El P. Juan Félix Gallego, rector del Seminario Menor de Toledo, habla de El libro del Monaguillo

P. Juan Félix Gallego. Ordenado sacerdote en 1999. Vicario parroquial en Oropesa (1999 – 2001) Licenciado en Sagrada Escritura en Roma (2001 – 2005) Profesor de Sagrada Escritura en el Instituto Teológico de S. Ildefonso y en Ciencias Religiosas. Formador del Seminario Menor Santo Tomás de Villanueva de Toledo desde 2005 y Rector desde 2010.

¿Por qué han decidido editar en el Seminario Menor de Toledo El libro del monaguillo?

La pandemia y otros factores sociales y mediáticos han provocado un descenso en el número de niños que se ofrecían para servir en el altar y, a la vez, una cierta paralización en los sacerdotes a la hora de invitarlos a realizar este ministerio. El motivo principal de la publicación de este libro es ayudar a recuperar en unos y en otros la ilusión por el servicio de Dios, impulsar la creación de grupos de monaguillos en las parroquias y ofrecer un material sencillo y pedagógico que pueda servir de guía para los encuentros periódicos que los sacerdotes puedan programar con ellos. No obstante, por el enfoque que se le ha dado, puede servir también como complemento a la formación cristiana y catequética de cualquier niño.

¿Por qué es necesario un especial cuidado en formar a los niños que quieran ayudar en el altar?

Si en la celebración de la Misa somos asociados a la ofrenda de Cristo al Padre y a la liturgia eterna del cielo, podríamos decir que ayudar en ella es “oficio de ángeles”. El Libro del Monaguillo puede favorecer en los niños la toma de conciencia de la inmensa gracia que supone la cercanía al altar y la necesidad de realizar su cometido, no de cualquier manera ni tampoco buscando una perfección técnica o material, sino viviéndolo desde dentro, uniéndose y participando, cada vez más consciente y activamente, en el misterio infinito que se celebra y está contenido en la Eucaristía.

¿Cuáles son los diferentes niveles que se ofrecen en el libro?

El aprendizaje de un niño es progresivo y requiere elementos que motiven su perseverancia en el proceso de adquisición de conocimientos. Por este motivo, el contenido del libro está estructurado en tres niveles: iniciación, monaguillo, propiamente dicho, y especialización, en los cuales los diversos temas van siendo tratados de un modo cada vez más profundo, algo a lo que obedece también su diseño (fuentes de letras, colores, ilustraciones…). Esta concepción del libro busca estimular al niño en la superación de las diversas etapas. Su progreso va siendo marcado mediante el sellado por parte del sacerdote, en las páginas finales del libro, de los diversos apartados temáticos que el niño vaya superando y también mediante una celebración como conclusión de cada uno de los tres niveles, en la que se hace entrega del alba o de la sotana y del roquete, de la cruz y de la sagrada Escritura, respectivamente.

¿Por qué es importante dominar los conceptos más básicos antes de profundizar en el perfecto conocimiento de la liturgia?

Lamentablemente, la transmisión de la fe en las familias se ha ido perdiendo. El camino que, hace unos años, llevábamos recorrido de casa cuando entrábamos en catequesis, en muchos casos, ya no se ha hace. Por este motivo, el Libro del Monaguillo ofrece un recorrido pedagógico en el que, de las nociones más básicas, se va pasando a otras más profundas, intentando suplir, de algún modo, las carencias que algunos chicos puedan tener en los cimientos de la fe cristiana y en el cultivo de su vida espiritual.

¿Por qué es conveniente que el monaguillo vaya teniendo una formación cristiana integral?

El servicio de monaguillo no puede limitarse a ayudar materialmente a Misa, sino que ha de ir más allá. Lo que se pide a todo cristiano en cuanto a su participación en la celebración eucarística se les pide también a ellos, teniendo en cuenta, no obstante, su edad y su progresiva maduración humana y cristiana. Su cercanía al misterio ha de ser no solo física, sino también interior y se ha de concretar en el compromiso por conocer, cada vez más, a Jesús y amarlo. Los que hemos sido monaguillos sabemos que este paso no es impuesto, sino que brota, de modo natural, espontáneo y necesario, de la toma de conciencia de la presencia de Jesús en la Eucaristía.

Además, los monaguillos, aun en su corta edad, tienen un valor ejemplarizante ante toda la comunidad dentro y fuera de la celebración. De ahí, la necesidad de maduración y crecimiento en la consecución de una unidad de vida, de modo que lo que se vive sea fiel reflejo de lo que se celebra.

¿Cómo les ayuda el libro en darles a conocer los medios que tiene la Iglesia para crecer en la vida espiritual?

Junto a las nociones propias de la liturgia (nombre de ornamentos y de vasos sagrados, movimientos y cosas necesarias en el altar), el contenido del libro incluye breves catequesis sobre algunas virtudes cristianas, que son puestas en relación con la vida de algunos santos en quienes podemos verlas encarnadas, un pequeño oracional y una última sección que quiere orientar el compromiso de vida y ayudar al niño a hacer un planteamiento vocacional.

¿Por qué también este libro va orientado a suscitar la inquietud vocacional?

El fin último del libro es cultivar, nutrir y acrecentar la “cultura vocacional” en las familias, en las parroquias y en la diócesis, a la que nos está llamando el Papa Francisco. La formación cristiana y catequética de un niño, así como la pastoral con adolescentes y jóvenes, serían incompletas si no van orientadas a ayudar a que estos se encuentren con Cristo, crezcan en su amistad y hagan un planteamiento vocacional de su vida. Esta orientación es mucho más natural en quienes ayudan en el altar por su cercanía a los misterios de nuestra redención y al ministerio de los sacerdotes que, por la gracia del sacramento del Orden, los hacen posibles. Si un niño entra, de veras, en el misterio, es inevitable que se haga la pregunta: “Señor, ¿qué quieres de mí?”

Por Javier Navascués

1 comentario

  
Antolín
Ayer en misa vespertina en Madrid aparecieron un nilo, un jóven y un sacerdote en el altar. El sacerdote con casulla, y los otros con alba. ¡Delicioso! El niño miraba atento a los otros dos y actuaba. Gestos y acciones reverentes, el toque de campanilla, la ayuda en el altar. Un
niño, tan pequeño que no podía recibir la comunión, recibió la bendición.¡Precioso! Claro que viene a la mente de uno que quizá algún día los tres lleven casulla.
12/10/23 4:57 PM

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