Afrontar los miedos

Afrontar los miedos

Sabremos dónde ha de ponerse el foco del verdadero temor, como nos dice el Señor: «No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo» (Mt 10, 28).

Cuando siendo adolescente me debatía con Dios, intentando rechazar la vocación sacerdotal, recuerdo que me veía a mí mismo incapaz de asumir algunas tareas propias del ministerio. ¿Cómo iba a poder visitar a los enfermos, yo, que temía contagiarme incluso de las enfermedades consideradas no transmisibles? ¿Cómo iba a celebrar funerales, si ni siquiera soportaba la imagen de un ataúd?.

Las palabras de Jeremías resonaban una y otra vez en mi mente: «irás adonde yo te envíe. No les tengas miedo» (Jr 1, 7b. 8a). Pero los temores no desaparecían.

Viviendo como seminarista menor, al enterarme de que había fallecido una religiosa de los Ancianos desamparados, que todavía tenían su casa al lado del Seminario, decidí afrontar la situación y acudí al velatorio para estar cerca de la difunta y mirarla a la cara. Era como plantarme frente a la muerte y decirle: «no me asustas».

Resultó muy efectivo. Al poco de ser ordenado sacerdote me llamaron para administrar la Unción a un enfermo que estaba agonizando. Me acerqué, le cogí de la mano, le llamé por su nombre y quise dirigirle unas palabras de esperanza, cuando, en ese momento, empezó a toser salpicando pequeñas gotitas de sangre. Entendí que no era el momento de soltarle la mano, sino de apresurar la finalización del rito. Falleció nada más concluir. Me sorprendió a mí mismo la calma y serenidad que mantuve para dar consuelo después a los familiares y acompañarles en la despedida.

Posteriormente, los estudios de psicología me han enseñado que el miedo es un mecanismo básico e incluso necesario para la supervivencia. Que es normal y hasta bueno sentir miedo, porque nos ayuda a protegernos y ser cautos ante potenciales peligros o amenazas. Aunque es cierto que el riesgo, en ocasiones, puede ser más imaginario que real y llegar a desencadenar reacciones desproporcionadas, que no se corresponden con el peligro real, creando así estados de angustia y ansiedad claramente patológicos.

Actualmente la situación de incertidumbre que se vive en la sociedad y los problemas por los que atraviesa la misma Iglesia, ha hecho que muchos cristianos estén atemorizados ante el incipiente regreso de espectros y fantasmas de un pasado que causó no poca desolación y quebranto en nuestros mayores. La vuelta a procedimientos y actuaciones que fracasaron en etapas anteriores y mostraron sobradamente su poder destructivo, tanto en lo político como en lo religioso, genera en la gente muy poca confianza y bastante desconcierto. El ataque directo a las instituciones, y la aniquilación psicológica y moral de las personas que se resisten a colaborar con la descomposición de nuestra civilización, asusta al más decidido y osado.

Sin embargo, la ciencia psicológica enseña que los temores solo se logran vencer afrontándolos. La única solución consiste en encarar el miedo, impidiendo que nos paralice. Esto será más fácil si conseguimos contextualizarlo adecuadamente, conocer su alcance y aceptar sus consecuencias. De esta manera sabremos dónde ha de ponerse el foco del verdadero temor, como nos dice el Señor: «No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo» (Mt 10, 28).

Juan Antonio Moya Sánchez

6 comentarios

Marian
Magnífico y precioso artículo. Gracias,D. Juan Antonio.
2/09/22 9:26 AM
Andrés
Muy buen artículo D. Juan Antonio. Coincido plenamente. El miedo es además un arma poderosa que con frecuencia puede usar el enemigo para apocarnos. Es una vulnerabilidad fruto de nuestro lado animal, de nuestro instinto biológico evolutivo de supervivencia, que el enemigo en no pocas ocasiones explota con astucia. Pienso en tantos y tantos pecados de omisión. Como decía aquel no temo la maldad de los malos sino el silencio de los buenos. Esos momentos de miedo, son también ocasión de heroísmo, de abandono heroico en la divina providencia. Lo vemos en la decisión y coraje sobrenatural de los Santos y mártires. Pienso ahora por ejemplo en el joven del patinete Ignacio Echeverría que se enfrentó con los islamistas en Londres. El punto clave frente al miedo no tan puntual (por suerte, poco habitual) sino más cotidiano de fondo y solapado es profundizar en el conocimiento y el trato de DE QUIÉN se ha fiado uno. Y eso respecto mismo de la vida personal y también de la eclesial. Es de ÉL de quien nos viene la fortaleza para afrontar esos miedos. Es decir, frente a los nubarrones que depara la mirada horizontal, elevar la mirada a la dimensión vertical y unirnos más a ella. Es decir, aunque veamos que el mar se pone bravo, y, es previsible que se vaya a poner muy pero que muy bravo, no temer, aceptarlo como parte del plan de Dios, que nos quiere como fieles y aguerridos navegantes suyos en ese mismo mar. Parafraseando una frase conocida... ningún mar en calma hizo santo a un cristia
3/09/22 9:22 AM
Raul M
Pues magnífico tema, Padre, se refiere al Comunismo, que está tan imperante en México? se ve muy feo este gob del MALO, todos los que
le rodean, y en toda América se ve igual.

Padre ruegue por muchos que el miedo nos tiene o me tiene paralizado, para tomar decisiones, para la vida, porque se acercan cosas muy fuertes con eso del Nuevo Orden M etc

Ore Para que el espiritu del miedo no nos domine y podamos afrontar la vida con entereza y decisión..
4/09/22 12:40 AM
Juan Antonio
Amigo Raúl M. La oración es el arma más potente que tenemos los cristianos.
4/09/22 9:43 PM
Vicente
Afrontándolos con la potencia del Espíritu Santo.
7/09/22 10:44 PM
hornero (Argentina)
Al peligro no hay que negarlo, sino dar la respuesta adecuada.

Frente a los peligros que hoy enfrenta el mundo, en unos lugares más, en otros menos, es necesario comprender su causa: el pecado, y que el tiempo del “hombre viejo del pecado” va a su término.

Un mundo cargado de infamias, y una Iglesia paralizada en su Misión de evangelizar a ocho mil millones de hombres, no ofrecen un futuro sino de derrumbes crecientes.

Se rechaza a la Virgen como la Misericordia enviada por Cristo para suplir la inepcia de la Iglesia y de la humanidad.

Se cree posible enderezar, sanear el mundo desquiciado por el demonio, pero no se advierte que desde más de cinco siglos el mal viene creciendo, a pesar de los intentos de santos, mártires, Papas, predicadores y teólogos por detenerlo.

La Señora Vestida de Sol, la Virgen, es la Única que ha recibido la Misión y el Poder de aniquilar de modo definitivo al demonio.

Sólo Ella puede darnos la fortaleza para vivir las catástrofes que se avecinan. No son profecías, son noticia de todos los días; no inventadas por los medios, sino dichas por los primeros funcionarios de uno y otro bando.




8/09/22 12:09 AM

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