(Katolisch/InfoCatólica) En el siguiente artículo del periodista y escritor alemán Andreas Drouve, se describe con detalle y calidez el ambiente que se vive en la pastoral de habla alemana en Santiago de Compostela. Allí, cada tarde, se reúnen peregrinos para compartir emociones y experiencias tras completar el Camino. En un entorno cuidado y acogedor, voluntarias alemanas ofrecen escucha, consuelo y espiritualidad, creando un espacio de conexión humana más allá de credos, profesiones o títulos. El texto ofrece una mirada íntima a esta labor silenciosa que transforma el final del viaje en un verdadero momento de llegada:
Pastoral de habla alemana en Santiago abre sus puertas… y sus corazones.
En medio de la mesa arde una vela. A su lado hay una lata con galletas. Las acompañantes espirituales Marie-Luise Hildebrand (70) y Waltraud Zeth (68) reparten tazas de café e intentan crear, en la medida de lo posible, una burbuja de bienestar en el bullicioso Santiago de Compostela. La sala se va llenando, aquí, en la primera planta del centro de peregrinos, donde en la planta baja se reparten las compostelas en un proceso de atención masiva y despersonalizada.
Son las cuatro de la tarde, la hora fija de este encuentro diario. Bajo el lema «Llegar y sentirse esperado», la pastoral de habla alemana abre sus puertas y su corazón. Desde mediados de mayo hasta finales de octubre, equipos de tres personas prestan servicio voluntario durante dos semanas. La oferta incluye también una misa, posibilidad de confesarse y un recorrido espiritual en torno a la catedral. Todo ello forma parte de una iniciativa de la diócesis de Rottenburg-Stuttgart y del Secretariado Católico para el Extranjero de la Conferencia Episcopal Alemana.
«El Camino es parecido a la vida escolar»
La acompañante espiritual Hildebrand cierra la puerta. Con la corriente de aire, la vela —colocada en una concha de vieira— parpadea. Al fondo, a través de la ventana, se vislumbra el verdor de un nogal. En estos encuentros nadie pregunta por la confesión religiosa, la profesión o los títulos académicos. En el círculo de conversación, todos se presentan con su nombre de pila; el uso del «tú» pone a todos al mismo nivel. Hoy hay once participantes, entre ellos las hermanas Andrea Baur (62) y Monika Baur-Fischer (57). Han llegado a pie a Santiago de Compostela y se sienten abrumadas por sus emociones; repartieron sus etapas desde su tierra natal en el sur de Alemania a lo largo de diez años de peregrinación.
A la felicidad de haber llegado se le suma una nota de tristeza. «También hemos caminado por nuestro hermano fallecido, hemos encendido muchas velas en muchas iglesias y rezado por él», recuerda Baur. En el Camino de Santiago, la antigua maestra de primaria de Schwäbisch Gmünd encuentra paralelismos con su profesión: «El Camino es parecido a la vida escolar. Un curso escolar empieza, estás motivado y bien preparado. No pasa mucho tiempo hasta que surgen los primeros problemas. Te duelen los pies, aparecen ampollas. Hace calor, la mochila pesa».
A pesar de los momentos difíciles del camino, anima sin reservas a peregrinar: «Si estás sano, haz lo que es importante para ti. Da el paso, libérate». Su hermana Monika, que se describe como «creyente, católica de formación y educación», asiente y resume su llegada a Santiago de Compostela: «Para mí, ahora todo está completo, terminado, y me siento bien».
Ambas agradecen la oferta de acompañamiento espiritual y ya han asistido a dos misas. Durante el encuentro, los participantes hablan abiertamente del torrente de pensamientos durante el camino, del esfuerzo, las heridas, la fe, el ritmo pausado que han podido adoptar. También comentan el ambiente con niebla, el aroma de los eucaliptos gallegos y el hecho de haber «desconectado mentalmente». «Me sentí desbordado por las emociones», dice alguien. Se llora. Se ríe.
«El Camino deja huella en todos»
«Las lágrimas son algo maravilloso para mí, en el sentido de que todo fluye, algo se libera», dice la acompañante espiritual Hildebrand. La asesora pastoral jubilada de la Alta Suabia, que está por cuarta vez en misión en Santiago y siempre tiene el oído abierto para quien lo necesite, lo tiene claro: «El Camino deja huella en todos. Muchos tienen que recorrer muchos caminos hasta encontrarse a sí mismos».
«Acoger y acompañar: esa es nuestra tarea aquí», afirma la acompañante espiritual Zeth, que lleva años peregrinando por España. «Santiago de Compostela es mi lugar anhelado. Aquí encuentro una dimensión espiritual especial», comparte con entusiasmo. Lo mismo les ocurre a muchos recién llegados, también en la pastoral de habla alemana. Tras el intercambio emocional en el círculo, algunos escriben en el libro de visitas para expresar más sentimientos desde el corazón. Y quien lo desee puede estampar al final el sello de la pastoral en su credencial como recuerdo.






