(LifeSiteNews/InfoCatólica) Los obispos de Costa Rica han respondido al nuevo motu proprio Traditionis Custodes del Papa prohibiendo el uso del misal de 1962, con una declaración de que «no hay justificación objetiva para el uso entre nosotros de la liturgia anterior a la reforma de 1970».
Tras la promulgación del controvertido motu proprio del Papa Francisco el 16 de julio, mediante el cual se impusieron fuertes restricciones a la celebración de la Misa Tradicional en latín (TLM), muchos obispos han hecho declaraciones públicas ya sea permitiendo el TLM en sus diócesis o tomando medidas drásticas en su uso, aparentemente de acuerdo con los propósitos del Papa.
Los obispos costarricenses emitieron una carta conjunta, publicada en Facebook el 19 de julio, que convierte a la nación centroamericana en el primer país del mundo en ilegalizar indiscriminadamente el uso antiguo. Tres de los obispos del país firmaron la carta en nombre de la Conferencia Episcopal de Costa Rica: el obispo José Manuel Garita Herrera de Ciudad Quesada, presidente de la Conferencia; el obispo Mario Enrique Quirós Quirós de Cartago, su vicepresidente y también presidente de la comisión nacional de liturgia; y el obispo Daniel Francisco Blanco Méndez, obispo auxiliar de San José de Costa Rica y secretario general de la Conferencia. Los tres hombres fueron designados por Francisco.
La Conferencia decidió prohibir no sólo la misa en latín en las ocho diócesis de Costa Rica, sino también las «oraciones, vestimentas o ritos» asociados con el misal anterior a 1970. La Misa promulgada después del Concilio Vaticano II «debe ser preservada de cualquier elemento proveniente de la forma antigua», escribieron los obispos.
Al caracterizar el motu proprio y la carta de acompañamiento de Francisco, como demostrando «la eclesiología más exquisita», los obispos costarricenses dijeron que el tema de la restricción de la TLM había ocupado su atención durante mucho tiempo, e incluso se habían unido «de manera colegiada» en el asunto.
Como resultado, los obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica, siempre en comunión con Francisco, han dado la bienvenida al motu proprio Traditionis Custodios, escribieron: «Lo que el Romano Pontífice ha publicado es el resultado de un proceso sinodal en el que también ha participado nuestra Conferencia Episcopal de Costa Rica».
La carta, que cita el documento de Francisco, describe que cada obispo ha «realizado el discernimiento teológico-pastoral que le corresponde “como moderador, promotor y custodio de toda la vida litúrgica en la Iglesia particular que se le ha confiado”, sabiendo que “es de su competencia exclusiva autorizar el uso del Missale Romanum de 1962 en la diócesis, según las directrices de la Sede Apostólica”».
La decisión de prohibir la TLM surgió, en parte, de la determinación de los obispos de que «nunca hemos tenido un grupo de fieles que “se adhirieran y sigan adhiriéndose con mucho amor y afecto a las formas litúrgicas anteriores, que habían permeado su cultura y espíritu de una manera profunda”».
Los obispos sí reconocieron que algunos feligreses «creían que esas antiguas formas litúrgicas eran particularmente adecuadas para ellos». Sin embargo, insistieron en que estas personas «no tenían un nivel de formación litúrgica y acceso a la lengua latina que les permitiera ellos la participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la liturgia misma».
En línea con la queja del Papa de que los devotos de TLM albergan un profundo rechazo del Concilio Vaticano II, una acusación considerada infundada por muchos adherentes al uso antiguo del rito romano, los prelados costarricenses citaron una falta de «apreciación de la validez y legitimidad de la reforma litúrgica, de los dictados del Concilio Vaticano II y del Magisterio de los Supremos Pontífices» como motivo de su supresión del misal de 1962.
Los obispos lamentaron además las supuestas «afirmaciones discretas o comentarios directamente ofensivos» hechos por los defensores de la misa en latín que «cuestionarían la santidad del nuevo rito. No buscan la sinergia que daría validez teológico-pastoral a sus preferencias rituales».
En consecuencia, la conferencia decretó que «las normas, instrucciones, concesiones y costumbres anteriores sean “derogadas”», según el artículo 8 del motu proprio, «el uso del Missale Romanum de 1962 o cualquier otra de las expresiones de la liturgia anterior a 1970 ya no está autorizado, ningún sacerdote está autorizado a seguir celebrando según la antigua liturgia».
En cuanto a los seminaristas, los prelados exigieron que se formen de acuerdo con las disposiciones establecidas por Francisco, es decir, que «estén claramente orientados a la apreciación y práctica de la liturgia restaurada por el Concilio Vaticano II, que es la única expresión de la lex orandi del rito romano».
Para ello, los obispos dejaron claro su convicción de que «la liturgia reformada por el Concilio Vaticano II tiene todas las condiciones para elevar al ser humano y fortalecer su vida espiritual, respondiendo de manera equilibrada a las auténticas necesidades antropológicas y culturales del orante de nuestro tiempo. Todo lo que se necesita es una adecuada aplicación de las normas, orientaciones y posibilidades que brindan los libros litúrgicos».
También el 19 de julio de la Diócesis de Springfield, Illinois Obispo Thomas Paprocki, que cuenta con múltiples títulos en teología y derecho canónico, dispensó a dos iglesias parroquiales de su diócesis de un artículo del motu propio papal que restringe la celebración de la Misa tridentina precisamente en templos parroquiales. Esbozó los aspectos del decreto, así como el Canon 87, 1, que establece que un obispo puede dispensar a sus fieles de las leyes universales y particulares, si juzga que esto contribuirá a su bien espiritual.
Además, ha permitido que los Canónigos Regulares de San Juan Cantio, los Canónigos Regulares de Santo Tomás de Aquino y la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro (FSSP), continúen ofreciendo el TLM en la diócesis de Springfield. También otorgó una dispensa a la prohibición de la celebración de la TLM en las iglesias parroquiales, y además autorizó a cualquier sacerdote que actualmente diga la Misa en latín a continuar haciéndolo, previa solicitud según lo indique el Papa.