Cine para pensar, un libro de Mª Ángeles Almacellas, con un trasfondo de valores católicos

Mª Ángeles Almacellas es doctora en Filosofía y CC. de la Educación (UCM), licenciada en Filología Hispánica y diplomada en Formación Teológica.Tambiém es experta en “Educación en Virtudes a través del Cine” y profesora de la Escuela de Pensamiento y Creatividad y responsable de “Cine y valores” de la Fundación López Quintás, a cuyo patronato pertenece. Igualmente es crítica de cine y colaboradora de Pantalla 90 y CinemaNet. Es miembro del Círculo de Escritores Cinematográficos (CEC) y vicepresidenta de SIGNIS-España (Asociación Católica Mundial para la Comunicación). Pertenece a los jurados de los premios cinematográficos Alfa y Omega; ¡Qué bello es vivir! y Personaje, de CinemaNet. Autora, entre otros títulos, de Educar con el cine (EIUNSA, 2004), Camino hacia la madurez personal (Desclée De Brouwer, 2009), Seguir educando con el cine (Digital Reasons, 2015) y, en colaboración con Ninfa Watt y Juan Orellana, Manual de crítica de cine (CEU Ediciones, 2019).

¿Por qué un libro titulado Cine para pensar?

Los buenos guiones cinematográficos expresan experiencias humanas muy hondas que nos llevan a la reflexión. Pero interpretarlo hasta sus últimos detalles requiere un referente antropológico bien articulado que nos permita llegar hasta la experiencia profunda que late bajo el argumento de una película.

El buen cine da que pensar, pero antes hay que saber “pensar el cine”.

Si aprendemos a pensar bien y a aplicar una mirada penetrante, nuestra visión trasciende lo superficial para llegar a lo más hondo, no nos quedamos solo en la trama argumental sino que profundizamos hasta la actitud vital de cada personaje y entendemos el sentido profundo de sus actos. Esto constituye una gran lección de sabiduría.

¿En qué medida el cine es un espejo de la vida?

Decía Julián Marías que puede haber una antropología cinematográfica porque el cine es con métodos propios un análisis del hombre una indagación de la vida humana. Y así es, efectivamente, el cine es un espejo de la vida, muestra la realidad del hombre:

a) En sus elecciones y relaciones – Personajes: Cada uno de los seres que figuran en la trama argumental actúan, deciden, se relacionan según un código ético determinado.

b) En su acontecer – Argumento: Sucesión de hechos, episodios, situaciones… que tienen lugar en la película.

c) Desvelando su misterio – Tema: La experiencia humana profunda que subyace bajo el argumento.

Aunque hay que reconocer que no pocos espectadores, cuando ven una película, se quedan solamente en la línea argumental. Ni saben, ni les interesa ir más allá de los hechos y las acciones superficiales. Sin embargo, si uno es capaz de penetrar el argumento para descubrir, a través de él, la historia humana que late en el fondo, gana una visión clara y amplia de aspectos esenciales de la vida misma e incluso descubre formas de orientar su propia existencia. De este modo el cine, como espejo de la vida, constituye toda una lección de sabiduría.

Una vez un joven le dijo a un sacerdote que era muy aburrida la contemplación y este le respondió: ¿qué te crees que haces cuando vas al cine? Un ejemplo que queda muy incompleto por su simplicidad, ya que son dos realidades que no se pueden extrapolar, ¿Qué opina?

Sinceramente pienso que ni ese joven tenía la más remota idea de lo que es la contemplación ni el sacerdote en cuestión tenía ni la más remota idea de lo que es el cine.

En palabras de Teresa de Jesús no es otra cosa oración mental sino tratar de amistad con quien sabemos nos ama. La oración de contemplación no es en absoluto una actitud pasiva irreflexiva y aburrida. Exige participación, actitud de apertura, dejarse impregnar de asombro y llenar de Dios. “No es otra cosa oración sino tratar de amistad con quien sabemos nos ama”, decía santa Teresa. Participar de un encuentro personal con el Dios que se revela en Jesucristo, contemplar a ese Dios en su humanidad, entregándose, confiándose a él, dejarse envolver con su amor…, decir que esto puede ser aburrido es no haberse enterado de nada.

Pero la respuesta del sacerdote no es menos absurda. Cuando sigo la trama argumental de una película, sigo sus peripecias, me involucro, vibro con los personajes, me identifico con ellos o me producen rechazo. Mejor habría hecho el sacerdote en involucrarse con el joven y enseñarle a orar.

El cine de mero entretenimiento, al no hacer pensar al espectador, parece que no aporta nada.

No forzosamente, todo tiene su espacio y su momento. Quizá por la noche, después de una jornada dura de trabajo, cuando la cabeza ya está muy espesa y llena de inquietudes que no acaban de dejar sosiego, sea más recomendable una película entretenida, que distraiga, que sea un regalo para la vista y un reposo para la mente.

Lo importante es que esté bien hecha técnicamente y que el contenido tenga lógica interna, aunque sea una película en cierto modo superficial.

Hay películas, como algunos musicales, por ejemplo, que son puro entretenimiento, pero que son muy agradables de ver. O películas cómicas, que nos hacen pasar dos horas de risas sin ninguna complicación.

¿En ese sentido, como diferenciar el buen cine del cine superficial?

No creo que pueda darse una respuesta genérica. Pienso que el único modo de juzgar es viendo la película. A veces, el nombre del director ya nos da una pista de lo que podemos esperar, pero no lo sabemos a ciencia cierta hasta que la vemos.

También es válido dejarse guiar por la opinión de un crítico que merezca nuestra confianza antes de decidir ir a un cierto cine.

El buen cine, ¿podríamos decir que es el cine para recrearse, para saborearlo?

El cine es considerado el séptimo arte y tiene una cosa muy curiosa y es que en sí encierra todas las artes. La relación del hombre con cualquiera de las artes es una relación participativa, lúdica en el mejor sentido de la palabra. El buen cine nos invita a adentrarnos en él, a participar de la historia fílmica y a saborear su belleza.

Pero incluso el llamado buen cine puede fomentar sutilmente estereotipos anti católicos.

El cine tiene una capacidad de influencia extraordinaria. Desde siempre ha influido en modas, ha influido en gustos, en costumbres, etc. Un cineasta hábil puede perfectamente hacer llegar su mensaje sin que el espectador apenas se aperciba de ello. La capacidad de influencia del cine, de las películas y de las series que ahora están de moda, es tremenda.

En general, en la vida, es muy importante enseñar a las personas, sobre todo a niños y jóvenes, a saber pensar bien, a saber descubrir las artimañas y las añagazas de los manipuladores. Solo una solida formación puede ser el antídoto contra la manipulación. Es un tema muy grave, porque la manipulación bien organizada puede destruir una sociedad.

Concretamente en el ámbito del cine, saber estar alerta ante los manipuladores implica ser espectadores críticos.

Algunos denuncian que hoy en día el cine está muy degradado y que es contracultura.

Yo no creo que el cine esté degradado ni que sea un instrumento de la contracultura. Hay buen cine, cine mediocre y mal cine.

Sin duda es un buen instrumento educativo, pero, por lo mismo, también puede ser un instrumento para la deformación humana.

Hay productos cinematográficos muy adecuados para iluminar páginas de la historia, conocer actitudes perversas de muchas personas o sociedades y recibir el testimonio de auténticos héroes en la defensa de los grandes valores. Pensemos por ejemplo en Sophie Scholl. Los últimos días, del director alemán Marc Rothemund (2005). Es una película actual, muy bien documentada y que refiere con fidelidad los hechos que sucedieron. Reflexionando bien el film, haciendo un análisis riguroso, podríamos enumerar algunos de los valores que destacan: verdad, bien, dignidad, patriotismo, familia, confianza en Dios, religiosidad, oración, libertad…

Y es solo un ejemplo. Hay muchas películas actuales llenas de valores. No subproductos, sino películas de una gran calidad.

Háblenos de la importancia de una sólida formación católica para poder discernir y tener criterio.

Bueno, supongo que los no católicos también deben aprender a discernir y a formarse criterios. Nada de lo humano es ajeno a lo cristiano.

Dios creó el mundo y vio que era bueno. No debemos tener miedo ni encerrarnos en una especie de “gueto” moral. Lo esencial de ser cristiano es la adhesión a Jesucristo y eso, evidentemente, da un fundamento a todas nuestras ideas y actitudes vitales. Y supone también la exigencia de “ser perfectos como nuestro Padre es perfecto”. Una exigencia, pero no la exclusividad.

También muchos se quejan de que en el cine actual hay una superficialidad e infantilización de los guiones, de los diálogos…¿está de acuerdo?

No estoy en absoluto de acuerdo. Y no hay más que repasar las películas estrenadas en el último año para comprobar que hemos tenido obras francamente muy buenas, nada superficiales y con personajes de una gran hondura.

Solo por citar algunos títulos estrenados en el 2020: Vida oculta, de Terrence Malick, estrenada en febrero; Entre la razón y la locura (Farhad Safinia), en mayo); El oficial y el espía (Roman Polanski), en enero; Un amigo extraordinario (Marielle Heller), en agosto. Por supuesto hay muchas más películas de calidad que han llegado a nuestras pantallas o a las plataformas en los últimos tiempos.

 

Por Javier Navascués

1 comentario

  
Manu
Un gran libro que puede hacer mucho bien
, al igual que la filosofía de D. Alfonso López Quintás.
06/02/21 9:08 PM

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