San John Southworth y San Henry Morse en la Gran Peste de Londres

En estos días de pandemia y confinamiento han aparecido numerosos artículos recordando la actuación de los cristianos en situaciones análogas en el pasado. Resulta difícil, por ejemplo, no haberse topado con algún escrito sobre San Carlos Borromeo y la peste en Milán. El Catholic Herald llamaba la atención recientemente sobre dos santos, San John Southworth y San Henry Morse, que tuvieron un comportamiento heroico durante la peste de Londres a partir de 1636.
Se trata de dos santos doblemente heroicos porque, al peligro que corrieron atendiendo a los enfermos, se une el peligro que corrían por ser sacerdotes católicos. Ambos habían sido, años antes, arrestados y condenados al exilio por su condición sacerdotal, por lo que al regresar a Inglaterra sabían que, en caso de ser capturados les esperaba una muerte segura y atroz. Pero cuando sus superiores les enviaron de regreso a Londres, ambos no lo dudaron y, además, fueron a dos de los lugares más peligrosos para un sacerdote católico: Westminster y Southwark.



Es difícil ponerse a escribir estos días sobre algo diferente al coronavirus. La pandemia y sus efectos absorben nuestra atención, nuestras conversaciones, nuestras preocupaciones, de tal modo que todo lo demás parece secundario. Por mucho que intentemos mantener el máximo posible de normalidad nuestra vida pivota ahora sobre el coronavirus y, en el mejor de los casos, sobre la oración, tras redescubrir nuestra vulnerabilidad y que el único puerto seguro es Dios todopoderoso.