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2.11.08

Todos los difuntos

Estas son fechas para el recuerdo. Para tener presentes a nuestros familiares y amigos difuntos. La presencia humana en los cementerios es la prueba de que estamos convencidos que detrás de la muerte existe un más allá. El máximo enigma de la vida humana es la muerte, sin embargo, la fe en Cristo convierte el enigma en certeza de vida sin fin. Él proclamó que habia sido enviado por el Padre para que el que crea en Él no muera, sino que tenga vida eterna.

Apoyándose en la Palabra de Dios, la Iglesia cree y espera firmemente que como Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos, y que vive para siempre, los justos después de su muerte vivirán para siempre con Cristo resucitado. Por lo tanto, la muerte no se debe adelantar por ningún motivo. La muerte llega cuando es su hora.

La legislación que está en el telar del parlamento andaluz sobre el derecho a una muerte a la carta está contra cualquier sentimiento humano. Si tanta sensibilidad tiene la actual sociedad sobre el sufrimiento de los animales, ¿por qué no expresa esa misma ternura por las personas cuando están enfermas, dejándolas morir cuando llegue su hora, sin tener que acudir a la muerte asistida?.

Esta es otra de las grandes contradicciones de nuestro tiempo. No deseamos ver el dolor y la enfermedad. Nos repele. Nos asusta. Lo tapamos como mejor sabemos. Por eso cuando el mismo deterioro humano nos lleva a las puertas de la tumba, se impone acelerar el momento, adelantar la muerte, con el exclusivo argumento de que el enfermo no sufra. Y esto se quiere convertir en ley para justificar tamaña hazaña.

Para los cristianos la muerte es el paso a la plenitud de la vida verdadera, por lo que la Iglesia llama al dia de la muerte, el día del nacimiento a la vida eterna, donde no habrá más muerte, ni luto, ni llanto, ni preocupación por las cosas que antes han pasado. Porque la vida de los creemos en Cristo no termina, se transforma, y al deshacerse nuestra morada terrenal adquirimos una mansión eterna en el cielo.

La muerte del cristiano es un acontecimiento de gracia, que tiene en sí un valor y un significado positivo. Se apoya en la enseñanza de la Sagrada Escritura, donde es una ganancia morir, como nos dice San Pablo en la segunda carta a Timoteo: “Es doctrina segura, si morimos con Él, viviremos con Él".

Aquí está la razón por la que la Iglesia reza por el sufragio de las almas de los difuntos para que tengan vida eterna, no solamente para los discípulos de Cristo muertos en su paz, sino también por los difuntos, cuya fe sólo Dios ha conocido.

En este día de la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, la Iglesia eleva sus preces por todos los que han muerto en Cristo. Y nos ruega que dejemos morir nuestro cuerpo cuando llegue la hora, y que por ningún motivo adelantemos la hora, o hagamos más “dulce” el paso de esta vida a la otra, porque nadie puede manipular el reloj de Dios sobre cada uno de nosotros. De Él salimos y a Él volveremos a descansar eternamente, pero cuando Él lo tenga dispuesto. Nunca antes.

Esta doctrina de la Iglesia debe entrar en las conciencias de las familias de los moribundos, y en la moral profesional de los médicos, para evitar que nos al manden al otro mundo cuando se les ocurra a unos, que son capaces de multar a quien cometa cualquier atentado contra la naturaleza, y justificar una muerte adelantada en una cama hospitalaria pagada por el bolsillo de todos los contribuyentes.

Tomás de la Torre Lendínez

1.11.08

Por amor a la Iglesia

He estado en un entierro en un pueblo de trescientos vecinos. El fallecido era amigo de mi familia. Me ha encantado la limpieza de su bella iglesia y he conocido a su equipo parroquial, que permanece unido en torno a un hermoso templo de estilo barroco.

Muchos eruditos del arte local pasan por allí para incluirlo dentro de sus publicaciones por unas bellezas singulares que almacena. En este pueblo llevan más de quince años sin cura estable. Siempre acude el del pueblo vecino, quien va los miércoles y los domingos, aparte de otros acontecimientos que sea necesaria su presencia.

Lo demás lo hacen los feligreses, que son bastante mayores, ya que la natalidad es bajísima. La vida espiritual está bien servida por el cura. Pero el problema que existe es el del mantenimiento del edificio eclesial tan histórico y artístico. El sacerdote dice que con las pocas perras que saca en las colectas no se puede mantener los tejados en condiciones, ni la solería y las pinturas y tampoco las imágenes.

Ante esta situación, los vecinos han decidido que su bella iglesia deberian tomarla como su propia casa. Así pues, quien es albañil debe contribuir con su trabajo a las limpiezas de las cubiertas y bajantes. Quien es carpintero está al ojo de todo lo que es de madera. Quien es pintor siempre le toca coger la brocha y pintar las partes correspondientes. El electricista siempre está ante cualquier necesidad de luz o sonido. Las mujeres se ocupan de la limpieza del eificio y del lavado de la ropa necesaria para la liturgia.

Me ha gustado el plan de trabajo y cooperación. El equipo parroquial me ha dicho que ellos tienen una respuesta clara: si nuestra casa es nuestra, la casa del Señor tambien es nuestra. Por lo tanto, la mantienen no con dinero, pero sí con el trabajo para mantenerla nueva y limpia. De esto doy testimonio. Y cuando les he dicho que los escribiría en Internet me han dicho: !Por favor, diga que lo hacemos por amor a la Iglesia¡. Así que aquí queda escrito.

Tomás de la Torre Lendínez

31.10.08

Una parábola de hoy

En la sociedad de hoy, tan descreída y egoísta, parace mentira que una persona como el profesor Jesús Neira, recién salido de un coma grande, afirme que le parece un milagro volver a vivir. Mucha gente ha rezado por este hombre, que ha sido victima de una paliza por defender a una mujer, que estaba siendo maltratada por su pareja.

Mientras, el agredido estaba luchando por vivir, el agresor está en la carcel imputado de su delito, y la que recibía palos se ha paseado por todas las televisiones poniendo el cazo para llenarlo de equis euros.

Parece la parábola del buen samaritano, en versión actual. Imaginemos la gente que pudo ver aquella mañana de agosto el momento en que una mujer es molida a palos por un individuo que dice ser su pareja. Cuanta gente pensaría: Yo no me meto en lios, tengo prisa, no es mi problema, allá ellos, paso olimpicamente de este asunto, veo mal que peguen a una mujer, pero como no es la mía no tengo que defender a nadie.

Sin embargo, un señor, profesor universitario, acompañado de uno de sus hijos, está presenciando al maltratador zumbar la badana a la chica, y, convencido de su compromiso social y humano, se interpone para detener el drama y, el agresor se pone a darle una paliza que deja al señor Neira camino del hospital.

Es similar a lo ocurrido con el buen samaritano. Pasaron por aquel camino tres personas y no se molestaron ni en mirar al herido en la cuneta. Solamente aquel samaritano, enemigo del pueblo judio, fue el que se detuvo y actuó en favor de aquel necesitado llevándolo a la posada, que aún hoy se puede visitar en el camino de Jericó a Jerusalén.

Cuando, ahora, el profesor Neira se recupera en el hospital se pregunta si no será un milagro. Y lleva razón. Es mucha gente la que ha rezado por él sin conocerlo. Y han sido muchas las personas que se han preguntado cómo se debe actuar en una situación parecida: pasar de largo, comprometerse como Neira, o llamar a la policía.

Será la conciencia de cada uno la que le dicte, en libertad y responsabilidad, lo que debe hacer en ocasiones similares, que se presentan más de lo que nos creemos.

Tomás de la Torre Lendínez

30.10.08

Dios y los toros

Acabo de leer un libro con este titulo, firmado por el jesuita Ramón Cué Romano, ya fallecido. Cuando un amigo me lo prestó me llamó la atención del titulo. ¿Que pinta Dios en el mundo de los toros?, me pregunté. Ahora ha acabado la temporada taurina en España, ha comenzado en América. El padre Cué demuestra cómo Dios está en los toros.

Con una literatura poética se prueba cómo desde que un mozalbete desea vestirse de luces y hacer el paseillo por una plaza de toros, el sentimiento religioso se acrecienta, la confianza en Dios se alimenta y el fervor mariano llega a límites muy altos.

El padre Cué fue un jesuita clásico en su literatura, en sus contenidos y en sus métodos. Fue un valiente defensor de la Semana Santa sevillana. Escribió y grabó su famoso: Cristo roto. Y tuvo tiempo para esbozar un ensayo poético sobre el mundo taurino, que es el que acabo de leer.

Destacaría dos aspectos. El primero, está en la convicción demostrada con hechos y personas que la religiosidad del mundo de los toros no la ha tirado nadie, ni la secularización, ni el relativismo, ni el laicismo materialista. Todo hombre del mundo taurino tiene el nombre de Dios en su boca: Siempre, si Dios quiere. Existen excepciones que confirman la regla general. Pero son habas contadas.

El segundo, es cómo los hombres que están en el mundo taurino siempre portan una serie de estampas, medallas e insignias religiosas, que las llevan a donde torean. Todavía nadie, con la que está cayendo, ha puesto en cuestión la existencia de capillas en las plazas de toros, que es donde acuden los diestros antes de pisar el albero al comenzar el festejo.

Concluyo con un poema del padre Cué, dedicado a Manolete y a la patrona de Linares, y firmado en 1971, dice así:

Si yo en Linares toreo
quiero hacer mi “paseillo”
señora por tu paseo.
Para cantarte el deseo
-tarantos- de este estribillo:
!Dame temple, gancho y raza,
y yo me daré tal traza
que haré regresar de lejos
a Manolete a tu plaza
Señora de Linarejos¡

Tomás de la Torre Lendínez

29.10.08

La música en la Iglesia

Toda la liturgia de la Iglesia ha contado siempre con la música. Desde la Iglesia primitiva, los actos celebrativos se han hecho con la participación de la comunidad cantando los misterios de nuestra fe.

La Iglesia es la depositaria del gran legado del canto gregoriano, fruto de la reforma del Papa Gregorio el Magno. La Iglesia es la heredera de un rico patrimonio musical ofrecido por músicos, coros y orquestas, quien usando la lengua oficial del latín, siempre han servido para alabar al Señor Todopoderoso.

En los estatutos de todos los cabildos catedralicios se pedía al que opositaba al cargo de organista o maestro de capilla, que debía componer una obra para el examen del correspondiente cargo. Por esto, los archivos de las catedrales y colegiatas están llenos de obras magníficas y expresamente usadas en esos templos.

Cuando acabó el Concilio Vaticano II la música litúrgica eclesial sufrió un bache. Se arrinconaron muchos órganos, se guardaron piezas gregorianas. Entró el canto en castellano y se llamó a muchos aficionados a la guitarra, quienes metieron melodías de bajísima calidad para atraer a los jóvenes, se decía entonces.

Aquellas situaciones trajeron consigo que muchas parroquias compraran guitarras eléctricas, baterías…que cuando aquellos jóvenes del coro vieron que podían ganar dinero y grabar algún disco, arrearon con la música a otra parte, y dejaron a muchos curas sin pan y sin perro.

Aquella travesía del desierto musical fue dura. Entonces surgió la idea de que fuera el mismo pueblo el que cantara en la celebraciones sacramentales, especialmente en la misa del domingo. Así fue como entró en los fieles una serie de canciones con letras en castellano y que resulta que son las mismas en todos lados. Por ejemplo, la de la barca en la orilla. Me la he encontrado en catalán, gallego, euskera, andaluz, valenciano, mallorquín…..Todo esto demuestra la malísima formación musical del pueblo cristiano y el mal gusto de los pastores de las feligresías, incluyendome yo el primero, que encima tengo un oído en frente del otro y tengo que apoyarme siempre en alguien que entone el canto correspondiente.

El futuro no es tan esperanzador como el presente en el asunto musical de la liturgia de la Iglesia. Tendremos que esperar que salga algún genio para que proponga a obispos, sacerdotes, laicos, consejos de pastoral y comisiones parroquiales de liturgia un nuevo horizonte que nos ayude a superar el presente anodino y durmiente desde el punto de vista de la música en la celebración del Dia del Señor.

Tomás de la Torre Lendínez