les creo las redes sociales. Y desde las redes sociales, interactuamos con los feligreses, y sobre todo nos metemos en el mundo de los jóvenes, tan necesitados de consejos, afectos, y ayuda espiritual.

Es una manera de hacer periodismo, no menos valiosa que comunicar en una guerra o denunciar tal o cual delito. Acercar a los feligreses la Iglesia, escucharlos en sus ideas, invitarlos a participar en comunidad, son cosas que me llenan tanto o más que estar detrás de una cámara de TV.

Gustavo Villarrubia [email protected]

Por Javier Navascués

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