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5.10.23

Marcelo Gullo desvela algunos de los entresijos de su nuevo libro Lo que América le debe a España

Marcelo Gullo Omodeo es argentino, profesor de la Universidad Nacional de Lanús y de la Escuela Superior de Guerra, Doctor en CC. Políticas por la Universidad del Salvador (Buenos Aires) y ha realizado estudios de postgrado en la Universidad de Ginebra y en la Escuela Diplomática de Madrid. Un geopolitólogo hispanista cada vez más en alza que ha alcanzado un notable reconocimiento por su anteriores libros, Madre Patria.Nada por lo que pedir perdón.

En esta ocasión le entrevistamos por el más reciente Lo que América le debe a España.

¿Por qué decidió escribir este nuevo libro titulado lo que debe América a España?

Porque Hispanoamérica le debe su unidad sustancial a España, de manera que de Madrid a Kiev o de Granada a Berlín hay más distancia psicológica, sociológica y cultural que de Lima a Sevilla o de Buenos Aires a Salamanca. Los pueblos que se extienden desde los Pirineos a Acapulco y desde California a Tierra del Fuego conforman en sustancia un solo pueblo, un único pueblo, aunque, como resultado de la leyenda negra, hayan perdido la conciencia de su unidad de destino.

Porque Hispanoamérica le debe a España su ser, aquello que le hace ser lo que “es” en el mundo: un “pueblo continente”, que se extiende desde México hasta Argentina, una única nación dividida en repúblicas, pero una sola nación, una nación inconclusa.

¿Por qué sostiene en el mencionado trabajo que América le debe el ser a España?

Porque la identidad de un pueblo, su “ser”, aquello que le hace ser lo que es, no viene dada por su sangre o por el color de la piel, sino por la lengua y los valores, en definitiva, por su cultura profunda que deriva siempre de una “Fe Fundante” que en nuestro caso es catolicismo. Desde California hasta Tierra del Fuego, la Iglesia fomentó el sincretismo en la forma de la fe —es decir, su expresión artístico-cultural, arquitectónica, musical, festiva, etc.—, pero en ningún caso en la esencia de la fe. De ahí que, por ejemplo, un católico de Jalisco era, en sustancia, idéntico a un católico de Sevilla. El cristianismo en Hispanoamérica fue absolutamente ortodoxo, porque ninguno de los pilares de la fe se adulteró. Por eso, cuando a la unidad religiosa le siguió la unidad lingüística —con la asunción, voluntaria, de la mayoría de la población hispanoamericana del español como lengua madre— se conformó, si atendemos a la sustancia y no a la forma, un único pueblo.

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