Génesis: dioses y reyes
La Iglesia siempre ha enseñado que el sentido literal de la sagrada escritura es primordial, y que de éste dependen los tres sentidos espirituales (alegórico, moral y anagógico). Al mismo tiempo, “sentido literal” no es lo primero que se nos viene a la mente cuando leemos un texto, sino que lo descubrimos a través de la adecuada interpretación.
A primera vista, en un sentido que podríamos llamar “literalista”, el relato de la creación en seis días que encontramos en el Génesis, parece una colección de actos divinos sin sentido, donde, por ejemplo, la luz, por ejemplo es creada antes que el sol. Sin embargo, solo descubrimos el sentido literal cuando ponemos el Génesis en el contexto de las teogonías de la antigüedad, como nos invita a hacerlo el profesor Ratzinger, y así nos damos cuenta que los pueblos que rodeaban a los israelitas adoraban a la luna, el sol y los astros como dioses, pero el Génesis los corrige fundamentalmente, al presentarlos como meras lámparas creadas por Dios.
Bueno, pero ¿qué tiene que ver todo esto con la película Éxodo: dioses y reyes que todavía no se ha estrenado?
Hay una escena del avance donde Ramsés repite enfáticamente “¡yo soy un dios, yo soy un dios!”, seguramente ante la orden de Yavé de dejar partir a su pueblo. Cuando la vi, algo me hizo pensar en la promesa de la serpiente (“serán como dioses”) y como pueden haber entendido esas palabras los primeros que escucharon ese relato de la creación.

Al inicio de esta cuaresma, leímos uno de los pasajes más conocidos de la Biblia, el relato del Pecado Original y la Caída; y tal como es de esperar de las Sagradas Escrituras, aunque hayamos leído un pasaje muchas veces, nunca terminamos de encontrar nuevos sentidos y detalles que no habíamos detectado antes.
Luego de protagonizar en Una Mente Brillante, Russel Crowe y Jenniffer Connely vuelven a interpretar como pareja, esta vez salvando a la humanidad de su extinción en el diluvio, en una nueva versión de la historia de 


