El P. López Teulón analiza la reciente beatificación de 20 mártires andaluces, que sumarán 2128 en total

Entrevistamos al P. Jorge López Teulón, postulador de las causas de los mártires en la archidiócesis de Toledo, sobre los nuevos beatos andaluces y las circunstancias de su martirio.

¿Qué supone para la Iglesia española que el Papa haya aprobado recientemente la beatificación de veinte andaluces que fueron asesinados durante la persecución religiosa en 1936?

La alegría de retomar las beatificaciones de nuestros mártires que, después de una intensa cascada de celebraciones durante ocho años (2015-2022) parecía que se iban a paralizar. La última causa martirial que obtuvo la firma del Papa, como aprobación final, fue hace más de dos años: exactamente, el 24 de abril de 2021 -se trataba de un grupo de 12 redentoristas que fueron beatificados en Madrid, el 22 de octubre de 2022-. Las ceremonias de beatificación se retrasaron hasta 2022 [se celebró una en Granada el 26 de febrero; otra en Sevilla, el 18 de junio y la de Madrid] por el coronavirus.

Luego, lógicamente, porque las diócesis que sufrieron la persecución religiosa -en este caso la hispalense- logran elevar a los altares nuevos grupos de mártires que siguen alentándonos con su testimonio. Mártires para encomendarnos y mártires para imitar en las dificultades.

Los veinte asesinados, al ser reconocidos mártires, no requerirán de ningún milagro para llevar a cabo el protocolo de beatificación.

Efectivamente, cuando la causa de beatificación se sigue por vía de martirio, no se procede a la declaración de venerable. Para la beatificación de los mártires no es necesario el proceso del milagro. Por lo tanto, una vez aprobada la ponencia por los dos grupos -Comisión de Teólogos y Congregación de Cardenales y Obispos- se presenta al Santo Padre, el cual, si lo estima conveniente, procederá a promulgar el decreto por el que se aprueba el martirio del siervo de Dios, y ordenará su beatificación.

Todos los nuevos beatos fueron fusilados o asesinados al principio de la Guerra Civil. ¿Por qué al principio de la guerra?

La persecución no fue homogénea ni en el tiempo ni en el espacio en la retaguardia republicana. La mayoría de los martirios se produjeron en 1936 y primeros meses de 1937. Aunque, por ejemplo, el último obispo será asesinado el 7 de febrero de 1939: se trata del beato Anselmo Polanco, obispo de Teruel y faltaban dos meses para el final de la Guerra Civil.

Especialmente trágico fue el verano de 1936. Según Gabriel Jackson (1921-2019), «los primeros tres meses de la guerra fueron el período de máximo terror en la zona republicana. Las pasiones republicanas estaban en su cenit. Los sacerdotes fueron las principales víctimas del gangsterismo puro» [G. Jackson, La República española y la guerra civil, 1931-1939. Barcelona, 1976. Pág. 257].

La causa sevillana la forman en total 10 seglares y 10 sacerdotes…

El párroco Manuel González-Serna Rodríguez encabeza el listado total de 10 sacerdotes y 9 laicos martirizados y 1 seminarista. Entre ellos, además de sacerdotes, había una sacristana de 68 años, un abogado, un farmacéutico, un carpintero y varios miembros de consejos parroquiales. Aunque asesinados en la diócesis de Sevilla, los había de Huelva, Cádiz y Granada. El más joven era el seminarista Enrique Palacios Monrabá, tenía 19 años. Fue fusilado junto a su padre, Manuel Palacios Rodríguez.

El arzobispo emérito de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo recordaba que todos carecieron de un juicio regular y en su mayoría fueron encarcelados. Muchos de ellos “oraron, se animaron, confesaron y expresaron palabras de perdón para los verdugos”. La mayoría pertenecían a la Adoración Nocturna, Acción Católica o se significaron intentando impedir que se cometieran actos violentos en templos o mientras se celebraba la Santa Misa, como es el caso del sevillano Manuel Luque Ramos.

En este grupo destaca el sacerdote José Vigil, protomártir de la persecución religiosa española.

El sacerdote José Vigil Cabrerizo es el protomártir de la persecución religiosa es España. En la parroquia de San Jerónimo de Sevilla, hoy gastada por los efectos del tiempo, aún puede leerse el siguiente texto: «Diligite inimicos vestros. A la buena memoria del señor Don José Vigil Cabrerizo, presbítero, capellán rector de esta iglesia de San Jerónimo, gravemente herido por los impíos en la persecución marxista en la calle Conde de Ibarra la tarde del 18 de julio de 1936, y que consumó su heroico sacrificio al siguiente día, después de perdonar generosamente a sus verdugos y de rogar a sus padres [y hermanas] que también los perdonaran, imitando las lecciones del Divino Maestro. Exemplum enim dedi vobis (Jn 13, 15)».

El periodista Nicolás Salas (1933-2018) recogía extensamente el martirio de José Vigil en un artículo en 2016:

«El 18 de julio del año 1936, a las seis de la tarde entró una partida de comunistas armados de pistolas y de mosquetones en la casa de Conde de Ibarra, número 28, donde accidentalmente residía el presbítero D. José Vigil Cabrerizo, capellán encargado de la iglesia sita en la barriada de San Jerónimo de esta ciudad con sus padres y hermanas, en busca y persecución, según se decía, de los señores Fernández Robles, militantes de Falange Española, residentes en otro piso de la misma casa.

Estos señores se defendieron a tiros de la agresión, matando a uno de los comunistas, los cuales, irritados por ello y para vengar la muerte del compañero trataron de violentar la cancela, y no pudiéndolo hacer, forzaron la puerta de la habitación donde en compañía de su familia estaba dicho presbítero, el cual al sentirlos se presentó a ellos vestido de paisano por haberlo obligado así su padre. Al verle los comunistas, dijeron: Este es fascista, y le dispararon dos tiros en el hombro izquierdo, por lo que pidió a su madre un pañuelo para sujetar la sangre. Y como él hiciese protesta de no ser fascista, y como después de registrar ellos la casa no hallaron armamento alguno, por orden del que parecía cabecilla dejaron de disparar contra él, pero le obligaron a salir de la casa.

Ya en la calle, de otro grupo como de unos treinta comunistas, se abalanzó uno sobre él, lo registró, quitándole la cartera donde tenía su documentación, varias estampas que solía llevar consigo para darlas a los niños y ciento cincuenta pesetas que para Misas le había entregado una señora. De todo se apoderaron y, al ver las estampas, dijeron: Este es beato, disparándole otro tiro en el hombro izquierdo. Con esto parecía que se daban ya por satisfechos, pero cuando abrazado y llevado por sus padres y hermanas se disponía a volver a la casa, uno de los marxistas dijo: No lo dejéis que es el cura de San Jerónimo, y metiendo la pistola entre los cuerpos de su madre y hermanas le disparó otro tiro en el vientre, cayendo entonces al suelo, diciendo al caer: Yo los perdono como Dios Nuestro Señor perdonó a sus enemigos y rogando a los marxistas que no hiciesen nada a sus padres y hermanas.

Ya en el suelo quisieron darle otro tiro en la corona, pero como la hermana mayor cubrió la cabeza con su cuerpo, dijeron: «A las mujeres no hay que tirarles», e inclinándose uno de ellos le disparó otro tiro en la paletilla izquierda, pretendiendo con ello rematarlo. Quedó tendido en el suelo repitiendo varias veces: Yo los perdono, y diciendo a su familia: Rezad conmigo, y continuando, así como espacio de una hora, hasta que la partida de comunistas se alejó.

Después de esto, y habiendo su padre avisado a una ambulancia, fue llevado en ella al Hospital Central, donde después de reconocido por los facultativos de guardia, fue colocado en una cama de la sala de Nuestra Señora del Pilar. Enseguida pidió recibir los Santos Sacramentos, administrándole la Penitencia y la Extremaunción el Capellán de dicho establecimiento D. Francisco Jorquera. Quedó con esto muy tranquilo y resignado, hablando varias veces con su familia y con las religiosas que le asistían, sin pensar en las heridas mortales que padecía, hasta el punto de que al preguntarle su padre: -Hijo mío, ¿no te duele nada?, contestaba: -Papá, a mí no; yo no pienso sino que mi sangre y la de muchos españoles sea la salvación de España. También se le oía decir: -Padre mío, perdónalos, como yo los perdono; Virgen Santísima, procura que España sea libre del comunismo; Santa Teresita de Jesús, pídele a Jesucristo que se salve España.

A las cinco de la mañana preguntó a su hermana Cecilia si iba a oír misa, encargándole que lo hiciera así y rogase al Padre Capellán que le trajese la Sagrada Comunión, como así lo hizo, confesando además otra vez.

Al enterarse luego que su madre se preocupaba pensando quiénes fueron los autores de su muerte, dijo a una de sus hermanas: -Di a mamá que no diga tonterías ni piense quiénes fueron los que me han herido, que yo no conocí a ninguno y que si los hubiera conocido los perdonaría lo mismo que los perdono. Y en un momento en que quedó solo con su padre, le hizo jurar que no tomaría venganza de su muerte contra nadie y que perdonara a sus enemigos como él los perdonaba; y así continuó dando consejos a todos hasta las doce del día diez y nueve, hora en la que plácidamente expiró. Era el 19 de julio.

El cabeza de grupo fue ejecutado en la sacristía de la iglesia parroquial de la localidad sevillana de Constantina.

El primer mártir mencionado por el dicasterio es el sacerdote Manuel González-Serna Rodríguez. Nacido en Sevilla el 13 de mayo de 1880, fue ordenado sacerdote el 20 de septiembre de 1902 y nombrado párroco de Constantina el 30 de octubre de 1911. Detenido la noche del 19 de julio de 1936, el 23 de julio siguiente fue conducido a la iglesia parroquial de Constantina, donde tras sufrir todo tipo de insultos en la plaza pública fue ejecutado en la sacristía. Ya desde antes de su martirio, su fama de santidad era notoria entre los fieles.

¿Puede destacar de entre todos estos martirios heroicos algún testimonio especialmente significativo?

Me parece sobrecogedor el caso de Mª Dolores Sobrino Cabrera. Era una piadosa mujer de 68 años, comprometida con la parroquia de Constanina como sacristana. Fue asesinada el mismo día y en el mismo lugar que el párroco González-Serna. Una vez martirizados, profanaron ambos cadáveres y los dejaron en las calles hasta que, al día siguiente, un camión los llevó al cementerio.

¿Cuántos mártires canonizados y beatificados llevamos en total en la Cruzada Nacional y cuantos quedarían por beatificar?

Cuando llegue la beatificación de estos 20 mártires de la Archidiócesis de Sevilla la Iglesia en España contará con 11 santos y 2.117 beatos: 2.128 mártires de la persecución religiosa que habrán subido a los altares.

Los que están en las diferentes fases diocesanas o romana alcanzan otros dos mil.

Por Javier Navascués

1 comentario

  
Ángel Manuel González Fernández
Se llamaba Antonio Sáez Morón, sacerdote de la Archidiócesis de Sevilla, capellán de un conocido hospital sevillano y Mayordomo de la más popular y conocida cofradía sevillana.
Sobre las circunstancias de su muerte:
La Archidiócesis de Sevilla guarda silencio.
Los familiares del sacerdote guardan silencio.
La famosa cofradía donde fue Mayordomo guarda silencio.
He recurrido a periodistas sevillanos, a un catedrático e investigador sevillano, y al sacerdote del título del artículo, nada; eso si, me envió su bendición...
Lo único publicado sobre este caso se basa en el testimonio de un huido al Frente Popular, que afirmó que ese sacerdote fue mandado fusilar por Queipo de Llano porque le recriminó, que a los fusilados en la tapia del cementerio se les enterraba casi vivos en lugar de darles el tiro de gracia.
Pero nadie, nadie está interesado en esclarecer y escribir la verdad del destino final de este sacerdote: ni por amor a la verdad, ni por caridad cristiana, ni por nada.


30/06/23 9:03 PM

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