(InfoCatólica) El Papa Francisco preside desde las 9.30 de la mañana, hora local, la Eucaristía durante la cual tendrá lugar el rito de canonización de cinco nueve santos.
Serán John Henry Newman, cardenal de la Santa Iglesia Romana, fundador del Oratorio de San Felipe Neri en Inglaterra; Josefina Vannini (Giuditta Adelaide Agata), fundadora de las Hijas de San Camilo; Maria Teresa Chiramel Mankidiyan, fundadora de la Congregación de las Hermanas de la Sagrada Familia; Dulce Lopes Pontes (María Rita), de la Congregación de las Hermanas Misioneras de la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios; y Margarita Bays, virgen, de la Tercera Orden de San Francisco de Asís.
Cardenal John Henry Newman
John Henry Newman (Londres, 1801 - Birmingham, 1890) está íntimamente ligada a su pensamiento, por eso conviene describirla con cierto detalle. Estudió inicialmente en una escuela privada en Ealing, a las afueras de Londres. Allí, a la edad de 15 años tuvo una «primera conversión» que afianzó en él, con suma certeza, los dogmas cristianos –por el momento en su versión anglicana, influido además por el calvinismo– y la decisión de vivir comprometidamente la fe y moral cristianas. Al año siguiente, en 1817, se traslada a estudiar a Oxford (Trinity College), con serias dificultades económicas, hasta que en 1822 es elegido fellow del Oriel College.
En 1825 Newman es ordenado presbítero de la Iglesia de Inglaterra. En los años siguientes comienzan a aparecer ya varios artículos relevantes y a escucharse sus impactantes sermones, que se publicarían más tarde. En 1826 vuelve al Oriel como tutor. El exceso de trabajo, los apuros económicos familiares y la repentina muerte de su hermana menor provocan en él un derrumbe psíquico y nervioso. Sin embargo, Newman ve providencial esta enfermedad, pues aprovecha su reposo para comenzar a leer detenidamente a los Padres de la Iglesia, que desde hacía años llamaban su atención.
En 1828, pasada esa crisis de salud y con renovadas energías, es nombrado vicario de la Iglesia de Santa María (la parroquia universitaria de Oxford). En esa época predicó sus sermones más conocidos: los Sermones parroquiales y –elaborados además como ensayos– los Sermones universitarios. Además, Newman consideraría este periodo como el germen de lo que más tarde se llamaría «Movimiento de Oxford». Tal movimiento, que espontáneamente y con el tiempo iría reuniendo un pequeño y variado grupo de personas, intentaba mostrar que la Iglesia Anglicana era la legítima y directa descendiente de la Iglesia apostólica, frente a las desviaciones que, en cambio, habría sufrido la Iglesia de Roma; al mismo tiempo, pretendía elevar el nivel ascético y espiritual de los fieles anglicanos, ante el peligro de deslizarse hacia el subjetivismo protestante. Sin embargo, esta postura empezó pronto a causarle dificultades, atrayendo sobre él la acusación de «anglo-católico».
A finales de 1832 emprende un largo viaje por el Mediterráneo. Sin embargo, a los pocos meses contrae una grave enfermedad en Sicilia, que Newman vuelve a ver providencial al comprender claramente que Dios le llama a trabajar por Él, aún más, en Inglaterra. De manera que, a su regreso, en julio de 1833, comienza una fecunda actividad de predicación, de estudio y de publicación, iniciando formalmente el Movimiento de Oxford. Comienzan a aparecer entonces los Tracts for the Times (una especie de folletos a modo de órgano de expresión del Movimiento, escritos por los distintos miembros del mismo), al tiempo que continúa con los sermones en Santa María. En 1833 escribe su primera gran obra, fruto de su concienzudo estudio de los Padres de la Iglesia, The Arians of the Fourth Century.
Desde entonces Newman se ve asaltado, cada vez más, por la sospecha de que las presuntas desviaciones de la Iglesia Romana no son tan esenciales; y de que, sobre todo, la Católica está más en continuidad con la Iglesia apostólica que la Iglesia de Inglaterra. A pesar de ello, en esos años intenta abrir un camino intermedio entre el protestantismo y la doctrina romana, plasmado en su escrito Via Media.
Pero las dudas y la inclinación hacia la Iglesia Católica se acentúan. La vida social de Newman se hace entonces más difícil, pues tales dudas se van reflejando en sus escritos y sermones, granjeándole numerosas suspicacias; y en su espíritu bullen con toda intensidad los problemas que han hecho famoso a Newman: la obediencia a su propia conciencia en la búsqueda de la verdad y el modo de adherirse a ella con la certeza que sea posible. El deseo de retirarse a resolver sus dudas había ido creciendo, llegando al colmo en 1841, cuando Newman escribió el Tract 90, que fue oficialmente criticado por la jerarquía anglicana y motivó el fin de esas publicaciones. De modo que en 1842 se retira a Littlemore (una pequeña iglesia que dependía de Sta. María, de Oxford) con un pequeño grupo de seguidores. Allí escribió el Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana, en parte respondiendo a los problemas que planteaba en la Via Media (por lo que, aunque afronta ciertamente temas filosóficamente relevantes, se mueve en un contexto decididamente teológico, que aquí no se aborda).
En 1845 se convirtió al catolicismo y fue recibido en la Iglesia Católica, recibiendo dos años después la ordenación sacerdotal e ingresando en el Oratorio de San Felipe Neri, congregación que difundiría en Inglaterra. En 1854, a petición de los obispos irlandeses, viaja frecuentemente a Dublín para fundar la Universidad Católica de Irlanda (hoy University College Dublin), compatibilzando esa tarea con su labor como Superior del Oratorio de Birmingham. Sin embargo, por diversas dificultades –especialmente por diferencias de criterio con el Arzobispo de Dublín– deja su puesto de rector, y los viajes a Dublín, en 1858. Fruto de esos años son sus valiosas conferencias reunidas en el libro La idea de la universidad.
Durante los años siguientes aparecen importantes obras motivadas por controversias o contestando acusaciones (sin duda al estilo de San Agustín), especialmente Apologia pro vita sua (1865) y Carta al Duque de Norfolk (1875). Por otra parte escribió –más distanciado de polémicas concretas, aunque con un contexto e intención apologéticos–, en un texto largamente elaborado, el Ensayo para contribuir a una gramática del asentimiento, donde explica su visión de la certeza y los posibles modos que ella puede presentar.
Tras 23 años vuelve a Oxford para recibir el nombramiento de fellow honorario del Trinity College. En 1879 el papa León XIII le nombró cardenal y falleció en 1890. En 2010 fue beatificado por Benedicto XVI en Birmingham (Reino Unido).
Josefina Vianini
Nació en Roma; recibiendo el nombre de Judit Adelaida. Pronto quedó huerfana de padre y madre. Judit ingresó en el orfanato de las Hijas de la Caridad. Obtuvo el título de maestra de asilo y el trato que tuvo, siendo todavía joven, con las Hijas de la Caridad, la inclinó hacia la vida religiosa, iniciando el noviciado en el convento de Siena de las Hijas de la Caridad en 1884, aunque no pudo completarlo por falta de salud. Probó nuevamente pero tuvo que salir en 1888 por no conseguir adaptarse a sus exigencias.
Pero su vocación se concretó en el encuentro que tuvo con el beato padre Luis Tezza en Roma en 1891, con quien se entrevistó por primera vez para pedirle consejo espiritual acerca de su vocación. Hacía poco que el padre Tezza había recibido el encargo de refundar las terciarias camilianas, y propuso a Judit acometer esa tarea. Ella le responde que, aunque no se siente capaz, confía en Dios.
El carácter de Judit era el indicado para una fundadora: mujer de oración y sacrificio, segura de sí misma y de su vocación. Solicitadas las pertinentes autorizaciones del superior de los Camilianos, Judit, con dos compañeras, formaron el núcleo de la nueva fundación de la Congregación de Hijas de San Camilo, para servir a los enfermos. El 2 de febrero de 1892, celebración de la conversión de san Camilo, en la sala-santuario donde murió el santo, nació la nueva familia camiliana con la imposición del escapulario, y ya en marzo Judit, que tomó el nombre de Josefina, recibió el hábito religioso y fue nombrada superiora. Cofundadora de la Congregación de las Hijas de San Camilo dedicadas a la atención de los enfermos (1892).
Las Reglas son redactadas por el P. Luis Tezza, y la finalidad es la «asistencia a los enfermos, incluso en sus domicilios». El instituto, en medio de una gran pobreza, crece inmediatamente, a fin de ese mismo año son ya 14 las religiosas, el año siguiente fundan fuera de Roma, en Cremona, y continúa el crecimiento. Sin embargo el primer gran escollo viene de parte del papa León XIII, que había decidido no aceptar más fundaciones en Roma, y niega dos veces la autorización al P. Tezza. La congregación parece que queda obligada a dejar Roma; sin embargo, convertida en Pía Asociación, pueden permanecer.
Una nueva prueba vendrá de la mano de calumnias que se alzan hacia la relación entre el P. Tezza y las religiosas, especialmente con la beata Josefina. Sin ninguna investigación, el cardenal protector de la Pía Asociación quita al P. Tezza el permiso de confesar a las hermanas, y le prohibe todo contacto con ellas.
Con gran fortaleza espiritual, la fundadora prosigue adelante con la obra, e incluso crece en esos años ampliándose por toda Italia y Argentina. El 21 de junio 1909, después de tantas resistencias, obtiene por fin el Decreto de erección del Instituto en Congregación Religiosa bajo el nombre de «Hijas de San Camilo». La vida de Josefina no está marcada por ningún hecho extraordinario. Fue, más bien, una dedicación continua, silenciosa y personal a la congregación. Murió en Roma y fue beatificada, también en Roma, el 19 de octubre de 1994 por SS. Juan Pablo II.
María Teresa Chimarel
Nació el 26 de Abril de 1876 en Puthenchira, en el estado de Querala (India). Como escribía en su autobiografía, dirigida por obediencia a su director espiritual, desde muy pequeña sintió un intenso deseo de amar a Dios, que la llamaba a recitar el Rosario varias veces al día. Su madre procuraba disuadirla de severas mortificaciones, más ella persistía en este gesto a fin de asemejarse cada vez más a Cristo sufriente, y llegó a consagrar su virginidad cuando tenía apenas diez años.
Como consecuencia de la muerte de su madre, interrumpió el estudio escolar más continuó muy interesada en el discernimiento de su vocación. Quería una vida escondida para dedicarse a la oración, y en 1891 decidió salir de casa para llevar una vida eremítica y de penitencia, aunque dicho proyecto fracasó.
Intensificó su colaboración en la parroquia, juntamente con tres compañeras, dedicándose a los pobres, docentes, personas solas y huérfanos. Oraba por los pecadores, por la conversión de ellos.
Recibió de Dios muchos favores místicos, entre ellos visiones y estigmas, mas permaneció siempre en el camino de la humildad. Su obispo, dudando de la autenticidad de tales fenómenos místicos, la mandó someterse varias veces a exorcismos.
En 1903 explicó al vicario apostólico de Trichur su deseo de fundar una casa de retiro y oración, pero le fue sugerido entrar en el convento de las Clarisas Franciscanas. Después, habiendo sido enviada al convento de las Carmelitas de Ollur, también allí María Teresa percibió que no era esta su vocación. Finalmente, el obispo comprendió que Dios deseaba una nueva congregación religiosa al servicio de la familia. El día 14 de Mayo de 1914 fue erigida canónicamente la nueva Orden que se denominó Congregación de la Sagrada Familia. Durante y después de los difíciles años de la primera guerra mundial, con indómita energía y total confianza en la Providencia Divina, dio vida a tres nuevos conventos, dos escuelas, una casa de estudios y un orfanato.
Maria Teresa muere con fama de santidad el 8 de Junio de 1926.
Dulce Lopes Pontes
María Rita de Souza Brito Lopes Pontes nació en Salvador de Bahía, Brasil, el 26 de mayo de 1914. Era la segunda de cinco hermanos. Su progenitor, Augusto, era dentista y profesor de la facultad de Odontología. Su madre, Dulce María, murió a los 26 años después de dar a luz a la benjamina. Entonces la futura beata tenía 6. Su padre iba a estar a su lado siempre, animándola y ayudándola en sus iniciativas apostólicas hasta el fin de sus días. Él mismo fue impulsor de importantes obras de acción social. De tres de los hijos habidos en el matrimonio: Augusto, Dulce y María Rita, se hicieron cargo sus tías.
Los tres hermanos tomaron la primera comunión en 1922. Cinco años más tarde, en plena adolescencia, Dulce sintió cómo se despertaba su interés por la vida religiosa. Se adentró en lugares deprimidos de la ciudad junto a una de sus tías y, a partir de entonces, la marginalidad y pobreza que vio a su alrededor le conmovieron poderosamente; tanto que ya no pudo apartarlas de su mente.
Introdujo en sus acciones cotidianas la ayuda a quienes sufrían múltiples carencias, dándole prioridad. Y para ello convirtió el sótano de su casa en un lugar asistencial, que fue sumamente apreciado por los que no tenían recursos para afrontar sus difíciles jornadas. Hacía todo lo que podía para paliar tan graves deficiencias. Les proporcionaba alimentos, ropa, medicinas…
En 1932, después de haber cursado estudios en la Escuela Normal de Bahía, profesó como terciaria franciscana. Se vinculó a este carisma conducida por su director espiritual, el padre Hildebrando Kruthaup, ofm. Tomó el nombre de Lucía. Pero al año siguiente ingresó en el Instituto de las Hermanas Misioneras de la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios. De esta Orden le habían hablado en el convento de Nuestra Señora del Destierro en 1929.
Y al realizar los votos en agosto de 1934, eligió el nombre de Dulce en honor a su madre. Modelo para su vida fue Teresa de Lisieux.
Durante tres meses del año 1934 realizó una intensa actividad apostólica. Fue destinada a Salvador, y en el Hospital Español desempeñó diversos oficios, desde enfermera a portera, y también sacristana. Hizo un curso que la capacitó para la farmacia. Además, impartió clases en el colegio de Santa Bernadete, y trabajó con los obreros de Itapagipe. Con la firme convicción de que «el amor supera todos los obstáculos, todos los sacrificios», no halló barreras para un apostolado admirable, fecundo y eficaz. Luchó en todo momento sin desfallecer por el bien de los desfavorecidos.
Si se pudiera hablar en términos de curriculum, el suyo es impresionante: la fundación de las Hijas de María Siervas de los Pobres,colegios, bibliotecas, uniones obreras católicas, albergues, el colegio San Antonio para hijos de los trabajadores residentes en el barrio de Massaranduba, en Salvador, en el que también se dio formación a los adultos, etc., además de una extraordinaria red hospitalaria, y todo ello hallándose con su capacidad respiratoria al 30% durante los 30 últimos años de su vida. Era, sin duda, la gracia de Dios que la fortalecía y dilataba sus posibilidades de forma constante, sosteniéndola por encima de las penalidades y problemas que se le presentaron.
El origen del St. Anthony’s Hospital, que inauguró con 150 camas en 1959, fue el fruto de su tesón, ya que tras poner en marcha el sindicato de trabajadores de San Francisco, en Bahía, se dedicó a recoger a personas enfermas y a darles cobijo en una isla de Salvador de Bahía, en casas que nadie habitaba. Cuando la obligaron a desalojarlas, echó mano de sus arrestos, que le sobraban, y las trasladó a un antiguo mercado de pescado, hasta que los expulsaron de allí. Sin perder jamás la confianza en Dios, condujo al gallinero de su convento a 70 personas enfermas.
Después de su apertura, este hospital llegó a contabilizar 3.000 pacientes diarios. Sus numerosas fundaciones se hallan aglutinadas bajo el nombre de Obras Sociales «Hermana Dulce». En 1979 el cardenal arzobispo de Salvador, Brandão Vilela, le pidió que abriese fundación en Alagados.
El reconocimiento por su asombrosa labor propició que en 1988 fuese presentada como candidata al Premio Nobel de la Paz. Tuvo el consuelo de encontrarse con Juan Pablo II en dos ocasiones. La primera en julio de 1980, y la segunda en octubre de 1991, cuando se hallaba en el hospital donde permaneció 16 meses. El pontífice, que tan bien conocía el dolor en carne propia, hizo notar: «Este es el sufrimiento de los inocentes. Igual al de Jesús».
Dulce fue una religiosa fidelísima a su regla en momentos en los que en su congregación había quienes propugnaban que aquélla se mitigara. Una mujer de oración, sacrificada y penitente, que difundió entre los pobres, los operarios y los enfermos su amor al Sagrado Corazón de Jesús y a la Inmaculada.
Murió en el convento de San Antonio el 13 de marzo de 1992. El sepelio, realizado en medio de la consternación de la gente que la consideraba Madre de los pobres y ángel bueno de Brasil, fue una explosión de gratitud. Conducida en un coche de bomberos, fue escoltada por los cadetes de la policía militar y seguida por una imponente procesión de 6 km.
Así homenajeaban a la que ya había entrado de forma triunfante en la gloria. Su cuerpo permanece incorrupto. Fue beatificada en Salvador de Bahía por el cardenal Geraldo Majella Agnelo, en representación de Benedicto XVI, el 22 de mayo de 2011.
Margarita Bays
Margarita nació en Suiza, en el cantón de Friburgo el 8 de septiembre de 1815. Hija de agricultores, desarrolló durante toda su vida la labor de costurera.
Tuvo desde niña una fe ardiente, pero no se sintió llamada a la vida religiosa, sino que permaneció soltera y virgen, dedicada al servicio del prójimo como catequista y según las reglas de la Tercera orden de S. Francisco de Asís.
Ayudó a los enfermos de la parroquia y sostuvo a su familia cuando un hermano estuvo encarcelado, una de sus hermanas se separó de su esposo y otra quedó embarazada de adolescente.
«Golpeada por un cáncer antes de los 40 años, pidió al Señor para que la sanase, pero que la asociase para siempre a su Pasión». La curación inexplicable llegó el 8 de diciembre de 1854, el día en que Pío IX proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción.
«Desde entonces para Margarita Bays comenzaron otros sufrimientos y experiencias místicas: permanecía inmovilizada en cama con éxtasis todos los viernes a las 15 horas y por toda la Semana Santa. En sus manos, pies y el costado aparecieron los estigmas», fenómeno que la beata «primero buscó esconder, pero que luego reveló al obispo. Una investigación médica «atestiguó el origen misterioso de las heridas», relató el medio.
Falleció el 27 de junio de 1879. Fue beatificada por San Juan Pablo II el 29 de octubre de 1995.