Benedicto XVI se reunió en el Centro Cultural Juan Pablo II con unos 200 representantes de cinco comunidades religiosas: judíos, musulmanes, hindúes, budistas y jainitas. El Centro nació en 1998 por iniciativa del entonces arzobispo de Washington, cardenal Joseph Adam Maida y fue inaugurado en 2001 en presencia de George W. Bush. Es un lugar de encuentro, diálogo e investigación académica sobre las relaciones entre fe y cultura.
"Este país tiene una larga historia de colaboración entre las diversas religiones en muchos sectores de la vida pública -dijo el Papa en su discurso-; (...) oraciones interreligiosas durante la fiesta nacional de Acción de Gracias, iniciativas comunes de actividades caritativas, una voz compartida sobre importantes temas públicos. Estos son algunos modos con los que los miembros de distintas religiones se encuentran para mejorar la comprensión recíproca y promover el bien común".
El Santo Padre recordó que "los americanos han apreciado siempre la posibilidad de rendir culto libremente y en conformidad con su conciencia. (...) Hoy, jóvenes (...) de todas las religiones se sientan uno al lado del otro en todas las escuelas del país, aprendiendo unos con otros y unos de otros. Esta diversidad plantea nuevos retos que imponen una reflexión profunda sobre los principios fundamentales de una sociedad demócrata".
"¡Ojalá otros asegunden con valor vuestra experiencia dándose cuenta de que una sociedad unida puede ser el resultado de una pluralidad de pueblos (...) con la condición de que todos reconozcan la libertad religiosa como un derecho civil fundamental".
"La tarea de defender la libertad religiosa no se puede nunca dar por acabada -observó el Papa-. (...) Tutelar la libertad religiosa dentro de las normas de la ley no garantiza que los pueblos, en particular, las minorías se vean libres de discriminaciones y prejuicios. Para ello es necesario un esfuerzo constante por parte de todos para asegurar que los ciudadanos tengan la oportunidad de practicar pacíficamente su culto y de transmitir a sus hijos su patrimonio religioso".
Centrándose en el diálogo entre las religiones, el pontífice subrayó que "a medida que aumenta la comprensión mutua, nos damos cuenta de que compartimos una estima por los valores éticos al alcance de la razón humana que respetan todas las personas de buena voluntad. El mundo pide con insistencia un testimonio común de estos valores. Por eso invito a todas las personas religiosas a considerar el diálogo no sólo como un medio para reforzar la comprensión recíproca, sino también como un modo para servir de forma más amplia a la sociedad".
Benedicto XVI calificó como "loable" el creciente interés de muchos gobiernos por "patrocinar programas destinados a promover el diálogo interreligioso e intercultural", pero añadió que al mismo tiempo "la libertad religiosa, el diálogo interreligioso y la fe se proponen algo más que alcanzar un consenso para individuar (...) estrategias concretas para que la paz progrese. El objetivo más amplio del diálogo es descubrir la verdad".
"Los líderes espirituales tienen el deber y (...) la competencia de poner en primer plano las preguntas más profundas de la conciencia, de despertar a la humanidad al misterio de la existencia humana, de dar cabida en un mundo frenético a la reflexión y la oración".
"De cara a estos profundos interrogantes que tocan el origen y el destino del género humano -señaló el Papa- los cristianos proponen a Jesús de Nazaret. (...) El deseo ardiente de seguir sus huellas lleva a los cristianos a abrir sus mentes y sus corazones al diálogo".
"Quizás en la tentativa de descubrir nuestros puntos comunes -observó- hemos olvidado la responsabilidad de discutir con calma y claridad de nuestras diferencias. Mientras unimos siempre mentes y corazones en búsqueda de la paz, debemos escuchar también con atención la voz de la verdad".
"Así nuestro diálogo no se limitará a individuar un conjunto de valores comunes -concluyó- sino que nos impulsará a proseguir en la búsqueda de su fundamento. No tenemos nada que temer porque la verdad desvela la relación esencial entre el mundo y Dios. Podemos percatarnos de que la paz es "un don celestial" que nos llama a conformar la historia humana al orden divino".
Al final, el Santo Padre encontró en la Sala Nacional de Polonia a los representantes de la Comunidad Judía y les entregó un mensaje de felicitación con motivo de la festividad de la Pascua Judía que cae este año el 19 de abril.
"En este momento de vuestra celebración más solemne -escribe el Papa-, me siento particularmente cercano, precisamente porque "Nostra aetate" hace una llamada a los cristianos para que recuerden siempre que la Iglesia "ha recibido la revelación del Antiguo Testamento por medio del pueblo con el que Dios, por su inefable misericordia, se dignó establecer la Antigua Alianza. (...) Al dirigirme a ustedes, deseo también yo reafirmar la enseñanza del Concilio Vaticano II sobre las relaciones Católico-Judías y reiterar el compromiso de la Iglesia por el diálogo, que en los últimos cuarenta años ha cambiado y mejorado fundamentalmente nuestras relaciones".
"Debido a ese aumento de confianza y amistad, cristianos y judíos -continúa- pueden alegrarse juntos en la profunda espiritualidad de la Pascua, un memorial de libertad y redención. Cada año, cuando nosotros escuchamos la historia de la Pascua, volvemos a esa bendita noche de liberación. Este tiempo santo del año debe ser una llamada a nuestras respectivas comunidades a buscar la justicia, la misericordia, la solidaridad con el extranjero en el territorio, con la viuda y el huérfano, como ordenó Moisés".
"Esta vinculación nos permite a los cristianos celebrar junto a ustedes, aunque según nuestro modo propio, la Pascua de la muerte y resurrección de Cristo, que consideramos inseparable de lo que es propio de ustedes, pues Jesús mismo dijo: "La salvación viene de los judíos". Nuestra Pascua y su Pesah, aunque distintas y diferentes, nos une en nuestra esperanza común centrada en Dios y su misericordia".
"Por consiguiente -concluye-, ruego con respeto y amistad a la comunidad judía que acepte mi saludo de Pesah, en un espíritu de apertura a las posibilidades reales de cooperación que vemos ante nosotros al contemplar las necesidades urgentes de nuestro mundo, y al percibir con compasión los sufrimientos por doquier de millones de nuestros hermanos y hermanas. Naturalmente, nuestra esperanza compartida de paz en el mundo comprende el Medio Oriente y la Tierra Santa en particular. Que la conmemoración de los dones de Dios, que judíos y cristianos celebran en este tiempo festivo, inspire a todos los responsables del futuro de esa región -donde han tenido lugar los acontecimientos que rodean la revelación de Dios- renovados esfuerzos y, sobre todo, nuevas actitudes y una nueva purificación de los corazones".