(KathPress/InfoCatólica) El entorno de la capilla de la Tumba y Resurrección de Cristo sigue siendo una zona en obras. Detrás de paneles de protección y lonas, se escuchan golpes, sierras y taladros; se realizan estudios y mediciones; pequeños vehículos nivelan el terreno, y los trabajadores colocan gruesas losas de piedra sobre el suelo histórico. A pesar de ello, permanece abierto el acceso a la cámara sepulcral de dos compartimentos, donde, según la tradición cristiana, fue depositado el cuerpo de Jesucristo tras su crucifixión.
En 2016, los custodios de la basílica —ortodoxos, católicos y armenios— alcanzaron un histórico acuerdo ecuménico para llevar a cabo una restauración urgente del lugar más sagrado del cristianismo. Se estableció que el templo permanecería abierto y que las celebraciones litúrgicas no se interrumpirían. Según fuentes eclesiales, se espera que el próximo mes se pueda reabrir completamente el paso alrededor de la edícula, con su característica cúpula de estilo oriental.
En los últimos días, las obras dirigidas por la Universidad de La Sapienza de Roma han cobrado gran intensidad en esta parte central del templo. Los arqueólogos de dicha institución recibieron en 2019 el encargo de estudiar y estabilizar el suelo inestable en torno al Santo Sepulcro, que presentaba riesgos estructurales.
Fundamentos desde la época de Constantino
El emperador Constantino ordenó en el siglo IV la construcción del templo sobre una antigua cantera parcialmente desmontada. Algunas partes, como el propio Santo Sepulcro, se asientan directamente sobre la roca madre, mientras que bajo otras zonas se acumulan hasta seis metros de tierra y escombros, con cavidades y desplazamientos. La cúpula de la iglesia, que en su origen era abierta, permitía la entrada de agua de lluvia, lo que contribuyó a la inestabilidad del terreno.
Alrededor de la rotonda del sepulcro —ya restaurada en una primera fase hace ocho años— se están colocando losas de piedra de tono rosado, similares al color de la edícula. El riesgo para la integridad de los visitantes, motivo por el cual las autoridades israelíes ordenaron hace una década el inicio de las obras, se considera ya superado en esta zona. Un anillo de piedra negra vuelve a marcar el perímetro de la cúpula sagrada, construida hace 200 años.
No obstante, ni los arqueólogos ni los responsables eclesiásticos han precisado cuándo finalizarán los trabajos. Por ahora, la Cuaresma del próximo año se plantea como posible fecha de finalización.
A pesar del avance, la basílica del Santo Sepulcro, con sus capillas y lugares conmemorativos pertenecientes a griegos ortodoxos, católicos, armenios, coptos y sirios, continúa siendo un gran espacio en obras. En el patio se almacenan grandes palés con losas destinadas a reemplazar las dañadas o demasiado finas. En el interior del templo, cada rincón disponible se utiliza como almacén de materiales, zona de trabajo o sala de planificación para arqueólogos y empresas constructoras.
La escasa afluencia de peregrinos facilita los trabajos
Las labores se ven favorecidas por la baja afluencia de visitantes y peregrinos, consecuencia de la actual situación política. Durante los años de mayor actividad turística, la basílica solía estar abarrotada, con altos niveles de ruido y largas colas desde el exterior. El recogimiento y la oración tranquila solo eran posibles a primeras horas del día.
Los arqueólogos romanos, como antes los atenienses, tienen la misión de garantizar la seguridad del templo para los fieles, y al mismo tiempo profundizar en el conocimiento histórico de este lugar sagrado. La historia de la basílica comienza con el emperador Constantino, quien en el año 326 ordenó derribar las edificaciones paganas y eliminar los rellenos hasta dejar al descubierto la roca original.
Su predecesor, el emperador Adriano, había cubierto hacia el año 135 la tumba de Cristo con un monumento dedicado a Júpiter, y el monte Calvario, lugar de la crucifixión, con un santuario en honor a Venus, bajo el cual se creó una gruta dedicada a esta deidad. Según los responsables de la excavación, aparte de una antigua vía romana, apenas se han encontrado restos de esa época. Además, intervenir de nuevo en el monte Calvario, ya muy erosionado desde la época de Constantino, se considera demasiado arriesgado.
Por ahora, los expertos romanos han difundido escasa información sobre sus hallazgos, siguiendo los usos habituales en la investigación científica. Está prevista la publicación de un informe oficial. No obstante, antes de que eso ocurra, la basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén aspira a recuperar plenamente su papel como lugar de memoria, culto y oración.