(NCRegister/InfoCatólica) La historia de Estados Unidos demuestra que la fe ha tenido siempre un papel fundamental en la formación de líderes y en la orientación de la vida política y social. Desde Washington hasta Madison, pasando por Tocqueville, el relato nacional muestra que la religión no ha sido sólo una devoción privada, sino una fuerza pública que guía la libertad y evita que esta degenere en libertinaje.
La paz y la seguridad del país descansan sobre la virtud, y esta florece cuando la fe se cultiva. Por el contrario, cuando la conciencia moral es atacada, no es raro que surjan actos de violencia.
En este contexto, las mujeres de fe desempeñan un papel decisivo. Ellas suelen ser las primeras en promover la paz. Cuando pueden vivir libremente su fe, se fortalecen las familias, prosperan las comunidades y las naciones crecen. Para una mujer creyente, vivir su fe no es una teoría política, sino una realidad profundamente personal.
Las vidas de santas y mártires dan testimonio de esta verdad. Santa Inés y Santa Cecilia confesaron su fe con valentía y dignidad hasta el martirio. Santa Juana de Arco condujo a su pueblo con la certeza de haber sido llamada por Dios. Santa Mónica, con sus incansables oraciones por la conversión de su hijo, san Agustín, es modelo de maternidad cristiana. Santa Rita soportó grandes sufrimientos en su matrimonio, mostrando siempre perdón y misericordia.
Y María, la Madre de Dios, con su «sí» incondicional al plan divino, contribuyó a cambiar la historia de la humanidad. Sin embargo, Nuestra Señora de los Dolores no fue ajena al sufrimiento y a la pérdida, mostrándonos que la fidelidad a Dios no excluye el dolor.
Hoy, mujeres creyentes en Estados Unidos continúan esta herencia. Recientemente se ha puesto de relieve el testimonio cristiano de dos mujeres ejemplares.
Erika Kirk ha mostrado entereza y serenidad tras el asesinato de su esposo, Charlie Kirk, como se explicó en un artículo publicado en Evie Magazine. Por su parte, la jueza del Tribunal Supremo Amy Coney Barrett ha sido objeto de reflexión en The Daily Wire con motivo de la publicación de su libro Listening to the Law: Reflections on the Court and the Constitution, en el que se analiza su visión jurídica y su coherencia moral. Ninguna de ellas se presenta como una «mujer de poder» en sentido mundano, sino como creyentes que demuestran que la fe es esencial tanto para sus familias como para el bien común de la nación.
Erika Kirk asumirá próximamente la presidencia ejecutiva y la dirección de Turning Point USA, la organización fundada por su esposo. Este domingo tomará la palabra en el acto conmemorativo en su honor, en el que también participarán el presidente Donald Trump y el vicepresidente JD Vance.
Que Erika acepte esta responsabilidad mientras llora la pérdida de su esposo y cuida de sus hijos pequeños no se basa únicamente en su fuerza humana, sino en una confianza sobrenatural en la misericordia y el poder de Dios. A pesar del dolor, sigue llamando a las mujeres a ser «dadoras de vida»: a cuidar, edificar y sanar en un mundo dividido. Su testimonio recuerda que las mujeres de fe no huyen del sufrimiento, sino que lo enfrentan con entrega, fortaleza y, sobre todo, amor.
La jueza Amy Coney Barrett ofrece otro ejemplo. En su libro Listening to the Law, expresa su profundo respeto por el derecho. Escribe con claridad que para un juez «el principio rector en cada caso es lo que exige la ley». Esa firmeza es posible gracias a la humildad que su fe le inspira. Detrás de su servicio público hay una familia numerosa y llena de amor. Para muchas mujeres creyentes, su testimonio es motivo de admiración y ejemplo a seguir.
El testimonio de santas, mártires y mujeres creyentes de nuestro tiempo demuestra que la fe no es pasiva. Inspira valentía para proclamar la verdad, paciencia para sobrellevar el sufrimiento y sabiduría para construir comunidad. A través de la oración, el consejo y la caridad, las mujeres creyentes encarnan las virtudes que sostienen a las familias y fortalecen el bien común.
La perseverancia de la jueza Barrett, la gracia firme de Erika Kirk y el testimonio constante de las santas —especialmente de Nuestra Señora— iluminan el camino para que todas las mujeres creyentes sean instrumentos de la paz de Dios en una nación que tanto lo necesita.






