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9.05.23

El P. Jesús Silva explica por qué, propiamente hablando, no existe una vocación a la soltería

Jesús María Silva Castignani nació el 18 de junio de 1983. Es el número 13 de 14 hermanos. Recibió la vocación sacerdotal y el 3 de mayo de 2008 fue ordenado sacerdote. Además de los estudios de teología, se ha especializado en latín y griego, y es licenciado en teología patrística. Ha acompañado durante años a muchos jóvenes, lo que le ha llevado a implicarse personalmente en esta pastoral, impartiendo charlas, coloquios y conferencias sobre afectividad y sexualidad en parroquias, colegios y universidades. Es autor del libro Virginidad 2.0. (Freshbook, 2017) Sexo: cuando y por qué (Palabra, 2018); Te amarás a ti mismo como Dios te ama (Palabra, 2019); Célibes y felices (Nueva Eva, 2020); Dios quiere hablar contigo (Nueva Eva, 2020); Tensión en pareja (Nueva Eva, 2021); El fracaso del ateísmo (Palabra, 2022). Actualmente es párroco de las parroquias San Isidoro, San Pedro Claver y Virgen del Castillo. Es también capellán del colegio Cristo Rey, en el barrio de Pinar del Rey. Tiene también una amplia pastoral en las redes sociales a través de Instagram, Tiktok, YouTube, Twitter y Facebook.

¿Existe una vocación a la soltería?

Propiamente hablando, no existe una vocación a la soltería. Clásicamente se divide la vocación de estado en 3 fases, la vocación al sacerdocio, a la vida consagrada y al matrimonio, porque la vida es para entregarla y no para guardársela. Sin embargo, la Iglesia siempre ha contemplado que hay personas que por diversas circunstancias se quedan solteras. A estas personas se les habla de una especie de vocación en un sentido derivado. Se les recuerda que la vida es para entregarla, no para guardársela, y que la soltería no puede ser signo de un guardarse la vida para el propio disfrute y para el propio goce, sino que deben encontrar el modo en que Dios les pide que entreguen su vida. Con las circunstancias actuales, en las cuales hay tantas personas que se han quedado solteras o están divorciadas o abandonadas, o por otros muchos problemas, hace falta abordar el tema de la vocación a la soltería de un modo nuevo. Este modo nuevo no niega el valor y la importancia de la vocación tradicional en los 3 estados. Sin embargo, reconoce que existen situaciones en las cuales las personas se quedan solteras y les recuerda que no son abandonados de Dios, sino que Dios les ama y que conociendo sus circunstancias y sabiendo que iban a quedarse así, les llama a entregar la vida y a buscar una vocación dentro de su soltería.

Pero bien es cierto, que son cada vez más las personas que no sienten atracción por la vida matrimonial…

La vocación a la soltería no es una cuestión de atracción o no atracción hoy en día, con la deconstrucción de la familia y la ideología de género el relativismo, el hedonismo, el subjetivismo y el individualismo, se está fomentando un estilo de vida en el que uno se busca a sí mismo. Este no es el ideal cristiano, el ideal cristiano es entregar la vida. Jesús dice que el que quiera guardar su vida, la perderá y el que entregue su vida por mí, la encontrará. Y esa sigue siendo la clave de toda vocación cristiana. Por tanto, no hay una vocación a la soltería, en el sentido de que alguien sienta que no le apetece casarse. Sino que uno debe buscar su vocación o bien a la vida consagrada o al sacerdocio o al matrimonio, pero puede que por circunstancias se quede soltero. Solo en este caso podríamos hablar de una vocación a la soltería. No por renegar de la vocación matrimonial o religiosa, sino por otros motivos.

¿Por qué siempre se da por hecho que lo normal es casarse?

Porque la vocación natural del hombre es a casarse y multiplicarse, tal y como recoge el libro del Génesis en sus comienzos. Dios creó al hombre y a la mujer diferentes y complementarios para que se unan y así se completen mutuamente, de modo que puedan procrear y entregarse. La vocación natural del hombre es, por tanto, el matrimonio. Es aquello que está inscrito en nuestra misma corporalidad y en la esencia de nuestra alma. A veces surge una vocación sobrenatural como la vocación a la consagración o al sacerdocio, que sublima la tendencia sexual normal del cuerpo y la convierte en entrega a través del celibato. Por eso podemos decir tranquilamente que lo normal es casarse. Pero también es sobrenatural recibir una vocación de consagración y hay personas que se quedan solteras por circunstancias diversas y que dentro de esa situación, que no entra en los patrones clásicos, se puede encontrar un camino para la realización que consiste en entregar la vida, sea como sea la forma que esto tome.

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