El secreto de Dante Alighieri, el mayor poeta católico de la historia. Entrevista a César Félix Sánchez

César Félix Sánchez Martínez es doctor en humanidades por la Universidad de Piura (Perú). Ha sido director de estudios del Seminario Arquidiocesano de San Jerónimo de Arequipa, donde actualmente se desempeña como profesor de diversas materias filosóficas. Preside la filial arequipeña de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino.

Con motivo del 700 aniversario de su muerte en esta entrevista analiza la figura de Dante Alighieri y explica por qué es considerado el mayor poeta católico de todos los tiempos.

¿Quién fue Dante Alighieri?

Dante Alighieri nació y creció, según sus propias palabras, «al pie del Arno bello / en la gran villa» (Inf. XXIII, 94-95), es decir, en Florencia, en 1265 –eso lo sabemos gracias al demonio Malacola (Infierno, círculo VIII, pozo V) – en el seno de una familia patricia algo venida a menos. Luego de recibir una formación cuidadísima en las siete artes liberales y en la escolástica –que para ese momento ya estaba bastante consolidada– , se vio involucrado en las luchas políticas en su ciudad natal, sin abandonar su quehacer poético fecundo.

Este compromiso político, al que acude, no buscando figuración ni «pasar el tiempo» o satisfacer complejos y resentimientos psíquicos (como tantos de los que en nuestros días se «comprometen»), sino como atraído por una suerte de necesidad trágica que llevaba a las personas de su condición a comprometer vida y hacienda en luchas partidarias que ahora nos parecen indescifrables pero en las que se comprometía el destino de la patria. Tuvo que exiliarse y padecer la confiscación de sus bienes y una condena a muerte in absentia. Eso no impidió que, aun en vida, sus escritos circularan profusamente y que ganase una fama como genio poético incomparable; fama que solo podría parangonarse con la de Virgilio, más de mil doscientos años antes que él y con figuras míticas como Homero. Falleció en Rávena en la noche entre el 13 y el 14 de septiembre de 1321.

Respondiendo en síntesis a su pregunta diré que Dante fue el más grande poeta cristiano de todos los tiempos.

¿En qué se basa para afirmarlo?

En el aspecto literario, por lo que Thomas Mann llama «lirismo profético», una elevación de un talento poético innato, que sabe utilizar su instrumento, el toscano vernáculo creado por él como vehículo literario, para expresar realidades muy profundas. En el plano filosófico y teológico, su obra mayor, la Divina Comedia es, como veremos más adelante, una expresión de la cosmovisión católica en todos los planos, y la mayor de todas realizada desde las artes literarias; comparable, como se ha dicho muchas veces, a la arquitectura sagrada gótica, al canto gregoriano y la polifonía palestriniana o a las Summae tomistas y bonaventurianas. Además, su obra poética en general esconde un secreto, que revelaremos en una pregunta ulterior.

¿Cómo fue su vida de piedad, su ejemplaridad?

Tenía alma de contemplativo. En él se vive a la perfección esa idea de Ezra Pound del poeta como «antena permanente» y la de Martin Heidegger del poeta como pastor del ser y cantor de lo sagrado. En medio de su vocación de laico casado y padre de familia, que vivió con integridad, y de sus múltiples actividades públicas, sabía encontrar el secreto del origen y finalidad divinos del ser, a través de esa «lengua del alma» que, según Cervantes, es la poesía.

En este punto conviene citar a Benedicto XV quien, en una encíclica de 1921 titulada In praeclara summorum dedicada a conmemorar los seiscientos años de su muerte, dice lo siguiente: «nuestro Poeta durante toda su vida profesó la religión católica de una manera ejemplar, se puede decir que es conforme con sus deseos que esta solemne conmemoración se haga bajo los auspicios de la religión, tal como se hará en San Francisco de Ravena; sin embargo, comenzará en Florencia, en su bellísimo templo de San Juan, al que, en los últimos años de su vida, exiliado, dirigía su pensamiento con intensa nostalgia, anhelando y suspirando ser coronado poeta en la misma fuente donde, de niño, había sido bautizado».

¿Por qué la Divina Comedia está considerada una de las obras cumbres de la literatura universal?

Hay tantas razones como para varias entrevistas. Precisamente hay una Enciclopedia Dantesca editada en varios volúmenes…La riqueza de niveles de interpretación de la Comedia es monumental. Pero creo que lo que ha hecho que nunca decaiga el interés por esta obra es que nos revela al homo viator arquetípico, de todas las épocas, que es una suerte de microcosmos, en donde la imago ac similitudo divina se yuxtapone y, por lo general contiende, con las pasiones animales y el hybris luciferino.

Una obra que nos hace meditar sobre una verdad de fe, hoy un tanto olvidada por algunos, la existencia del infierno….

El Infierno dantesco nos enseña la profunda seriedad y trascendencia de los actos humanos y es un llamado a la responsabilidad para con Dios y el prójimo. Es curioso que muchos teólogos heterodoxos en nombre de la dignidad humana y de la bondad de Dios nieguen la eternidad de las penas o el infierno mismo.

Incluso se sostiene que un Dios bueno no condenaría a una criatura a padecer por toda la eternidad. Lo que ignoran estas visiones es que precisamente la dignidad humana, su imagen y semejanza con Dios, hace que nuestros actos en el tiempo tengan efectos en la eternidad. En el transcurso del periplo dantesco por el Infierno los distintos personajes con los que se encuentra dan testimonio de esta trascendencia de los actos voluntarios de las criaturas racionales. La Divina Comedia reafirma esa verdad cristiana esencial: a saber, que el mundo y el tiempo no son absolutos, sino radicalmente insuficientes, pero a la vez tienen carácter decisivo en nuestro destino eterno. La Divina Comedia no solo es una justificación de los designios de la Providencia sino también una reivindicación del don de la libertad y de la vocación trascendente de las personas creadas.

Por otro lado, el Infierno nos revela la tragedia gigantesca de la condenación y la psicología de las criaturas condenadas, que, más allá de su radical separación de Dios, conservan su condición de personas racionales. En este punto, destaca, en el noveno y último círculo del infierno, Judea, dedicado a los traidores, la descripción del «césar del imperio doloroso», de Lucifer, que en medio del hielo, devora a los pecadores, es decir, traiciona a aquellos que le sirvieron más en esta vida y, mientras lo hace, llora, porque no solo los odia a ellos sino a sí mismo.

Además de la genialidad, ¿qué podemos decir de su ortodoxia? ¿Cómo recibió la obra la Iglesia en su tiempo?

La recepción fue entusiasta desde el inicio, incluso en círculos eclesiásticos. Los cuestionamientos a su ortodoxia vendrían mucho después, a partir del Romanticismo, a través de interpretaciones bastante discutibles de su obra poética, que lo hacen esotérico o sostenedor de doctrinas heterodoxas o extravagantes. Dante se habría horrorizado de tales lecturas. Sin embargo, lo que sí despertó polémica fue su visión política, expresada en su tratado De Monarchia. Aquí Dante parece reivindicar la condición perfecta simpliciter del estado respecto de la Iglesia y cuestionar la tesis de la autoridad temporal directa universal del Sumo Pontífice.

Sobre este punto, Benedicto XV, en la encíclica ya citada, dice lo siguiente: «Verdaderamente Alighieri atribuye extraordinaria autoridad a la Iglesia Católica y al poder del Romano Pontífice, tanto que, en su opinión, son válidas todas las leyes e instituciones de la Iglesia que por él han sido dispuestas. De ahí aquella enérgica advertencia a los cristianos: como tienen los dos Testamentos, y al mismo tiempo al Pastor de la Iglesia por el que son guiados, deben sentirse satisfechos con estos medios de salvación. Por lo tanto, afligido por los males de la Iglesia como si fueran suyos, deplora y condena toda rebelión de los cristianos al Sumo Pontífice después de trasladada la Sede Apostólica desde Roma (…) Así define a la Iglesia Romana, “madre piadosísima", “Esposa del Crucificado", y a Pedro como juez infalible de la verdad revelada por Dios, a quien se debe sumisión absoluta en las cuestiones que se deben creer y hacer para la eterna salvación. Por tanto, aunque cree que la dignidad del Emperador proviene directamente de Dios, declara que esta verdad no debe entenderse tan estrictamente que el Príncipe Romano no se someta en algunos casos al Pontífice Romano, tal como la felicidad terrenal de algún modo se ordena a la felicidad eterna.

Un principio verdaderamente excelente y sabio, que si se observara fielmente también hoy, sin duda, produciría abundantes frutos de prosperidad para los Estados. Pero, se dirá, que él criticó con rudeza y acritud a los Sumos Pontífices de su tiempo. Es verdad; pero contra aquellos que discrepaban de él en política y que él creía que estaban del lado de aquellos que lo habían expulsado de su tierra natal [y] (…) ¿quién podría negar que en ese momento había cosas reprobables en el clero, que en su ánimo, tan devoto a la Iglesia, produjese tristeza y disgusto?, más cuando sabemos que incluso hombres insignes por su santidad lo reprobaban severamente. Sin embargo, cualquiera que haya sido su invectiva y reprobación, con razón o equivocadamente, contra eclesiásticos, nunca disminuyo en él, sin embargo, el respeto debido a la Iglesia y la reverencia al Poder de las Llaves; porque, en su tarea política intentó defender su opinión ” para la defensa de la verdad, con aquel respeto que un hijo piadoso debe usar hacia su padre, piadoso hacia su madre, piadoso hacia Cristo, piadoso hacia la Iglesia, piadoso hacia el Pastor, piadoso hacia todos los que profesan la religión cristiana"».

Gran lección para nuestra época. Dante no tiene empacho en colocar a papas de su tiempo en el infierno y Benedicto XV, con la grandeza y pulcritud de la mente católica de otrora, sostiene que esa crítica puede ser fundamentada e incluso piadosa. Jamás hubiera dicho, por ejemplo, que Alighieri hacía la obra del diablo por sus formidables invectivas contra Bonifacio VIII.

Al ser una transición de la Edad Media al Renacimiento, ¿puede considerarse en ese aspecto un tanto decadente?

Dante nace en 1265, cuando santo Tomás de Aquino terminaba de escribir la Summa contra gentes y estaba de regreso en Italia, en la corte pontificia de Orvieto. El año en que Dante ve por primera vez a Beatriz y se enamora (1274) es el mismo de la muerte del Aquinatense. Finalmente, Dante fallece dos años antes de su canonización. Así que, si bien alcanza a vivir ya el papado de Aviñón y las desarmonías entre imperio y sacerdocio que caracterizan el inicio del siglo XIV, su pensamiento es plenamente medieval, entendiendo por esto que es teocéntrico, jerárquico y contemplativo.

Si, como sostiene Jacob Burckhardt, lo que define al Renacimiento es el desarrollo de la autocomprensión del individuo como autónomo, Dante todavía está lejos de eso. Si bien hay una singular dignidad en el drama de cada uno de los personajes condenados al Infierno, por ejemplo, no se les vindica por su virtù política o por cualquier elemento inmanente, sino por la gravedad de sus decisiones morales vinculadas a un orden divino previo al hombre y no creado por él. Además, tanto la comunión de los santos como la comunión de la iniquidad se encuentran presentes en todo el poema.

A diferencia del primer humanismo de Francesco Petrarca y de otros letrados del siglo XIV y XV, Dante no desdeña la especulación escolástica en aras de la retórica y los estudios literarios. Todo lo contrario, estudió profundamente la filosofía y la teología y es aquí donde se revela su condición de culmen literario y artístico de su época. Un siglo antes, la síntesis dantesca habría sido imposible, pues requería de una dosis de aristotelismo tomista, que Dante, como pocos en su tiempo, poseía y que solo se decanta en la Baja Edad Media. Así, por ejemplo, tenemos una de las más penetrantes explicaciones de la composición hilemórfica realizada por Virgilio, en el contexto de una defensa de la ética clásica de la virtud y de la condición libre de la voluntad humana (Purg. XVIII, 49 y ss.)

Pero, más allá de adscripciones temporales, Dante es universal y su mensaje está vigente para todas las épocas.

¿Qué aplicación puede tener para el hombre moderno?

«A mitad del camino de la vida / yo me encontraba en una selva oscura / con la senda derecha ya perdida» (Inf. I, 1-3). Así comienza la aventura espiritual del poeta en la Comedia. ¿Qué representaba esta vivencia, este hallarse perdido en una selva oscura? Algunos comentaristas sostienen que fue una gran tentación de desesperación que el poeta sufrió el Viernes Santo de 1300. En medio de su angustia, salen a su encuentro tres animales: en primer lugar un guepardo o pantera, que representa tradicionalmente la lujuria y los bienes sensibles del mundo, que el poeta puede fácilmente espantar con su cordón franciscano, que representa la templanza, pero inmediatamente entra en pavor al ver a otras dos fieras: un león llamado Superbia y una loba delgada, que representa la ambición política. Ahí es cuando parece flaquear. En ese instante, aparece Virgilio, que representa la razón y contemplación naturales, que le dice: «Te conviene emprender distinto viaje (…) / para dejar este lugar salvaje». Virgilio se revela como un enviado de Beatriz, la amada del poeta, que representa la revelación y contemplación sobrenaturales, y le anuncia en viaje por los lugares más profundos del universo, un tránsito angustiante y necesario, para poder elevarse a lo divino.

El hombre moderno se encuentra, más que nunca, en una selva oscura. Incluso podríamos decir que los tres animales ya lo están comenzando a devorar. Y la gran tentación es la desesperación de los buenos, que ven como el mal triunfa en todas partes. Para remediar esta situación de alejamiento de lo divino, para «emprender distinto viaje» se requieren dos elementos: en primer lugar, la recta filosofía y la belleza transformante, que solo una formación clásica puede darnos, para purificar la mente y prepararla para la theosis sobrenatural, la divinización, que nos llevará por el Amor Creado al Amor Increado; y, en segundo lugar, tener que pasar por el Infierno, es decir, por una situación límite, que es donde, según Karl Jaspers, se revela lo Trascendente.

Quizás este Infierno de tiranía sanitaria global, perversión de las buenas costumbres y apostasía en la Iglesia sea un tránsito necesario para nuestra corrección moral y espiritual y sea el preludio de algún tipo de restauración.

Y es aquí donde contemplamos el secreto de Dante. La exhortación de Dante al hombre de todas las épocas es que debe ser fiel al Amor. ¿A qué Amor? «Al amor que mueve el sol y las otras estrellas»» (Paraíso, XXXIII, v. 145), como dice el último verso de la Comedia. Aquí Dante se une a una tradición filosófica que se remonta a Diotima de Mantinea, la maestra de Sócrates, según El Banquete platónicoy que culmina en la quarta via de santo Tomás: que el amor por las cosas creadas, en sus distintos grados de perfección, es un impulso que nos eleva al Amor por lo Increado y nos hace recuperarnos a nosotros mismos.

Por Javier Navascués

1 comentario

  
templario
Con la que está cayendo viene al pelo esta cita.
Dante Alighieri: los lugares mas oscuros del infierno están reservados para aquellos que mantienen su neutralidad en tiempos de crisis moral.
Non Nobis.
27/12/21 1:38 PM

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