D. Rodrigo Menéndez Piñar habla del próximo Retiro de Nuestra Señora de la Cristiandad en Ávila

El P. Rodrigo Menéndez Piñar impartirá el Retiro de Cuaresma de Nuestra Señora de la Cristiandad que tendrá lugar el próximo fin de semana en Ávila. Reflexiona brevemente sobre un retiro, del que se agotaron las plazas hace ya varias semanas, señal del grandísimo entusiasmo y fervor en torno a este movimiento.

¿Qué supone para usted poder impartir el retiro de Cuaresma de Nuestra Señora de la Cristiandad?

Hay más alegría en dar que en recibir (Hch 20, 35). San Pablo nos transmite estas palabras de nuestro Señor Jesucristo. Nosotros podríamos glosarlas diciendo que recibe más el que da que el que recibe. Predicar unos días de retiro es siempre un regalo grande del Cielo para uno mismo, desde luego, porque experimenta el poder de Dios al verlo actuar a través de la insuficiencia del instrumento. El testimonio de los que en esos días se dedican especialmente a la oración, y la propia exigencia de predicar, hace que el primer beneficiado del retiro sea el predicador.

Si, además, se une que es convocado por la organización Nuestra Señora de la Cristiandad, el deseo y la dicha es grande, al poder poner un granito de arena en lo que ya es un pequeño monte y esperemos que, a no mucho tardar con el favor de Dios, una gran montaña en donde se adore al Padre en espíritu y verdad (Jn 4, 23).

¿Por qué es importante dar continuidad con diversas actividades durante el año a la peregrinación anual a Covadonga?

Toda peregrinación conlleva un camino penitencial. Pensemos en el camino de Santiago, por ejemplo. Lo más importante no será la ejecución material de las caminatas, llegando airoso a las distintas metas, sino la ordenación espiritual que le demos al hecho de caminar, como una figura de nuestra propia vida que ha de llegar a la meta de la Vida Eterna, sorteando obstáculos, perseverando en medio del cansancio o infundiendo ánimos a nuestros hermanos. Así, los retiros nos ayudan a mantener el espíritu, sin ceder a una mera motivación de disfrute estival que podría conducirnos a Covadonga el próximo julio.

Todo es don de Dios y también se debe disfrutar del descanso que supone la peregrinación, sea por cambiar de actividad, sea por emprender una más especial, con sus retos físicos y el contacto con la naturaleza. Pero sin duda no tiene que plantearse como unos días de vacaciones. Es un acto profundamente religioso. Por eso, incluso, en otros tiempos, se imponía como penitencia emprender una peregrinación que redimiera la pena, como con aquellos cuatro desdichados caballeros que asesinaron a Santo Tomás Becket en la catedral de Cantorbery, a los que se les impuso peregrinar a Jerusalén y permanecer allí como penitentes conversos.

Creo que, para aprovechar todas las gracias reservadas a la peregrinación de Covadonga, es muy conveniente esa preparación espiritual con la inyección de gracia que supone unos días de retiro.

¿Por qué es conveniente tener cada cierto tiempo unos días de retiro espiritual?

Esto es quizá más importante y más universal que la propia peregrinación. En España solemos llamar a unos días de retiro ejercicios espirituales, por la influencia tan grande que ha tenido su gran maestro, San Ignacio de Loyola, con su librito así llamado, una mina llena de tesoros. El papa Pío XI escribió una preciosa encíclica sobre los ejercicios espirituales. En ella explica que la más grave enfermedad que aflige a nuestra época, siendo fuente fecunda de los males que toda persona sensata lamenta, es la ligereza e irreflexión que lleva extraviados a los hombres. El hombre vive volcado hacia lo material, en una disipación continua que aparta del deseo de los bienes celestiales y que va enfangando el alma en los vicios más feos. Es el mundo. Y su viento siempre hace mella en el alma cristiana. Por eso el mismo papa nos dice: para curar esta enfermedad que tan reciamente aflige hoy a los hombres, ¿qué remedio y qué alivio mejor podríamos proponer que invitar al piadoso retiro de los Ejercicios espirituales a estas almas débiles y descuidadas de las cosas eternas? Y, ciertamente, aunque los Ejercicios espirituales no fuesen sino un corto retiro de algunos días, durante los cuales el hombre, apartado del trato ordinario de los demás y de la baraúnda de preocupaciones halla oportunidad, no para emplear dicho tiempo en una quietud ociosa, sino para meditar en los gravísimos problemas que siempre han preocupado profundamente al género humano, los problemas de su origen y de su fin, de dónde viene el hombre y adónde va; aunque sólo esto fuesen los Ejercicios espirituales, nadie dejaría de ver que de ellos pueden sacarse beneficios no pequeños.

Y es importante aprovechar el período cuaresmal, como tiempo propicio de renuncia y conversión.

Como sabemos todos, el tiempo cuaresmal es un tiempo de preparación purificadora para cosechar los frutos de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Es el tiempo penitencial por excelencia. Las ya conocidas prácticas cuaresmales (oración, ayuno y limosna) nos colocan en el espíritu de combate contra el pecado que, según la doctrina del Águila de Hipona, es aversio a Deo et conversio ad creaturas. En los días de retiro, tratamos de hacer lo contrario, incluso con el propio ambiente externo de silencio y soledad: apartarnos de las criaturas para volvernos hacia Dios.

¿Según que método y en qué condiciones va a impartir el retiro?

Al ser algo menos de tres días completos, se hace difícil plantearlo, por ejemplo, como una tanda clásica de ejercicios espirituales según el librito de San Ignacio. Él piensa en un mes de ejercicios. Lo habitual, especialmente en seglares, es tener mínimo 5 días. Nosotros, al estar en el inicio de la cuaresma, nos centraremos en los grandes misterios que vamos a celebrar en los días más sagrados del año y, desde ahí, podremos mirar la pars destruens de la obra de la Redención: el pecado; y también la pars construens de la misma: la vida nueva de la gracia.

¿Con qué actitud hay que venir al mismo para que dé fruto?

Creo que nada lo podría expresar mejor que el clásico adagio para los ejercitantes: ingredere totus, mane solus, egredere alius. Hay que entrar con todo lo que somos: problemas, luchas, tentaciones… con grande ánimo y liberalidad que diría san Ignacio, pues el Divino Cirujano ha de operar a corazón abierto; hay que permanecer solo o, como diría Santa Teresa acerca del alma, hacer cuenta que no hay en la tierra sino Dios y ella. Dios se comunica en la soledad, por eso “nos retiramos”; y sólo así, si los pasos anteriores están bien asentados, saldremos transformados, con el alma llena de grandes deseos, para trabajar en los anchos horizontes que se nos abren en la vida espiritual.

Háblenos de la importancia de vivir la liturgia en todo su esplendor.

La liturgia es fuente y culmen de la vida cristiana. Es la máxima expresión, en palabras de Pío XII, del oficio sacerdotal de Jesucristo, continuado por la Iglesia. Para el cristiano siempre tiene el primer lugar. Así, nosotros, sabiendo que lo esencial son los sacramentos, cuya eficacia no depende del esplendor litúrgico (su eficacia es ex opere operato), sabemos también que la aplicación de esa eficacia sí que puede ser impedida, en mayor o menor grado, por las disposiciones del que los recibe. Por esta razón, damos mucha importancia a todo lo que rodea a los sacramentos en la celebración litúrgica y que dispone el alma a la recepción fructuosa de los mismos. El rito litúrgico (que adyacente al sacramento actúa ex opere operantis Ecclesiae) influye mucho, como la experiencia nos enseña. Celebrar los sacramentos según el Vetus Ordo nos coloca con mucha facilidad ante la majestad de Dios y la sacralidad de todos los misterios que nos unen con Él.

¿Qué supone darlo en Ávila, una ciudad amurallada, que rezuma la espiritualidad  teresiana?

Cuando uno contempla Ávila, no puede dejar de pensar en la imagen teresiana del Castillo Interior, como representación del alma. Hay que atravesar esas murallas, hacia las moradas más internas, para hallar ese tesoro escondido que está dentro de nosotras mismas. A la intercesión de la Doctora mística confiamos el fruto del retiro, pues ella, mater spiritualium, puede ser la mejor compañera y maestra en la búsqueda de Dios.

Por Javier Navascués

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