La Cumbre
Se ha celebrado ya la cumbre sobre los abusos sexuales en el Vaticano: mucho ruido y pocas nueces. ¿Servirá para algo? Lo dudo.
Al final, el encuentro se centró en el tema de los abusos a menores por parte de clérigos. Pero ese asunto, con ser extremadamente grave, no es la raíz del problema.
El verdadero problema es la falta de temor de Dios. El Modernismo, que infecta hoy en día una buena parte de la Iglesia, no cree en Dios. Y si no cree en Dios, desprecia los Mandamientos. Hace ya muchos años que se viene diciendo que los pecados contra el Sexto Mandamiento no son pecados. Se ha oído muchas veces que hay una obsesión por parte de los sectores más tradicionales de la Iglesia con los pecados de bragueta y poca sensibilidad con los pecados sociales. Por eso, la Iglesia Modernista insiste en la fraternidad, en la solidaridad, en el “vamos a cambiar el mundo” y en pelagianadas varias que convierten la Iglesia en una ONG filantrópica, muy próxima a los postulados masónicos que se difunden y se imponen desde organismos internacionales, como la ONU y sus agencias; o como la Unión Europea.
26.02.19
Nada sin Dios
Tenemos encima una interminable campaña electoral en España, que ya ha empezado y no terminará hasta que se celebren en mayo las elecciones europeas, municipales y autonómicas. El bombardeo propagandístico va a resultar extenuante. Tres meses de precampaña, campaña, elecciones; más precampaña, más campaña y más elecciones. Esto no va a haber quien lo aguante.
17.02.19
Elevado al estado laical, por la gracia de Dios
Por la gracia de Dios, soy laico, seglar o como lo quieran llamar: el caso es que no formo parte del estado clerical. Y digo “por la gracia de Dios” porque así lo ha querido el Señor. Él me llamó y me escogió para que fuera esposo, padre y maestro; para que fuera su testigo y anunciara el Evangelio a los más necesitados como educador de los niños y jóvenes. Y doy gracias a Dios por ello: me siento elevado al estado laical por el Bautismo, que me confiere la gracia de ser hijo de Dios. Cristo ha sido siempre fiel a la promesa que me hizo cuando me llamó. Y a pesar de todas las tribulaciones, siempre ha dispuesto por su Divina Providencia los medios necesarios para que pudiera cumplir su Voluntad en mi vida, a pesar de mis infidelidades, mis debilidades y mis pecados. Por la gracia de Dios, soy cristiano y soy católico. Por su gracia, permanezco fiel a pesar de las incomprensiones, los desprecios, las humillaciones; a pesar de mi propio pecado… Mi vida – y la de mi familia – no ha sido fácil nunca ni preveo que lo vaya a ser en el futuro. Todo lo doy por bueno con tal se seguir a mi Señor y serle fiel hasta la muerte. Todo lo bueno lo he recibido de Cristo. Todo lo bueno que yo pueda haber hecho o pueda llegar a hacer será mérito de Cristo: de su gracia. Si escribo, es por gracia de Dios; si hablo, es por gracia de Dios; si amo, es por gracia de Dios. Todo proviene de su gracia. Y todo lo malo es fruto de mi condición de pecador.
6.02.19
La Educación en el Corazón de Cristo
El presente post se corresponde con la conferencia que dicté en el Centro Cultural Juan Pablo II de Cádiz.
Permítanme que comience con una cita del profesor Mario Caponnetto. Dice:
Hoy no solo nos enfrentamos a doctrinas pedagógicas falsas o erróneas, ajenas a la verdadera naturaleza del hombre y a su fin último. Nos enfrentamos a algo mucho más grave: a una perversa y sistemática deconstrucción del hombre y de la realidad. Mario Caponnetto.
Efectivamente, vivimos tiempos perversos en los que se pretenden destruir los conceptos de hombre y de realidad; una realidad que se está llegando incluso a cuestionar en su propia existencia. ¿Existe la realidad o es una pura construcción mental, una especia de holograma, una proyección de la propia mente?
23.01.19
Tradición frente a Modernidad
«Hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados. Entonces aquella energía propia de la sabiduría cristiana, aquella su divina virtud había compenetrado las leyes, las instituciones, las costumbres de los pueblos, impregnando todas las clases y relaciones de la sociedad; la religión fundada por Jesucristo, colocada firmemente sobre el grado de honor y de altura que le corresponde, florecía en todas partes secundada por el agrado y adhesión de los príncipes y por la tutelar y legítima deferencia de los magistrados; y el sacerdocio y el imperio, concordes entre sí, departían con toda felicidad en amigable consorcio de voluntades e intereses. Organizada de este modo la sociedad civil, produjo bienes superiores a toda esperanza. Todavía subsiste la memoria de ellos y quedará consignada en un sinnúmero de monumentos históricos, ilustres e indelebles, que ninguna corruptora habilidad de los adversarios podrá nunca desvirtuar ni oscurecer».
León XIII, Immortale Dei, 1885, 28.
Hubo un tiempo en que Dios era el centro de la vida de los hombres y de los pueblos. Era la Cristiandad. Todo giraba en torno a Dios y las costumbres y las relaciones sociales estaban impregnadas de la sabiduría cristiana. Por eso, la Iglesia del pueblo ocupaba un lugar preeminente: Dios estaba en el centro porque era lo más importante. Pero Dios ya no pinta nada; y donde antes estaba Dios, ahora el hombre se ha puesto a sí mismo.
El P. Iraburu, en su artículo (36) Cardenal Pie, obispo de Poitiers –IV el relativismo liberal vigente escribe lo siguiente:
“El liberalismo, a partir del siglo XIX, impone el naturalismo en todos los ámbitos, en la política y las leyes, en la cultura y la educación, en la pedagogía y el arte, en todo. Su definición es muy sencilla. El liberalismo es la afirmación absoluta de la libertad del hombre por sí misma; es la afirmación soberana de su voluntad al margen de la voluntad de Dios o incluso contra ella. Es, pues, un rechazo de la soberanía de Dios, que viene a ser sustituida por la de los hombres, es decir, en términos políticos, por una presunta soberanía del pueblo, normalmente manipulada por una minoría política, bancaria y mediática. Históricamente, el liberalismo es, pues, un modo de naturalismo militante, un ateísmo práctico, una rebelión contra Dios”.
El liberalismo ha destruido casi completamente la cultura tradicional católica y nos ha hecho creer que lo más importante son los derechos y las libertades individuales: “lo que importa es mi libertad y mi derecho a ser y a hacer lo que me dé la gana”. Se trata de una pura afirmación de la voluntad del hombre al margen de cualquier cortapisa moral. Efectivamente, la modernidad liberal se rebela contra Dios: no cumpliré los mandamientos, no te serviré. Yo seré como Dios y decidiré, según me convenga, lo que está bien y lo que está mal. Dicen los seguidores de Nietzsche que la moral tradicional cristiana es antinatural porque presenta leyes que van en contra de las tendencias primordiales de la vida. Según el pensamiento moderno, la moral cristiana sería una moral de resentimiento contra los instintos y el mundo biológico y natural, lo que quedaría de manifiesto en la obsesión de esta moral tradicional por limitar el papel del cuerpo y de la sexualidad. Por esta demolición de la moral cristiana tradicional, hoy en día proliferan los divorcios, las infidelidades y la promiscuidad; por no hablar de la pornografía, la prostitución y la violencia sexual: porque no estamos dispuestos a reprimir nuestros deseos ni a controlar nuestros instintos. Mejor dar rienda suelta y acostarse con todos o con todas las que puedas. Y si ya no siento nada por ti, te dejo y me voy con otra. Y así nos va: familias rotas, niños infelices y almas perdidas a causa del pecado.
Pedro Luis Llera
Casado y padre de tres hijos. He sido profesor de lengua castellana y literatura y director del Colegio La Salle de La Felguera, del Colegio CEU San Pablo de Murcia y del Colegio Juan Pablo II de Puerto Real (Cádiz).
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