La guerra y la paz (Segunda parte)
Peter A. Kwasniewski «From Benedict´s peace to Francis´s war»

La guerra y la paz (Segunda parte)

Mons. Aguer continúa comentado sus impresiones acerca del libro recopilatorio del Dr. Peter A. Kwasniewski sobre 'Traditionis custodes', en este caso los artículos de Rubén Peretó Rivas, de Mons. Viganó y de Mons. Schneider

Vuelvo a ocuparme de la publicación del erudito norteamericano Peter A. Kwasniewski «From Benedict´s peace to Francis´s war». El autor es doctor en Filosofía y Artes Liberales por, respectivamente, la Universidad Católica de América y el Colegio Tomás de Aquino. Ha sido profesor de Teología, Filosofía, Música e Historia, autor de 14 libros; el más reciente es: «El éxtasis de amor en el pensamiento de Tomás de Aquino» (Academia Emaús, 2021), y también «¿Son infalibles las canonizaciones?» (2021). Kwasniewski presenta en la obra que comento, 70 escritos, respuestas de cardenales, obispos, sacerdotes y laicos al motu proprio del Papa Francisco Traditionis custodes, por el cual liquida la Forma Extraordinaria del Rito Romano, promulgado por Benedicto XVI, y establece como única expresión de la liturgia católica, el Misal de Pablo VI.

La colección incluye una colaboración mía, pero también la de otro argentino, Rubén Peretó Rivas, de la Facultad de Filosofía y Literatura de la Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza).

Este compatriota propone la siguiente tesis: En el curso de los siglos, y especialmente después del Concilio de Trento, se produjo un deslizamiento de una noción objetiva de Tradición como depósito revelado, a una noción subjetiva, que insiste sobre todo en el órgano que propone la verdad, este es el Magisterio. En términos escolásticos, ha habido una transición de quod a quo. Observa que en el método de Santo Tomás en la Suma Teológica no hay prácticamente pruebas por el Magisterio; las autoridades son la Palabra de la Escritura y los Santos Padres; las citas de concilios y papas son escasas; si tomamos el Denzinger, veremos que en los primeros siglos de la Iglesia se encuentra un quinto de las citas totales. En el Concilio de Trento no aparece la palabra «Magisterio», que comienza a tomar forma a fines del siglo XVII, y especialmente en los tratados teológicos del siglo XVIII como los de Mayr, Gotti y Billuart. Todo esto no significa -y es importante clarificarlo- que haya dudas sobre la primacía de la Santa Sede; sino que simplemente se hace notar que antes de los tiempos modernos esta Sede no ejercía el activo magisterio de definiciones dogmáticas y constante formulación de la Doctrina Católica que ha ejercido desde el pontificado de Gregorio XVI y sobre desde Pío IX. En la antigüedad, la Sede Romana funcionaba más como una Suprema Corte de última apelación; actuando solamente en las cuestiones bajo disputa estudiada por los doctores, escuelas teológicas, universidades y concilios locales. La regula fidei era objetiva, era la misma doctrina recibida de los Apóstoles, que los papas, concilios y obispos servían ejerciendo una función de conservación y atestiguando este hecho: una doctrina había sido siempre mantenida, y se remontaba a los orígenes y por tanto pertenecía a la regula fidei. Hoy en día, los católicos creen en la tradición porque el Magisterio lo manda -para decirlo de la manera exagerada-. El Primer Concilio Vaticano definió como materia de fe que el Romano Pontífice tiene la potestad suprema, inmediata y en materia jurisdiccional; y el que no lo acepta sea anatema (Denzinger 1821-1831); por lo tanto, la tesis anterior puede ser considerada contraria a este dogma de la fe. Pero lo que se cuestiona en ella no es el poder universal del Papa, sino el absolutismo, que es la formulación excesiva de ese poder. Benedicto XVI, al tomar posesión de su ministerio en la Basílica de San Juan de Letrán, dijo en su homilía: «el Papa no es un monarca absoluto, cuyos pensamientos y deseos son ley». Anteriormente, como Cardenal Ratzinger había enseñado: «el Papa es el guardián de la auténtica tradición; no puede hacer lo que le gusta; su regla no es la del poder arbitrario, sino la de la obediencia de la fe».

Concluye Peretó planteando: A la luz de la tesis expuesta y las palabras de Benedicto XVI; uno se puede preguntar si se ha de obedecer el acto despótico mediante el cual Francisco ha sofocado la liturgia tradicional con Traditionis custodes, al haber dejado de ser el «guardián de la auténtica tradición» y haberse convertido en su liquidador.

El Arzobispo Carlo María Viganó, es doctor en ambos derechos (eclesiástico y civil); sirvió al cuerpo diplomático de la Santa Sede, ocupando cargos en Irak, Kuwait, Gran Bretaña, Nigeria, la Ciudad del Vaticano, y finalmente en Estados Unidos como Nuncio Apostólico desde 2011 hasta su retiro en 2016. En agosto de 2018 comenzó a publicar revelaciones sobre el abuso cometido por el cardenal McCarrick y su protección de todas maneras por el Papa. Su contribución lleva por título Lapides clamaverunt tomado de unas palabras de Jesús recogidas en Lc. 19,40: «Les aseguro que si ellos se callan, gritarán las piedras».

Francisco -dice Viganó- una vez más ha repudiado la piadosa ilusión de la hermenéutica de la continuidad, estableciendo que el Antiguo y el Nuevo Rito es imposible que coexistan, porque son expresiones de dos propuestas doctrinal y eclesiológicamente inconciliables: de un lado está la Misa Apostólica, la voz de la Iglesia de Cristo, y del otro lado la «celebración eucarística» Montiniana, la voz de la Iglesia Conciliar. Esta no es una acusación, aunque legítima, hecha por aquellos que expresan reservas al rito reformado y el Vaticano II. Es más bien una admisión, una orgullosa afirmación ideológica de Francisco, ubicado a la cabeza de la facción más extremista del progresismo. Este doble rol como Papa y a la vez como liquidador de la Iglesia Católica, le permite por un lado demolerla con decretos y actos de gobierno, y por el otro lado usar el prestigio que su oficio entraña para establecer y propagar la nueva religión sobre los fragmentos de la antigua. Lo que obra contra Dios, contra la Iglesia y contra el rebaño del Señor está en total conflicto con sus llamados a la parresía, al diálogo, a construir puentes y no erigir muros.

Me he limitado a resumir la terrible requisitoria de Mons. Viganó. Me aventuro a ofrecer una interpretación de su postura. Se me ocurre que es una meditada y dolorosa expresión de su decepción. Siendo nuncio en Estados Unidos descubrió la criminal conducta del abusador, el cardenal McCarrick, y advirtió que era apoyado por la Santa Sede. Apunto ahora otro lúcido descubrimiento del Arzobispo Viganó: las concesiones hechas a la Sociedad de San Pío X (lefebvristas), con la que establece una relación de «buenos vecinos», ya que ese movimiento goza de una propia autonomía e independencia económica. En cambio, obispos, sacerdotes y clérigos ordenados en diócesis u órdenes religiosas, tienen sobre ellos una espada de Damocles: removerlos del oficio, o del estado eclesiástico y privarlos de sus medios de subsistencia por haber pedido la misa en latín: ni comprensión ni humanidad. Es este un elemento significativo del actual pontificado, que ha llegado a consecuencias extremas con Traditionis custodes: Es el extremismo ideológico de Bergoglio, un extremismo que es deplorado verbalmente cuando concierne a otros, pero que se muestra en su expresión más violenta cuando es él mismo quien lo pone en práctica contra clérigos y laicos vinculados al antiguo rito y a la Fe en la Sagrada Tradición.

También observa Viganó los efectos de la celebración de la Misa Tridentina y en la vida sacerdotal. Reitera su comprensión por el sendero espiritual de aquellos que, precisamente, a causa de la situación oficial todavía no son capaces de hacer una elección radical, como sería celebrar exclusivamente la Misa de San Pío V. Muchos sacerdotes descubren los tesoros de la venerable Liturgia Tridentina sólo cuando la celebran y permite que ella nos penetre; no es raro que una curiosidad acerca de la «forma extraordinaria», fascinante por la solemnidad del grito, les lleve a una simple percepción de la profundidad de las palabras, la claridad de la doctrina, la incomparable espiritualidad, que da nacimiento a nuestras almas y las nutre. Hay una perfecta armonía que las palabras no pueden expresar, y que el creyente puede captar sólo en parte, pero que toca el corazón del sacerdote como sólo Dios puede hacerlo. Esto lo confirman quienes se han acercado al usus antiquior después de décadas de obediente celebración del Novus Ordo: un mundo se abre, un cosmos que incluye la oración del Breviario con las elecciones de Maitines y los comentarios de los Padres, el cruce de referencias de los textos de la Misa y el Martirologio en la Hora Prima... Son palabras sagradas -no porque estén expresadas en latín- sino que están expresadas en latín porque la lengua vulgar las desmerecería, las profanaría, como Dom Guéranger observó ampliamente: Son las palabras del Esposo a la divina Esposa, palabras del alma que viven en intensa unión con Dios, del alma que se deja habitar por la Santísima Trinidad. Esencialmente, palabras sacerdotales, en el más profundo sentido del término, que implica en el sacerdocio no solamente el poder de ofrecer el sacrificio, sino de unirse en la ofrenda de sí mismo a la pura, santa e inmaculada Víctima. No tiene nada que ver con las divagaciones del rito reformado, que procura gustar a la mentalidad secularizada, de cambiar la majestad de Dios y la Corte Celestial; tan preocupada por hacerla comprensible que uno tiene que comunicar algo que es una total obviedad; tan cuidadosa de no herir los sentimientos de los herejes como de permitirles guardar silencio acerca de la Verdad, justo en el momento en el cual el Señor Dios se hace presente sobre el altar. El simple hecho que los pastores Luteranos, modernistas y masones bien conocidos colaboraron en el esbozo del rito nuevo lo haría comprensible; fue una ilusión. Los autores de la así llamada «reforma litúrgica» no brillaron por la santidad como brillaron los sagrados autores de los textos del antiguo Misal Romano y del entero cuerpo litúrgico.

El obispo Athanasius Schneider, nació de padres alemanes, en la Unión Soviética. Se unió a los canónigos regulares de la Santa Cruz de Coimbra; recibió el doctorado en Patrología en el Agustinianum, y en 2006 fue consagrado obispo en la Basílica de San Pedro, asignado al cargo de Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Astana, Kazajistán. Ha escrito varios libros sobre la Santísima Eucaristía y sobre el Santo Sacrificio de la Misa.

En la recopilación «De la paz de Benedicto a la guerra de Francisco» se publica la entrevista de Diane Montagna al obispo Schneider, que lleva por título «Un acto drástico y trágico». De las respuestas a ese reportaje tomo alguna de las opiniones del entrevistado. En la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, programática del pontificado de Francisco, el Papa propone algunas actitudes que habría que asumir: amplia apertura al mensaje, acercamiento, disposición al diálogo, paciencia, una calidez que se abstiene de juzgar (cfr. n.165). Pero al leer el nuevo motu proprio, y la Carta que lo acompaña, uno tiene la impresión opuesta, a saber: el documento exhibe una intolerancia pastoral y aún rigidez espiritual; comunicando un espíritu juzgador y de maltrato. En el documento sobre la fraternidad humana (firmado en Abu Dabi el 4 de febrero de 2019), el Papa Francisco abraza «la diversidad de religiones», mientras que en Traditionis custodes rechaza con resolución la diversidad de formas litúrgicas en el Rito Romano. El motu proprio contrasta con el principio guía que decía Francisco haber adoptado para su pontificado: la exclusividad y un amor preferencial por las minorías y por lo que está en la periferia de la vida de la Iglesia. En el motu proprio es asombrosa la estrechez mental, en contraste con propias palabras de Francisco: «Nosotros sabemos que estamos tentados de varias maneras para adoptar la lógica del privilegio que separa, excluye y nos cierra, mientras separamos, excluimos y nos cerramos a los sueños y vidas de muchos hermanos y hermanas nuestros» (Homilía Vísperas del 31 de 2 de Diciembre de 2018).

Con las nuevas disposiciones ha creado una sociedad de dos clases en la Iglesia: la privilegiada primera clase es la de aquellos que adhieren a la liturgia reformada, el Novus Ordo; y la segunda clase de católicos, que apenas son tolerados, incluye un número amplísimo de familias, niños, gente joven y sacerdotes que en las últimas décadas han crecido en la liturgia tradicional, y experimentaron con gran beneficio espiritual, la realidad y el misterio de la Iglesia, gracias a la forma litúrgica que las anteriores generaciones han considerado sagrada, y que formó a muchos santos y excelentes católicos a lo largo del historia.

Un número de obispos, en Estados Unidos y Francia han sostenido a los fieles de sus diócesis apegados a la tradicional Misa Latina. Han demostrado una verdadera y apostólica actitud pastoral, como que son «pastores con olor a oveja». Los mueve la mayor gloria de Dios y el mayor beneficio espiritual de las almas y su salvación eterna. Por su parte, los fieles deben demostrar gratitud a esos obispos, respeto filial y amor.

El nuevo motu proprio al que nos referimos es finalmente una victoria pírrica, y tendría un efecto de boomerang. Las numerosas familias católicas y un número de jóvenes y sacerdotes siempre creciente que esperan la Misa Tradicional no permitirán que sus conciencias sean violadas por un drástico acto administrativo. Ellos saben que un llamado a la obediencia pierde su poder cuando la meta es suprimir la forma tradicional de la liturgia, el gran tesoro litúrgico de la Iglesia Romana. Entretanto surgirá seguramente una cadena mundial de Misas de catacumba, como sucede en tiempos de emergencia y persecución. Una situación análoga a la que describió San Basilio el Grande cuando los católicos tradicionales fueron perseguidos por un episcopado arriano en el siglo IV.

El admirable, armonioso, continuo crecimiento de la forma tradicional de la Misa en casi todos los países del mundo, aún en las tierras más remotas, es indudablemente obra del Espíritu Santo, un verdadero signo de nuestro tiempo. Las familias, los jóvenes y los sacerdotes podrían dirigirse al Papa Francisco con estas similares palabras: «Santísimo Padre, devuélvanos el gran tesoro litúrgico de la Iglesia. No nos trate como hijos de segunda clase. No viole nuestras conciencias forzándonos a una singular y exclusiva forma litúrgica, usted que siempre ha proclamado al mundo entero la necesidad de diversidad, de acompañamiento pastoral y del respeto de la conciencia. No escuche a los representantes de un rígido clericalismo que le aconseja proceder con una acción inmisericorde. Sea un verdadero padre de familia, que saca de su tesoro lo nuevo y lo viejo (Mt. 13, 52). Si usted escucha nuestra voz en el día del juicio ante Dios, seremos sus mejores intersesores».

Concluyo esta segunda selección de la recopilación del Dr. Kwasniewski presentando «Misa y memoria», una reflexión a propósito de Traditionis custodes de Martin Mosebach, un novelista alemán que, además de la obras de ficción, ha escrito sobre la Santa Misa y la Eucaristía. Dice que actualmente la autoridad papal se ejerce sin tapujos, como nunca antes (No veo que sea así: hoy el magisterio papal se extiende innecesariamente parole, parole, parole, pero carece de la contundente concisión de antaño). Al pontífice actual lo molestaba algo: la tradición de la Iglesia; la enseñanza al respecto por sus predecesores es hoy reconocida, y no se trata de una nostalgia senil; la Tradicional Misa Latina atrae también a los jóvenes, que han descubierto en ella «el tesoro escondido del campo», como el Papa Benedicto llamó a la antigua liturgia. A los ojos del Papa Francisco, eso es algo tan serio que debe ser suprimido. La vehemencia del lenguaje de Traditionis custodes sugiere que esta directiva llega demasiado tarde. Los círculos que adhieren a la tradición litúrgica han cambiado drásticamente en las últimas décadas. La Misa Tridentina es anhelada tanto por aquellos que extrañan la liturgia de su infancia, como también por gente que ha descubierto ahora como algo nuevo la liturgia y está fascinada con ella, incluyendo a muchos convertidos que han estado durante mucho tiempo malquistados con la iglesia. La liturgia es su pasión, y ellos la conocen en cada detalle. Hay entre ellos muchas vocaciones sacerdotales. Mosebach ilustra este comportamiento con la famosa obra de Aldus Huxley «Un mundo feliz» (Brave New World), en la cual se presenta a un joven de la élite moderna, sin sentido de la historia, que descubre a los ricos sobreabundantemente ricos de la cultura premoderna, y queda encantado con ellos. La intervención del Papa puede impedir el crecimiento de la recuperación de la tradición sólo por un tiempo. Ese movimiento tradicional no es una moda superficial. Reprimido antes del motu propio de Benedicto XVI Summorum Pontificum, demostró haber persistido con seria y entusiasta devoción a un Catolicismo integral. Los adherentes a la tradición advierten que Francisco simpatiza con la «hermenéutica de la ruptura», como las escuelas teológicas que afirman que con el Vaticano II la Iglesia rompió con su tradición. Ellos agradecen al Papa que él tome tan seriamente como ellos lo hacen la Misa tradicional que data, por lo menos, del tiempo de Gregorio Magno. Efectivamente, el actual Pontífice asumió su guerra contra la liturgia como si no tuviera otras tareas urgentes, que descuida: la crisis de los abusos sexuales por eclesiásticos, los escándalos financieros de la Iglesia, los movimientos cismáticos del camino sinodal alemán, la situación desesperada de los católicos chinos; todo importa menos que suprimir la aún pequeña y devota comunidad tradicionalista.

Si se prohíbe celebrar la vieja Misa Latina en las parroquias, se la celebrará en algún garaje; la memoria de los 2000 años anteriores no ha de ser extinguida. El Papa no está por encima de la Liturgia.

+ Héctor Aguer

Académico de Número de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas.
Académico de Número de la Academia de Ciencias y Artes de San Isidro.

Académico Honorario de la Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino (Roma).

Buenos Aires, martes 22 de febrero de 2022.
Fiesta de la Cátedra de San Pedro.

 

7 comentarios

Marcelo Galarza y Vicentini
Es imperativo entender el porque del Motu Propio. El mismo Papa lo explica en la nota de Carlos Herrera (Cope) en septiembre 2021: la inmensa mayoría de los nuevos (y no tan nuevos) presbíteros NO hablan ni leen el latín. Esto ha cambiado -es una realidad- desde el CVII. Es un nuevo paradigma que ya se ha establecido en la Iglesia. Entonces bien, porque los sacerdotes -que no hablan ni leen latín- pueden "elegir" celebrar la Misa Latina. No es un tema de Pastoral, se convierte en un tema ideológico o de "moda" (sic). Quienes pertenezcan a ciertas Ordenes, o bien, quienes la Tridentina sea su misa diaria, solo deben pedir permiso, y seguramente se le concederá ese permiso "Bi-ritual" (sic). Un respetuoso saludo,
22/02/22 10:28 PM
Juan
Monseñor

San Benito quedaría admirado de su interpretación de la obediencia: Acto Administrativo. Cosas veredes Sancho que farán fablar las piedras.

Juan, perplejo por el Novus Aguer.
22/02/22 11:56 PM
Juan
Monseñor Ud habla de "suprimir la aún pequeña y devota comunidad tradicionalista."

Yo lo que leo en la páginas tradicionalistas y escucho en los que murmuran cerca de mí y son de esa "grex" , son constantes ataques y vilipendios al Papa, a los actos del Papa , al Concilio y al común de lo cristianos que no comulgamos con sus extravagancias: Pasteleros e idiotas útiles , u Ovejas ignorantes (Homines et iumenta salvabis, Domine) ; son de las menores apostrofaciones que nos endilgan . Ud. las conoce bien y los conoce bien; no tengo que instruirlo en nada. Por supuesto que la misa del Novus Ordo es uno de los blancos preferidos, siendo principalmente atacada y vilipendiada. ¿Quiere algo más claro que las palabras del irreverente Monseñor Viganó que Ud. cita en este libelo ?. Parece que Viganó y Schneider están extasiados por la popularidad ganada entre los tradicionalistas, y se hacen ecos de las murmuraciones de los aplaudidores sarcásticos, los letzim del hebreo del Salmo I.. No dudo que a estos Obispos les place el aplauso de esos
" hinchas" , y sentirse como estrellas que brillan y guïan en los negros y desapacibles cielos de sus discípulos. Poco les falta para dar el salto de cismático y excomulgado Lefevre.

Los tradicionalistas son como una nueva estirpe de iluminati, mordaces, y que creen saberlo todo, desde los intricados temas teológicos hasta el uso del material plástico en la ecología y hasta la ciencia de las vacunas. Unos nuev
23/02/22 12:37 PM
José de Armas Díaz
Juan: No juzgo su intención al confundir la generalidad de los tradicionalistas metiéndonos a todos en el mismo saco. Pero sin duda usted se retrata al hacerlo así. No todos (ni mucho menos) llegamos a los extremos groseros con que usted exageradamente quiere retratarnos; no tiene usted razón, ni derecho.
En todo caso, nuestro motivo es confrontar el último medio siglo con el peso de dos milenios de historia eclesiástica, con todas las consecuencias. No hay peor ciego que el que no quiere ver, ni siquiera mirar...
23/02/22 2:57 PM
Juan Clímaco
Sr. Marcelo: Si, es por lo que usted dice, por eso afirmó Mr. Roche lo siguiente:«¡ Summorum Pontificum está prácticamente muerto! Devolveremos el poder a los obispos en este punto, pero sobre todo no a los obispos conservadores ». Como ve, es por el latín...y se le ve con ganas de otorgar "permisos". Por no hablar de las contradicciones fragrantes del TC, la Carta, las Dubia y el Decreto...
Juan
S. Pablo quedaría admirado de su interpretación de la obediencia: como una marioneta. El mayor ataque al Novus lo hizo uno de sus autores, el p. Louis Bouyer y cae usted en lo mismo que denuncia, con insultos, ataques ad hominem y demás.
23/02/22 6:02 PM
Esteban
No entiendo estos dos artículos de Mons. Aguer. Cuál es el objetivo de transcribir opiniones -inclusive de algún personaje francamente evitable- publicaddas en un libro, que no es de su autoría, sobre "Traditiones Custodes"? No hay un tufillo a critico al papa pero en realidad no lo critico porque las opiniones no son mías.? Estoy absolutamente convencido de que Mons. Aguer nos puede iluminar si necesidad de este dudoso estilo.
23/02/22 7:35 PM
Juan
Cuidado Esteban. los Custodes lo van a sopapear.



Monseñor Aguer no publicó todo lo que yo le remití. Publicó una parte, con lo cual quedó trunca mi opinión.



Yo le decía, que en este artículo se compara claramente al Papa con los arrianos que persiguen a los creyentes católicos. Si eso no es un insulto a quien es el Vicario de Cristo, no sé que es. Se le dice elípticamente " hereje" . Esa actitud más que ad hominem, es Increpatio ad Christum.





Esa parte Monseñor no la publicó.



Y le decía además lo que Ud. dice: Que no entendía a este nuevo Aguer que cita a Musicos, literatos , Novelistas y a Dos Obispos de expresiones desmedidas, y que no hace ningún tamiz o crítica de esas opiniones.



¿Entoces Monseñor Aguer dice por boca de otros lo que él piensa y no se anima a decir en forma directa.?



Climaco y Armas. saben de la obediencia de Hus, Wicleff, los Jansenistas, los lefevristas, todos maestros de la escuela de San Benito. OBEDEZCO LO QUE QUIERO Y CUANDO QUIERO. ¿ Libre exámen de la Obediencia?. Sí es eso.



Que Dios ilumine a estos moderados, que sólo muerden sólo cincuenta años de la Iglesia. Los Jansenistas decían algo parecido, atacaban algunos concilios y ciertas actitudes nuevas de la Iglesia. Ellos eran supertradicionalistas.



Dios nos ilumine, pero con Francisco, que es el Papa.
----

LF 
Monseñor Aguer no modera los comentarios y, de hecho, ni siquiera los lee. Y los comentarios tienen TODOS un limite de 1500 caracteres. Cuando se pasa ese límite el comentario se corta. 
23/02/22 10:23 PM

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