InfoCatólica / Sapientia christiana / Archivos para: Julio 2020

15.07.20

LXXXVI. La acción del Espíritu Santo

1004. –La procesión de la voluntad o del amor de Dios, del amor mutuo entre el Padre y el Hijo, origina al Espíritu Santo. ¿Esta procesión de la Tercera persona es una generación?

La procesión de la voluntad divina no es ni puede denominarse generación, porque, aunque lo querido o amado se encuentra en la voluntad amante, no está como el objeto entendido en el entendimiento, como verbo, que está presente como una semejanza específica del objeto y que ha sido engendrado por el mismo entendimiento.

Explica Santo Tomás, al final del capítulo dedicado a la divinidad del Espíritu Santo, del cuarto libro de la Suma contra los gentiles: «Lo amado no está en el amante según la semejanza específica, como está lo entendido en el que entiende y que todo lo que procede de otro como engendrado, procede del que lo engendra según la semejanza específica, resulta que la procedencia de una cosa que ha de estar en la voluntad, como el amado en el amante, no es a modo de generación, como lo es, en cambio, la procedencia de una cosa que ha de estar en el entendimiento, como se demostró (IV, c. 11)».

La procesión de la voluntad es la de un impulso o movimiento, como el que se dice que uno es impulsado o movido por el amor a hacer algo. Lo que se ama también está en la voluntad, pero de distinta manera que lo que está en el entendimiento, porque en la voluntad del que ama está lo amado como inclinación o tendencia a lo que se quiere. «En conclusión, el Dios procedente como amor no procede como engendrado ni, por consiguiente, puede decirse hijo».

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1.07.20

LXXXV. La presencia del Espíritu Santo

990. –Además de la procesión del Verbo, hay en Dios otra, que da origen al Espíritu Santo ¿Cómo explica el Aquinate que deba afirmarse su existencia?

–En el capítulo siguiente, el quince de esta cuarta y última parte de la Suma contra los gentiles, Santo Tomás indica que: «La autoridad de las divinas Escrituras no sólo nos declara la existencia del Padre y del Hijo en la Divinidad, sino que enumera con estos dos al Espíritu Santo».

Son muchos los pasajes de la Escritura en los que se afirma la existencia del Espíritu Santo. En este capítulo, Santo Tomás, cita dos, al escribir: «Dice el Señor: «Id, pues, enseñad a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28, 19); y dice San Juan: «tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo» (1 Jn 5, 7)».

Añade además: «La Sagrada Escritura hace también mención de cierta procedencia del Espíritu Santo, porque dice en el Evangelio de San Juan: «cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de parte del Padre, él dará testimonio de mí» (Jn 15, 26)»[1]. Queda asimismo afirmado, por tanto, en este texto, que el Paráclito, el abogado y consolador, al que se invoca, por proceder de las otras dos Personas es distinto de Ellas.

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