Sexo sí, hijos no

Sexo sí, hijos no

El testimonio profético de Pablo VI es más necesario hoy que en 1968, ya que el comportamiento contrario a la enseñanza de la encíclica se ha convertido en una práctica generalizada, ante el silencio culpable de los pastores.

Prehistoria y enseñanza de la encíclica Humanae vitae

El 25 de julio de 2018 se cumplió medio siglo de la publicación de la encíclica Humanae vitae tradendae, en la que San Pablo VI se pronuncia sobre el entonces candente problema del control artificial de la natalidad, y recuerda el gravísimo deber de transmitir la vida humana. El aniversario pasó prácticamente inadvertido, aun en Roma. En aquel documento se expresa una enseñanza invariable de la Iglesia, eco de la ley natural y de la revelación divina: hay que excluir como acciones intrínsecamente deshonestas la interrupción directa del proceso generador ya iniciado; el aborto directamente querido y procurado, aunque sea por razones terapéuticas; la esterilización directa, perpetua o temporal, tanto del hombre como de la mujer; y toda acción que, en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación (n.14).

Esta doctrina se ha mantenido constante, a partir de la interpretación que los Padres de la Iglesia han formulado del crimen de Onán, hijo de Judá, de cuyo nombre procede la calificación de ese pecado como onanismo. La falta de Onán fue formalmente negarse a cumplir con la ley del levirato, que obligaba al hermano a tomar por esposa a su cuñada viuda si ella no había dado hijos a su marido. El hijo era considerado hijo del difunto, para conservar su nombre y su linaje. Onán, que sabía que la descendencia no le pertenecería, cada vez que se unía con ella (Tamar), derramaba el semen en la tierra para evitar que su hermano tuviera una descendencia (Gén 38, 9; cf. Dt 25, 5-10). Evitar deliberadamente que el acto sexual cumpla su finalidad esencial de comunicar la vida, que quede abierto a la procreación, ha sido juzgado siempre como pecado grave por la tradición cristiana. San Agustín expresó: ilícita e impúdicamente yace, aun con su legítima mujer, el que evita la concepción de la prole. Es lo que hizo Onán, hijo de Judá, por lo cual Dios le quitó la vida.

La enseñanza eclesial sobre este asunto se comprende dentro de una idea del hombre como imagen de Dios, creado varón y mujer (cf. Gén 1, 27). Es esta una pieza clave de la cosmovisión cristiana. La continuidad de la enseñanza es innegable, y ha sido propuesta por el magisterio repetidas veces, sobre todo en la época contemporánea, cuando el conocimiento más desarrollado de las leyes que regulan la transmisión de la vida, y el dominio de ellas, llevó al descubrimiento de preparados que por vía hormonal bloquean el ciclo reproductivo de la mujer, e impiden más fácilmente la concepción de un nuevo ser, o causan la interrupción del proceso a pocas horas de la concepción, provocando un aborto ultratemprano.

Pío XI advertía, en 1930, en la encíclica Casti connubii, que algunos pretendían cambiar la doctrina tradicional de la Iglesia, y sentenciaba: todo uso del matrimonio en cuyo ejercicio el acto quede privado, por industria de los hombres, de su fuerza natural de procrear vida, infringe la ley de Dios y de la naturaleza, y quienes tal hicieren contraen la mancha de un grave delito. Pío XII se refirió al tema en varias oportunidades, y explicó que por serios motivos y graves razones es lícito que los esposos reserven las relaciones sexuales a los períodos en que la mujer es infecunda. Es este el modo natural de espaciar los nacimientos. En un discurso dirigido a la Unión Italiana de Parteras, en 1951, recordó que todo atentado de los cónyuges en la realización del acto conyugal o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, que tenga por objetivo el privar al acto de la fuerza a él inherente y el impedir la procreación de una nueva vida, es inmoral.

En 1963 San Juan XXIII creó una Comisión para el estudio de los problemas de población, familia y natalidad, integrada por una docena de expertos; Pablo VI la amplió designando nuevos miembros. Mientras la Comisión realizaba su tarea de investigación, el Concilio Vaticano II enseñaba, saliendo directamente al paso de errores que circulaban entre teólogos y pastores: Los mismos actos propios de la vida conyugal, ordenados según la genuina dignidad humana, deben ser respetados con gran reverencia. Cuando se trata, pues, de conjugar el amor conyugal con la responsable transmisión de la vida, la índole moral de la conducta no depende solamente de la sincera intención y apreciación de los motivos, sino que debe determinarse con criterios objetivos tomados de la naturaleza de la persona y de sus actos, criterios que mantienen íntegro el sentido de la mutua entrega y de la procreación humana, entretejidos con el amor verdadero; esto es imposible sin cultivar sinceramente la virtud de la castidad conyugal. No es lícito a los hijos de la Iglesia, fundados en estos principios, ir por caminos que el Magisterio, al explicar la ley divina, reprueba sobre la regulación de la natalidad (Gaudium et spes, 51). Esta clarísima manifestación de los Padres del Vaticano II no fue tenida en cuenta por quienes, en los años sucesivos, agitaron un supuesto «espíritu del Concilio», y le atribuyeron sus propias y frustradas aspiraciones. El Concilio aplicaba al caso un principio de Teología Moral Fundamental, que fue esclarecido magistralmente por San Juan Pablo II en la encíclica Veritatis splendor, a saber: existen actos intrínsecamente malos por su naturaleza, que independientemente de la intención del que obra, jamás pueden ser aprobados.

El desarrollo de los estudios de la Comisión y el clima creado a su alrededor dejaron oír voces discordantes, contra la vigencia de la norma moral. En octubre de 1966, Pablo VI expuso la interpretación correcta del pronunciamiento conciliar: el pensamiento y la norma de la Iglesia no han cambiado; están vigentes en la enseñanza tradicional de la Iglesia. El Concilio ecuménico, celebrado hace poco, aportó algunos elementos de juicio, utilísimos para integrar la doctrina católica sobre este importantísimo tema, pero no como para cambiar sus términos sustanciales, sino que más bien sirven para ilustrarla y para probar con autorizados argumentos, el sumo interés que la Iglesia pone en aquellas cuestiones que atañen al amor, el matrimonio, la natalidad y la familia. El año precedente, y dirigiéndose a la Comisión encargada de estudiar el tema, el Papa decía: no se puede permitir que la conciencia de los hombres quede expuesta a las incertidumbres que hoy, con demasiada frecuencia, impiden que la vida conyugal se desarrolle de acuerdo con los designios del Señor. Esta sabia advertencia es más válida y oportuna hoy en día, 55 años después, cuando el relativismo doctrinal y práctico afecta a tantos pastores de la Iglesia.

Pablo VI advertía la gravedad del problema que debió afrontar, y su trascendencia e implicaciones para la vida de la sociedad. En la Comisión convocó a expertos de todas las ramas de la ciencia, con mayoría de laicos, y entre ellos varias parejas de matrimonios; siguió de cerca los trabajos, reexaminó los dictámenes que le fueron presentados con muchas consultas a cardenales y obispos, y se tomó un tiempo considerable de reflexión y de oración. Se puede decir que jamás la Iglesia debió pronunciarse sobre un tema de entidad semejante, salvo quizá las esenciales cuestiones dogmáticas resueltas en los concilios de los primeros siglos, y las discusiones sobre la gracia y la libertad. El pontífice debió soportar presiones continuas para que se pronunciara en un sentido contrario a la tradición. No quiso agradar a los hombres, sino ser fiel al ministerio petrino y a la responsabilidad que este conlleva. El resultado es un texto conciso, cuidadosamente argumentado, y definitivo, cuya factura y publicación hubiera sido imposible sin una especial asistencia del Espíritu Santo. En algo tan delicado e íntimo para la vida de los fieles, la Iglesia no podía equivocarse. El desarrollo de la doctrina católica es una evolución homogénea; la verdad se actualiza y asume nuevos elementos para responder a los nuevos problemas que se presentan, pero siempre -como reza la vieja regla enunciada por San Vicente de Lerins en su Commonitorio Primero -in eodem scilicet dogmate, eodem sensu eodemque sententia-, es decir que no se trasforma ni contradice formulaciones anteriores, sino que conserva su inalterable identidad. En mi opinión, la Iglesia no puede desdecirse de la Humanae vitae; si lo hiciera se destruiría a sí misma.

Me detengo ahora en la enseñanza central de la encíclica. En el marco de una visión integral del hombre aclara el sentido del amor conyugal, que para ser plenamente humano es total, fiel, exclusivo y fecundo. La paternidad responsable no procede arbitrariamente; se ejerce tanto en la generosa decisión de fundar una familia numerosa, cuanto en la de espaciar los nacimientos y evitarlos respetando la ley moral y por graves motivos, como ya se indicó más arriba a propósito de una intervención de Pío XII.

El argumento capital de la encíclica es el respeto a la naturaleza y finalidad del acto conyugal, que debe quedar abierto a la trasmisión de la vida, ya que su significado es doble: unitivo y procreativo, ensamblados ontológicamente por Dios Creador en la naturaleza de la sexualidad humana. La norma ética se sigue necesariamente de la realidad antropológica, y está expresada con toda claridad en el párrafo 14 del texto pontificio, citado al comienzo de esta nota. Si se separan artificialmente esos dos significados se menoscaba la finalidad de la acción y su carácter auténticamente humano. De todo acto sexual no se sigue por necesidad la concepción de un nuevo ser; cuando se recurre a mantener relaciones en los períodos agenésicos de la mujer se acepta una disposición objetiva y permanece la orientación natural a la prole. Puede haber motivos serios para obrar así, por ejemplo, que es conveniente seguir expresando físicamente el amor; esta decisión se inscribe en el dinamismo de la castidad matrimonial. Es preciso recordar que el mismo pontífice invitó a los médicos a promover constantemente soluciones inspiradas en la fe y la recta razón (Humanae vitae, 27).

La enseñanza católica puede apoyarse suplementariamente en una autoridad insospechada. Sigmund Freud, en su Introducción al psicoanálisis, presenta una lista de desviaciones sexuales; el onanismo se suma a otros «ismos» y «filias»: exhibicionismo, voyerismo, fetichismo, sodomía, violación, incesto, sadismo, masoquismo, coprofilia, zoofilia. Advierte que en todos esos casos el cuerpo se entrega como carne, no de manera auténticamente personal, y por eso los considera comportamientos impúdicos y perversos, y a propósito escribe: lo que caracteriza a todas esas perversiones es que ellas descartan la finalidad esencial de la sexualidad, es decir la procreación. Y añade: es perversa toda actividad sexual que, renunciando a la procreación, busca el placer como una meta independiente de ella.

La Humanae vitae fue una encíclia profética. Ante todo en cuanto proclamación de la verdad y confirmación consoladora para los fieles, como testimonio para la Iglesia y para el mundo. Además, profética en la previsión de las consecuencias que se seguirían de una aprobación ética del uso de anticonceptivos y de la generalización de ese recurso: la apertura de un camino fácil y amplio a la infidelidad conyugal, y a la degradación de la moralidad, habida cuenta de la debilidad humana y de lo vulnerables que son los jóvenes en este punto de una inclinación temprana a la experiencia sexual; el peligro de que la mujer quedara esclavizada bajo el dominio del varón; el arma que se pondría en las manos de autoridades públicas despreocupadas de las exigencias morales (n. 77). Para desgracia de la sociedad contemporánea, aquellas previsiones se cumplieron inexorablemente, y constituyen en la actualidad una infracultura inhumana, vigente y que penetra en las comunidades cristianas.

Ya unos años antes el Vaticano II señalaba el oscurecimiento de la dignidad de la institución familiar: la poligamia, la epidemia del divorcio, el llamado amor libre y otras deformaciones; es más, el amor matrimonial queda frecuentemente profanado por el egoísmo, el hedonismo y los usos ilícitos contra la generación (Gaudium et spes, 47). Para actualizar la lista de calamidades sumemos la difusión de la ideología de género, que se desconocía cincuenta años atrás. La intervención estatal, en este período, se ha revelado funesta en todo el mundo; y en la Argentina sobre todo desde 1983. Por ejemplo, las campañas y programas de «educación sexual», que son en realidad intentos y verdaderos atentados de perversión; empleo a designio este sustantivo, recordando que lo que Freud llamaba perversiones se han convertido en derechos tutelados por leyes inicuas, contrarias no solo a la ley divina, sino también a la natural, a la ratio de la naturaleza humana; podemos enumerar: la legalización del «matrimonio igualitario»; la práctica de fabricación de bebés en probeta mediante donación de gametos y alquiler de vientres, reparto masivo de preservativos, legalización -entre nosotros todavía parcial-del aborto, propaganda desvergonzada del concubinato y la fornicación a través de los mass-media, que presentan simpáticamente los amoríos provisorios de la gente de la farándula, a la que se asocian deportistas y políticos. En nuestro país, la aprobación de un nuevo Código Civil ha dado el golpe de gracia a la institución familiar. Generalizando un poco, pero no mucho, podemos notar que la gente no se casa, vive «en pareja». Todas estas desgracias se precipitaron en las últimas tres décadas, y todavía debemos temer nuevos intentos de promulgar una ley abortista, que amplíe las permisiones ya concedidas por vía legislativa y judicial.

Las campañas mundiales contra la natalidad se valían habitualmente del fantasma de la superpoblación, que agitaban con acentos apocalípticos. Ahora apelan también a otro argumento: el cambio climático. He leído no hace mucho que la investigadora Kimberley Nicholas, de la Universidad de Lund, en Suecia, utiliza esta ecuación: cuanto menos hijos, menos emisiones de carbono, menos calentamiento global. A propósito de este juicio, recuerdo que en el diario «La Nación», de Buenos Aires, Carlos M. Reymundo Roberts, formuló una atinada observación crítica: La disminución en el número de personas que nacen provoca un envejecimiento de la población, acentuado por el hecho de que la expectativa de vida no deja de crecer. El autor señala el problema social y económico que trae aparejado, y anota: En buena parte del mundo desarrollado reviste tal seriedad que hay países, como Francia, que premian con fuertes subsidios a las familias que tienen tres hijos o más. Cita, además, a un alto funcionario japonés que años atrás declaró que ese país enfrenta, a futuro, un desafío mayor: frenar la caída en su tasa de natalidad. Cierra el excelente artículo «Hijos, sí o no» con una referencia a la Argentina, que padece un grave déficit poblacional, y que sin desatender el cambio climático, necesita crecer y multiplicarse. Diríamos que se trata de una cuestión de soberanía, más aun, de supervivencia. En un artículo conmemorativo del aniversario de Humanae vitae, publicado en L' Osservatore Romano, Lucetta Scaraffia destacaba ese problema y el costo de una fuerte y brusca disminución de la natalidad, así como las consecuencias negativas para la salud de las mujeres del uso permanente de anticonceptivos químicos. Que yo sepa, esta publicación extraoficial fue el único recuerdo que mereció de Roma la encíclica de Pablo VI.

Un profeta es despreciado solamente en su pueblo y en su familia (Mt 13, 57), dijo Jesús ante la incredulidad de sus paisanos de Nazaret. Nosotros solemos emplear este dicho: «Nadie es profeta en su tierra». La doctrina enseñada con la autoridad del magisterio pontificio no fue aceptada por amplios sectores de la Iglesia, en momentos en que arreciaba la crisis de fe y de obediencia, a la cual el Papa Montini se refirió abundantemente en sus catequesis, y procuró paliarla con sabias iniciativas pastorales. Se hizo sentir el rechazo de teólogos, sacerdotes, y obispos; y a partir del mismo se desencadenó una crítica demoledora de los fundamentos de la teología moral. Muchos pastores desviaron a los fieles de la auténtica verdad católica sobre el matrimonio, y los inducían a adoptar una concepción de la vida cristiana, eludiendo el camino estrecho de la cruz, y desconfiando de la gracia divina, que hace posible lo más arduo. Han echado sobre sus espaldas la responsabilidad gravísima de deformar la conciencia de los fieles. Esta ofuscación de la verdad continúa todavía hoy, a pesar del luminoso magisterio, sobre estos temas, de Juan Pablo II y Benedicto XVI. El constructivismo filosófico campea ampliamente, y el relativismo es una de las llagas abiertas en el Cuerpo de la Santa Iglesia. Da pena recordar la actitud de varias Conferencias Episcopales ante la publicación de la encíclica, y el perseverante mal ejemplo del Cardenal Carlo María Martini, que persistió en su error del rechazo a Humanae vitae hasta en su testamento literario, «Conversaciones nocturnas en Jerusalén».

El testimonio profético de Pablo VI es más necesario hoy que en 1968, ya que el comportamiento contrario a la enseñanza de la encíclica se ha convertido en una práctica generalizada, ante el silencio culpable de los pastores.

+ Mons. Héctor Aguer, Arzobispo emérito de La Plata

Académico de Número de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas.

23 comentarios

Enrique
En “Casti connubii” no existe la Paternidad Responsable. Porque si esta existe es porque existe la paternidad Irresponsable. Esta es la inclusion en el magisterio de la dialectica marxista.
Si se lee la Casti Connnubii uno se da cuenta de lo innecesario de la Humanae Vitae y de como se subjetivizo, con la paternidad rsponsable, terminando en la planificacion familiar
16/06/20 6:41 PM
M.Angels
Creo que es de lo mejor que he leído sobre el tema. Es verdad, hubo y hay un grave pecado de rechazo a la enseñanza moral de la Iglesia que la Humanae Vitae formuló, recogiendo y poniendo al día lo que la Iglesia había enseñado siempre. Pablo VI no se inventó nada, propuso nuevamente, con toda la fuerza de su autoridad y con gran claridad la doctrina perenne de la Iglesia. Y desde luego, impresiona leer los males que el Papa predijo como consecuencia de la aceptación de la anticoncepción. Uno a uno, están todos a nuestros ojos. Gracias, monseñor.
16/06/20 9:08 PM
maru
Y tan profética que fue la Humane Vitae!!!!!
17/06/20 11:19 AM
José Silva
El hombre humano no se puede reproducir como conejos. Ha que haber una paternidade responsable. Quando en 1900 habria mil millones e personas y hoy 7 millones, es dificil de percebir que el genero humano como un todo estea a cortar la fertilidad. O Arzobispo Emérito de La Plata no ve, no sabe, no se interesa. Solo habla del individuo no de la humanidad como un todo. Los actos de uno individuo no tienen influencia en la humanidade como un todo, como la fecundidad de dos padres y hermanas no lo tiene. Quiere Arzobispo Emérito de La Plata el planeta con 100 millones de personas e despues discursar sobre la povertá ?. Hay que decir algo de nuevo, no cocinar viejas recetas.
17/06/20 11:47 AM
Tomás Bertrán
Perdonadme si soy pesado, pero a mi parecer me gustaría aclarar el concepto de "sexo", que tan hábilmente ha deformado el diablo, y nos ha hecho caer en su dialéctica.
Entiendo y defiendo que el sexo es maravilloso, ya que ha sido creado por Dios, y Dios vio que era bueno. O sea, unitivo y procreativo. Todo lo que se aparta de este designio divino, todo lo que se opone a ser unitivo y procreativo, para mí deja de ser sexo. Yo lo llamo en este caso genitalidad. Todo acto que hoy día se le tilda de sexo, por la dialéctica diabólica, incluso dentro de los cristianos que estamos en la Santa Iglesia, ya que el humo de Satanás ha penetrado entre nosotros (repito, la Iglesia es Santa. Cuerpo Místico) ya no es sexo (querido por Dios), es una burda e inmoral genitalidad. Sexo sí, y unido y amado por Dios.
Considero la Humanae Vitae el evangelio del matrimonio.
17/06/20 12:48 PM
Pablovelasco
Silencio culpable??? No, colaboración activa con el pecado. A ver donde encuentras a un cura que diga que el uso de anticonceptivos es pecado y destruye la comunión conyugal, sea cuales sean sus circunstancias de uso.....
En la época de Pablo Vi, sacó la encíclica en contra de la opinión mayoritaria de los obispos, que directamente la obviaron, pero ahora la opinión misericordiosamente falsa acerca de la anticoncepción, es aplastante
17/06/20 1:46 PM
Saulo
Hipocresía de 60 años.
17/06/20 4:23 PM
Pablo
Pues Pablo Velasco me lo ha quitado de la boca... ¿Silencio culpable? ¡¡¡Perdonen que me ria!!!
Lo que hay y hubo es clara predicación a favor de la anticoncepción... Como de muchas otras cosas.
La Iglesia como siempre usa un lenguaje ambiguo donde cada cual interpreta de una manera y no explica si esto es erróneo o no.

17/06/20 4:47 PM
Fernando Martín López Avalos
Esta noticia,que no tan noticia, me recuerda al saco de Roma por las tropas de Carlos V. Sólo que ahora el saqueo lo perpetra el clero católico inficionado de ideas masónicas y protestantes.
17/06/20 5:00 PM
Argia
La Iglesia, por lo menos durante los últimos años, no ha seguido el consejo de S. Pablo en la primera carta a los Corintios 5, 11, y no ha dejado de "comer", ni de mantener en la Iglesia a los que llamandose hermanos (católicos) han negado su doctrina, o incluso han vivido en inmoralidad. S. Pablo acaba diciendo : "arrojad de entre vosotros al malvado".
Pero no, durante mucho tiempo se han quedado todos dentro, propagando sus "malas doctrinas". Hubo un tiempo, que cada vez que salia un teólogo en la Tv, uno ya sabia que iba a hablar de cosas en contra de la doctrina de la iglesia, y alli estaba tan campante, confundiendo al auditorio.
Esto ha debilitado a la iglesia, ha creado confusionismo sobre la Fe, y el resultado, hoy en día es que se cree que la Iglesia es un buffet libre.
Así pues obispos y sacerdotes que defienden, relaciones homosexuales, el aborto, las relaciones prematrimoniales etc.
La misericordia de Dios, es para salvar almas, la misericordia humana es para que se pierdan en su extravío. El no distinguir una de otra, es lo que hace que no se distinga entre un pecador que se arrepiente, y otro que está orgulloso de su pecado, o no tiene intención de dejarlo.
El Padre Pio en una ocasión le dijo a un penitente en el confesionario que tenia que oir misa los domingos, cosa que se negaba a hacer, porque tenia una barbería que decia que tenia que abrir. Pero el Padre Pio no cedió, y al final le dijo: o se va Ud. o me voy yo.El penitente, cedió claro.
Pues lo mis
17/06/20 7:32 PM
felipe
Me parece que Jose Silva tiene razón......
17/06/20 9:28 PM
Juan Mariner
José Silva y Felipe: parece que el pánico a no caber en el globo terráqueo les puede..., el maltusianismo siempre planeando en el horizonte... El hambre no es consecuencia de la superpoblación: hay zonas poco habitadas con hambre y zonas superpobladas con alto nivel económico y alimentos y vestido de sobras. El hambre está en la mala cabeza de la gente por falta de educación correcta y en la maldad de los poderosos. La población mundial actual cabría en tres o cuatro Estados de Norteamérica con una densidad poblacional similar al Benelux y, hoy en día, si se repartieran los recursos económicos y alimentarios con racionalidad, viviríamos todo el orbe como los portugueses. Antaño creían que para mantener a mucha gente se debían esquilmar los recursos naturales; hoy, vas al mar de plástico de Almería y ves que pueden dan de comer fruta y verdura a toda Europa sin muy grandes esfuerzos.
17/06/20 10:15 PM
Ana
Tengo junto a mi esposo diez años y medio de matrimonio y estamos esperando nuestro octavo hijo. Cada uno de ellos es un maravilloso don de Dios. Desde el día en que nos casamos supimos que debíamos recibirlos amorosamente y educarlos cristianamente. Dios ha proveído permanentemente a todas nuestras necesidades, a todas y cada una. Es Dios quien nos patrocina, y la Virgen Santisima. En la Iglesia, salvo escasas luces como Casti Conubii y Humanae Vitae, no hemos encontrado claridad, ni verdad, ni compromiso. Solo confusión y desorientación. La familia, tal y como Dios la ha querido, es sagrada. Defenderla y defender la natalidad en el seno de ella hoy en día es una auténtica Revolución Cristiana. Ser sal y luz es hoy defender el matrimonio santo y la procreación natural, esa es la paternidad responsable. Todo lo demás viene del Maligno.
17/06/20 10:33 PM
Roberto
Vamos por partes:

Lo primero, cuando hablamos de estos temas, de asumir los planteamientos de la "Humanae Vitae", de la paternidad responsable, de como vivir la sexualidad dentro del matrimonio, de los hijos y su educación, etc, etc, etc, .............habrá que encontrar una pareja adecuada que esté de acuerdo con todo esto, hablar mucho de estas cosas durante el noviazgo (si lo hay), o incluso antes del noviazgo........y ¿si no encuentras tal persona? porque puedes encontrar chicas estupendas, pero en estos temas, "pinchar hueso" ¿te quedas soltero por ello?
Porque encontrar féminas que coincidan con estas doctrinas, por lo general, exclusivamente, dentro de comunidades eclesiales, (y no todas), y más exclusivamente, dentro de grupos de Iglesia muy, muy concretos; porque no todos en la Iglesia comparten estas cosas.

En resumen, que el matrimonio católico e integro, para una minoría , muy minoría social. Y no hablo de teorías, sino de realidades.
No se si estáis de acuerdo conmigo.
18/06/20 10:24 AM
Tomás Bertrán
El matrimonio no es una elección que viene de uno mismo. El matrimonio es una vocación, como puede ser la vida religiosa, y esta vocación, llamada, no viene de uno mismo sino que viene de Dios. Y si uno quiere seguir la llamada de Dios ha de ser como Dios lo quiere y no al capricho de cada uno. Ahí está el quid ¿Quién esta primero, Dios o la novia o el novio?
El pecado es elegir la criatura o cosa antes que a Dios. Es decirle a Dios no te sirvo, no quiero serte fiel.
Si uno quiere de verdad a una persona para casarse querrá hacer feliz plena y para siempre a esta persona, y esta felicidad, plena y para siempre, no existe en este mundo. Sólo existe en el cielo. Y para ir al cielo no basta con ser un buen chico, si no que como mínimo hay que cumplir lo que Jesús le dijo al, joven, cumple los Mandamientos.
Cuando me declaré a mi esposa y me dijo que sí, antes de cogernos más cariño le expuse que mi vocación era el matrimonio abierto a la vida, y que si podíamos tener una familia numerosa. Que si no estaba conforme, quedábamos tan amigos, y si estaba conforme seguíamos de cara al matrimonio. Me dijo que estaba conforme y hemos tenido 15 hijos, cuatro no llegaron a término y once vivos. Cuatro chicas y siete chicos. Por cierto hoy el benjamín, Enrique de Ossó, ha cumplido 28 años. Mi esposa murió hace tres años de un cáncer de pulmón, con unción de enfermos, confesión y comunión y está en el cielo. Ahora me toca a mí ganarme el cielo, porque en el cielo seguiré siendo el esposo
18/06/20 1:15 PM
Roberto
Tomás Bertrán

"El matrimonio no es una elección que viene de uno mismo. El matrimonio es una vocación"

Es una afirmación que he oído muchas veces; ahora bien, no acabo de entender que sea entonces el hombre el que se tiene que acercar a una mujer, tomar iniciativas, intentar gustarle, etc, etc......... y al final, es ella la que te elige a tí, porque le interesa. ( y el tema económico no suele ser para ellas menor).
O sea que si tú no tomas iniciativas, no te creas que una mujer se te va a acercar. La relación hombre-mujer al final llego a la conclusión de que es tinglado social y cultural donde los roles suelen estar bastante marcados. Si a esto lo llamamos vocación; la verdad , no se donde está la iniciativa de Dios.
18/06/20 1:37 PM
Tomás Bertrán
Se me olvidaba. Si hay motivos serios, son lícitos los métodos naturales
18/06/20 1:39 PM
Tomás Bertrán
Roberto, la vocación no está en que te guste la persona como noviazgo. La vocación está en hacer la voluntad de Dios, que es su llamada a la santidad a través del Matrimonio.
Respecto a que es el hombre el que se acerca, je, je.... Las mujeres saben hacerse las encontradizas cuando un hombre les cae entre ceja y ceja. Corramos tupido velo que es terreno pantanoso
18/06/20 2:04 PM
Chico
A mi me llama muchisimo la atencion el silencio de los Obispos acerca de este asunto y concluyo: Sus razones tendran. Y sigo con mi mucha extrañeza
18/06/20 3:38 PM
madre
Roberto, has debido tener una mala experiencia.
Cuando una persona se enamora de verdad, efectivamente creo que es Dios quien pone en tu camino a esa persona, la cuestión está en si la persona es buena persona o va pensando en otras cosas, pero Dios nos deja libres...
Los buenos pastores, siempre dan buenas enseñanzas. Gracias, ¡que Dios lo bendiga!
18/06/20 6:25 PM
Ana
Tengo junto a mi esposo diez años y medio de matrimonio y estamos esperando nuestro octavo hijo. Cada uno de ellos es un maravilloso don de Dios. Desde el día en que nos casamos supimos que debíamos recibirlos amorosamente y educarlos cristianamente. Dios ha proveído permanentemente a todas nuestras necesidades, a todas y cada una. Es Dios quien nos patrocina, y la Virgen Santisima. En la Iglesia, salvo escasas luces como Casti Conubii y Humanae Vitae, no hemos encontrado claridad, ni verdad, ni compromiso. Solo confusión y desorientación. La familia, tal y como Dios la ha querido, es sagrada. Defenderla y defender la natalidad en el seno de ella hoy en día es una auténtica Revolución Cristiana. Ser sal y luz es hoy defender el matrimonio santo y la procreación natural, esa es la paternidad responsable. Todo lo demás viene del Maligno.
18/06/20 7:38 PM
Juan Mariner
Roberto: ya lo dijo el sabio, en esto de las parejas como Dios manda "hay mucha demanda y poca oferta". Muévete en otros ambientes, el mar es extenso y hay muchos otros peces en el mar, manda a la m... a estas chicas exigentes, narcisistas, interesadas, clasistas. bobaliconas y sedientas de bienestar económico con el alma podrida. Cambia de aires por tu bien. Lo que nos dice la Humanae Vitae es Derecho Natural a fin de cuentas, conozco muchos matrimonios que sólo son católicos nominales y nunca pisan la iglesia y que viven como lo que proclamó Pablo VI, porque es la única forma de respetar al cónyuge en igualdad y mirar de frente a tus hijos para que te respeten siempre..
18/06/20 10:31 PM
San Miguel ruega por nosotros
Muy bien fundamentado este artículo. Monseñor Héctor Aguer siempre nos muestra las enseñanzas de la Iglesia, que son las de siempre. Dios lo bendiga.
21/06/20 6:34 AM

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