(C. V./InfoCatólica) Con la participación de más de 2.000 peregrinos, entre ellos una treintena de sacerdotes de distintas nacionalidades (Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, España, Francia y Paraguay), concluyó este Domingo 17, en el Santuario Nacional de Nuestra Señora de Luján, la XVI Peregrinación de Nuestra Señora de la Cristiandad, con el lema «En Ti, Señor, he esperado». Había partido desde Rawson (Buenos Aires), el viernes 15, en la solemnidad de la Asunción de la Virgen María, y cubrió más de cien kilómetros. La Misa de Clausura fue rezada por el padre Raúl Olazábal; sanjuanino, del Instituto Cristo Rey Sumo Sacerdote, en el Centro Tradicionalista «Martín Fierro», de Jáuregui. Desde allí se recorrieron los siete kilómetros finales hasta la Basílica de Luján, donde hubo Adoración al Santísimo Sacramento, y se rezó el Santo Rosario.
Durante tres jornadas, la compacta columna, distribuida en Capítulos, llevó su fervor religioso por la pampa húmeda argentina, en clave penitencial. Con la intención de recristianizar el país, y trabajar por la Realeza social de Cristo. Participaron fieles de diversas edades (el Capítulo de los «veteranos» fue, una vez más, el de «Santiago Apóstol», de La Plata, con un promedio de 40 años); la mayor parte de los peregrinos tienen entre 18 y 30 años. A lo largo del camino, se escucharon confesiones. Y todos los días se celebró la Santa Misa, en la forma extraordinaria del Rito Romano.
El Arzobispo Emérito de La Plata, Monseñor Héctor Aguer, envió su Bendición. Y alentó a los organizadores a multiplicar sus esfuerzos, para que se sigan sumando peregrinos, en los próximos años. También les envió, como recuerdo, el manuscrito de «El paso del tiempo»; artículo de su autoría, publicado recientemente en distintos portales.

Conversión para restaurar el orden cristiano
En la homilía de la Misa de clausura, el padre Olazábal llamó a la conversión para restaurar el orden cristiano. Y para «ello -destacó- necesitamos primero cumplir los Mandamientos; todos los Mandamientos, incluidos el cuarto, el sexto y el octavo».
Texto completo de su predicación:
Queridos peregrinos:
La Virgen María, nuestra Madre de Luján, la Patrona de nuestra Patria, es vida, dulzura y esperanza nuestra.
En Ella se funda nuestra esperanza. No podemos vivir sin esperanza. Pero nuestra esperanza es sobrenatural, esperamos la vida eterna. La firmeza de la Fe, alimenta nuestra esperanza. Especialmente, las verdades de nuestras postrimerías, las que tocan a la vida eterna. Estas verdades nos ayudan a luchar contra el pecado mortal, huyendo de las ocasiones, y practicando la virtud. Diría que deberíamos tener siempre presente la eternidad, el Cielo y el Infierno, con naturalidad, cotidianamente, como el mate o la siesta.
«Acuérdate de las postrimerías y jamás pecarás», dice la Escritura. Dice San Francisco de Sales: «lo que no sirve para la eternidad no es más que vanidad».
Benedicto XVI, en «Spe Salvi», nos dice: «Según la fe cristiana se nos ofrece la salvación en el sentido que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esa meta, y si esa meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino». Esa meta es Luján; la meta definitiva es el Cielo.
La meta es, también, la restauración de la Cristiandad, la restauración del orden cristiano en nuestra vida, en nuestras familias, en nuestra Patria.
La restauración no vendrá tanto de las leyes, ni de la política, como de nuestra conversión, de que Dios nos transforme en piedras vivas para reconstruir las basílicas y catedrales de la Cristiandad.
La restauración vendrá de nuestra coherencia, de nuestros deseos eficaces de santidad. Como dice el Papa León XIV: «aspiren a cosas grandes, a la santidad. No se conformen con menos».
Cada uno de nosotros tiene el deber de aportar su piedra en la construcción y, por ello, necesitamos primero cumplir los Mandamientos, todos los Mandamientos, incluidos el cuarto, el sexto y el octavo.
Necesitamos hombres que sean viriles, puros, trabajadores, entregados, valientes, de oración, de adoración. Necesitamos mujeres femeninas, piadosas, profundas, humildes, sacrificadas, olvidadas de ellas mismas, que generen ambientes puros por su conversación, su vestimenta y sus costumbres.
Necesitamos vocaciones sacerdotales y religiosas. No habrá restauración si no hay muchos jóvenes que entreguen, libremente y sin presiones, su vida a Dios, en holocausto, por la salvación de las almas. Necesitamos sacerdotes que den la vida divina de la gracia, que lleven las almas a Dios, que busquen primordialmente la santidad en ellos y en los demás. Y diría que hoy necesitamos, especialmente, vocaciones femeninas para la vida religiosa; chicas que no tengan miedo de entregarse a Dios.
Necesitamos hijos que guarden el Cuarto Mandamiento, que respeten, obedezcan y amen a sus padres. Que sepan que con sus padres y con su Patria tienen una deuda inconmensurable, que nunca terminarán de pagar. También necesitamos padres entregados a la educación de sus hijos; que prediquen con su palabra y su ejemplo.
Necesitamos noviazgos piadosos, que santifiquen sus encuentros rezando; en donde se viva el amor como muerte al capricho y al egoísmo. Noviazgos heroicamente puros, nada de medias tintas. Porque sin pureza nuestra oposición al aborto es una mentira. Dice San Francisco de Sales: «el monte del Calvario es el monte de los que aman. El amor que no dimana de la Pasión de Jesucristo es frívolo y peligroso»
Necesitamos familias virtuosas, en las que se respire vida de oración, que recen diariamente el Rosario. Necesitamos católicos que pasen más tiempo en oración, que con el celular, que se arrodillen ante Dios y no se inclinen ante las pantallas. Que el amor de la familia y del prójimo sea más importante que las redes sociales.
Necesitamos católicos que no mientan, que digan siempre la verdad: sí, sí; no, no. Que sean fieles a Jesucristo, que es la Verdad, y no sean esclavos del padre de la mentira.
Hoy nosotros venimos con nuestras mochilas cargadas de necesidades espirituales y materiales; con nuestras heridas. Golpeados, agobiados, estresados y cansados. En un momento tremendo de la historia, momento de crisis de Fe, de hundimiento de la civilización, de profunda descristianización.
Pero en nuestras mochilas, también, tenemos como David contra Goliat, unas piedras; piedras que tienen por fundamento a Dios: la Fe, la confianza en Dios, la oración, los deseos de santidad. Y otra piedra importante: no tenemos miedo al esfuerzo y al sufrimiento. Ese miedo, horror al sufrimiento, que según Royo Marín, es el obstáculo que impide nuestro camino de santificación.
En uno de sus sueños, San Juan Bosco, vio la nave de la Iglesia agitada por terribles tempestades. No sucumbía porque estaba amarrada con cadenas a dos columnas. Estas dos columnas sostenían una la Santísima Virgen y la otra la Eucaristía. La lección para nosotros es: aferrados por la devoción a la Santísima Virgen y a la Eucaristía, para nosotros celebrada con la Misa Tradicional, no temamos ninguna tempestad.
¡Dios nos salvará! ¡Cristo vencerá! ¡Christus vincit!
Nuestra Señora de Luján: ruega por nosotros.
Fidelidad a la Iglesia y cantera de vocaciones
Poco antes de la Misa de clausura, uno de los organizadores, Felipe Stier, rindió un sentido homenaje al recordado Monseñor Antonio Baseotto; gran impulsor de la convocatoria. Y destacó, también, que la peregrinación es un acto de fidelidad a la Iglesia; y constituye una cantera de vocaciones para todo el Cuerpo Místico del Señor.
Estas fueron sus palabras:
Antes que nada, queremos recordar con profundo agradecimiento a Monseñor Antonio Baseotto, fallecido el 26 de mayo del corriente año. Él fue quien permitió, en gran medida, que se nos hayan abierto las puertas de la Basílica 16 años atrás, cuando comenzamos nuestra primera peregrinación, con tan solo 18 peregrinos que llegaron a consagrarse a los pies de Nuestra Señora.
No alcanzarían estas líneas para recordar a todos los que dieron tanto por NSC y lo siguen haciendo hasta estos días. Pero les debemos especial agradecimiento a nuestros queridos sacerdotes, muchas veces perseguidos en sus diócesis y desautorizados por rezar la Misa Tradicional. Varios han venido de muy lejos: Francia, España, Ecuador, Brasil, Chile, Colombia y de distintos rincones de nuestra nación. Sería difícil mencionar a los monasterios, abadías y otras peregrinaciones tradicionales que nos sostienen con sus oraciones. Agradecemos, a los municipios que nos dan soporte y a los donantes que permiten que esta obra siga adelante; también, la participación activa de Gendarmería Nacional y de nuestras Fuerzas Armadas; que, no solamente nos apoyan en lo logístico, sino que, además, han formado un capítulo de cadetes: Santa Juana de Arco.
Por último, y sin lugar a dudas, uno de los aspectos más gratificantes para la Peregrinación es la presencia de nuestros queridos veteranos de la Gesta de Malvinas. No imaginan lo enriquecedor que resulta para cada uno de nosotros y para todas las familias aquí presentes que estén acá. Con su sola presencia nos animan, nos dan su ejemplo, nos mueven a buscar siempre lo más grande, a entender que el amor a la Patria y el amor al prójimo no pueden reducirse a palabras sino que son las pequeñas y grandes renuncias de cada día.
Cabe destacar que esta peregrinación no es una vuelta atrás, al pasado o un
combate nostálgico, sino una verdadera manifestación pública de fe. Conserva un gran tesoro que nos atrae y nos conmueve: la Santa Misa Tradicional. De aquí han salido vocaciones religiosas y sacerdotales. Aquí se han formado matrimonios. Ha habido conversiones. Es una fuente de esperanza para la Iglesia. No es un capricho ni un replegarse entre unos pocos, sino un acto de fidelidad a la Santa Iglesia. No buscamos conservar la tradición para mostrarnos más tradicionalistas o menos progresistas, sino que vamos en busca de lo bueno, lo bello, lo verdadero. Lo que más se asemeje al Cielo, lo que más glorifique a Nuestro Señor y lo que más nos acerque a Él.
Por eso, estamos llamados a perseverar hasta el fin para descubrir este tesoro, para conocerlo, para amarlo y para conservarlo. Aun cuando sea marginado y cuando se pretenda exterminarlo. Aún cuando nos cierren los templos, nos impidan rezar la Santa Misa de cierre en la Basílica de Luján, no debemos olvidar nuestra primera vocación que es el llamado a la santidad.
La persecución no tiene que ser motivo de tristeza para nosotros ni de abandono del apostolado que se nos ha encomendado. Sino que, al contrario, debemos preservar el amor por este tesoro y estar dispuestos a la renuncia personal y a la calumnia.
Lo que defendemos, lo que vivimos, es mucho más que una forma litúrgica. Es el sacrificio perenne de la Cruz que nos eleva, nos transforma y que ha alimentado a tantas generaciones de santos.
Miren a su alrededor: tres días de ascesis, de oración, de cantos, de enseñanzas, de amistad cristiana.
La liturgia fecunda nuestro presente y prepara el futuro.
No nos dejemos vencer por la tentación de callarnos y con el conformismo de quedarnos entre nosotros. Seamos alegres, fieles a la Iglesia más que nunca. Queremos permanecer en ella filial y apasionadamente.
Ya vamos cerrando y no podemos dejar de mencionar a nuestros queridos jefes de capítulo. A nuestros 40 jefes. Son ellos el pilar fundamental del crecimiento de NSC; líderes naturales que guían a sus peregrinos en cada paso de la marcha: la oración, las meditaciones, atendiendo las distintas necesidades de cada uno. Son los últimos en acostarse y los primeros en levantarse.
Jefes: sean líderes no solo en la peregrinación sino también a lo largo de todo el año. El capítulo es la célula básica de nuestra peregrinación como la familia lo es de la sociedad.
¡¡Gracias, jefes de capítulo, por aceptar este enorme compromiso!!
Por último, ya sabrán, queridos peregrinos, que durante todo el año nuestro gran equipo de unos 200 organizadores trabaja incansablemente para lograr que esto suceda. Nada sería posible si ellos no estuvieran trabajando tanto, especialmente durante estos cuatro días. ¡Muchos duermen tan solo 3 o 4 horas! Es muy esperanzador ver cómo la mayoría, a pesar de tantas renuncias y esfuerzos, vuelve a elegir este apostolado.
Este año caminamos bajo el lema «En ti, Señor, he esperado», siguiendo lo que la Iglesia nos propone en este año jubilar: ¡Peregrinos de la esperanza! Y vamos con el alma llena de gozo, de ese gozo que radica en la esperanza cristiana.
No es vano nuestro anhelo de Cristiandad, es decir, del reinado social de Jesucristo que nos recuerda la encíclica Quas Primas de Pío XI de 1925, de la cual este año festejamos el centenario. Como nos lo enseña el Catecismo, ¡esperamos en la ciudad católica!
En estos siete km que nos quedan, pidamos intensamente poder volver a tener el año próximo la Misa de cierre en la Basílica, para poder honrar a nuestra Madre como es debido. Esperamos que el Papa León XIV vuelva a liberar la Misa Tradicional, rito milenario que nos acerca de manera excelsa a la Cruz, nuestra única esperanza.
En fin, peregrinos, esperamos nuestra conversión, ¡esperamos ser santos!, alcanzar el Cielo y gozar eternamente de la visión beatífica junto a la Santísima Virgen María y todos los santos.
Santa María, Esperanza Nuestra, esclava del Señor, ruega por nosotros.
Nuestra Señora de la Cristiandad, ruega por nosotros.
¡Viva la Virgen!
¡Viva Cristo Rey!







