De mal humor pero aparentando alegría: ¿virtud o hipocresía?
Miguel Serrano Cabeza comentó en el artículo anterior que “la verdadera pedagogía [es] la del amor, que siempre es respetuoso, humilde, firme y veraz”, lo cual mostró la Virgen María en sus apariciones a Sta. Bernadette. Como madre, me pregunto si siempre actúo así con mis hijos, y la verdad es que no siempre muestro ese amor que describe S. Pablo:
“El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca.” (1 Cor. 13, 4-8).
Si el amor es veraz, entonces ¿por qué sería virtud mostrarse alegre cuando en el fondo uno se sienta mal? ¿No sería eso una mentira? ¿Por qué aparentar alegría a los demás aún cuando uno no se sienta bien?