Tatuajes como signos de los tiempos

La actual proliferación de tatuajes de todo tipo merece que nos detengamos por un momento. No esperen ustedes ningún tratado sobre el asunto, me limitaré a compartir algunas reflexiones al respecto.
El tatuaje tiene una larga historia y siempre se había asociado a la pertenencia a determinados colectivos: una tribu, una organización militar, un grupo criminal. Los tatuajes de las maras centroamericanas o de la yakuza japonesa son de este estilo y están perfectamente codificados, unos códigos que dan abundante información sobre quien los porta.
Pero los tatuajes del vecino, del camarero que nos atiende, del cantante que escuchamos, son otra cosa. Pura creatividad, sin códigos establecidos: cada uno se tatúa caprichosamente lo que desea. Se trata, confiesan, de expresar su personalidad, mostrar en la piel su identidad, quiénes son. Leía a Mark S. Milburn, quien escribía sobre este tema una apreciación que me parece relevante: los tatuajes nunca son irónicos ni sutiles, sino que pretenden ser didácticos; enseñarnos lo que realmente es quién los porta.

¿Cuántas veces hemos escuchado aquello de la “opción preferencial por los pobres”? Desde luego, lo hemos proclamado a los cuatro vientos… otra cuestión son, a menudo, nuestros actos.
Con gran alegría recibí la noticia de que la colección De Regno, entre cuyos impulsores me encontré hace ya unos cuantos años, renacía ahora de la mano del
El acuerdo secreto entre el Vaticano y el régimen comunista chino ha provocado que muchos miren al pasado, buscando situaciones análogas para intentar vislumbrar cuáles pueden ser los resultados de dicho acuerdo. La Francia napoleónica, el México callista, los países europeos del otro lado del telón de acero, la Inglaterra anglicana, el Vietnam contemporáneo, son momentos que estudiamos buscando un poco de luz.