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27.04.23

Antonio García Cortés, un maestro que ha recuperado la tradición de la cerería medieval

Antonio García Cortés. Maestro y obrador de la tradición cerera, ha trabajado diferentes modalidades artísticas en proyectos relacionados con la fotografía, la escultura y la música. También ha tenido multitud de colaboraciones con cantantes, poetas, ceramistas, diseñadores y pintores, en colegios y en diferentes eventos culturales. Apasionado por el canto gregoriano y la liturgia tradicional a la que se entrega en cuerpo y alma. Vinculado con la Iglesia en labores de sacristán y acólito. Contacto: [email protected]

¿Cómo nació tu inquietud por la cera en general?

Desde pequeño mi familia, de una manera o de otra, tuvo relación con la apicultura. Esto me hacía pensar que todas las velas de cera que había en el mercado estaban hechas de cera de abeja. Me di cuenta de que eso no era así, que la mayoría eran de parafina (derivado del petróleo), que en última instancia es algo sintético y tóxico. Me empecé a familiarizar con este material un poco a ciegas y a conocer apicultores. Esta primera toma de contacto me daría un bagaje para después entender las características de la cera.

¿Cómo, antes incluso de tu conversión, pudiste entender en profundidad la importancia de la cera en la Liturgia de la Iglesia?

Ya antes de mi conversión tenía referencias de que en los ritos tradicionales de la Iglesia valoran mucho la cera de abeja, algo que se fue perdiendo con la modernidad. Luego empecé a ver una relación muy íntima entre la organización social de la abeja y el mundo monacal. Por ejemplo, las abejas viven en celdas (como los monjes), tienen sentimiento de pertenencia a la comunidad y un proyecto común. Incluso encontraba cierto paralelismo entre el sonido que emitían las abejas y el timbre del gregoriano. Es más, el descubrir el hecho de que las abejas (excepto la reina) fuesen asexuadas, me hizo pensar en los monjes, que libremente se hacen eunucos, como decía San Pablo, por el Reino de los Cielos. Empecé a trabajar en templos católicos, lo que para mí fue un descubrimiento abismal a nivel personal. Era en cierta manera barruntar el misterio de las catedrales, del que hablaría magistralmente en su libro Fulcanelli.

Todo ello contribuyó poderosamente en mi proceso de conversión. Intuir la grandeza de la Liturgia a través de la ornamentación me llevó a la sed de trascendencia.

De hecho, una vez convertido, descubriste que la Liturgia de la Vigilia Pascual, la más importante del año litúrgico, prescribe claramente que el cirio debe estar confeccionado con cera de abeja, que encierra un riquísimo simbolismo…

Es así y es más, yo siempre había aspirado a hacer el mejor cirio del mundo y me di cuenta de que no puede haber cirio más sublime que el que se emplea en la Vigilia pascual, madre de todas las vigilias, pues representa al mismo Cristo resucitado, luz del mundo. Vi una clara congruencia entre la pureza y dulzura de las abejas y el buen olor de Cristo.

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