Del estado de nuestra alma

Del estado de nuestra alma

Profundamente cristiana es la respuesta que Santa Juana de Arco dio a sus jueces sobre este tema, diciéndoles que si estaba en gracia de Dios le daba gracias por ello, y que si no, pedía y confiaba en su misericordia para obtener el perdón.

Sobre el estado de nuestra alma nos dice la Encíclica «Veritatis Splendor» de san Juan Pablo II: «No hay duda que la doctrina moral cristiana, en sus mismas raíces bíblicas, reconoce la importancia de una elección fundamental que cualifica la vida moral y que compromete la libertad a nivel radical ante Dios. Se trata de la elección de la fe, de la obediencia de la fe (cf. Rom 16,26), por la que «el hombre se entrega entera y libremente a Dios, y le ofrece el homenaje total de su entendimiento y voluntad». Esta fe, que actúa por la caridad (cf. Gal 5,6), proviene de lo más íntimo del hombre, de su corazón (cf. Rom 10,10), y desde aquí viene llamada a fructifi­car en las obras (cf. Mt 12,33-35; Lc 6,43-45; Rom 8,5-8; Gal 5,22)» (nº 66).

Por ello sólo Dios nos juzga (cf.1 Cor 4,4). Del estado de nuestra alma sólo tenemos datos o signos, que nos hacen suponer estamos en gracia y actuar en consecuencia, por ejemplo no dejando de recibir la Sagrada Comunión, si deseamos servir a Dios y no tenemos conciencia de haberle ofendido gravemente. Profundamente cristiana es la respuesta que Santa Juana de Arco dio a sus jueces sobre este tema, diciéndoles que si estaba en gracia de Dios le daba gracias por ello, y que si no, pedía y confiaba en su misericordia para obtener el perdón.

Por su parte Sto. Tomás de Aquino afirma: «nadie puede saber a ciencia cierta si posee la gracia»(S. Th. Iª, IIae, 112, 5), doctrina recogida por Trento: «nadie puede saber con certeza de fe, en la que no puede caber error, que ha conseguido la gracia de Dios»(DS 1534; D 802).

Generalmente el confesor novel intenta saber cuando un pecado es grave o no. Más tarde estamos menos seguros de nuestros conocimientos, nos basta con un «póngalo tal como Dios lo ve y en cambio nos preocupa más encontrar orientaciones que puedan ayudar al penitente a lograr su conversión y vivir su vida cristiana. Y es que el obrar humano ofrece tal cantidad de significados posibles, que lo que aparece externamente hay que considerarlo simplemente como síntoma de nuestras decisiones interiores. Y un síntoma no descubre su significado exacto sino cuando se le capta en un conjunto de indicaciones convergentes. Cometer un pecado mortal no es desde luego algo baladí y la excesiva facilidad en suponer pecados mortales ha sido una de las principales causas del desprestigio en años pasados de la Teología Moral. La síntesis teológica del pecado se encuentra ante el problema de cómo compaginar la dimensión vertical y la dimensión horizontal, la dimensión religiosa y la dimensión humana o ética de la culpabilidad. La Teología se ve urgida en la actualidad no sólo por el pecado como ofensa a Dios, sino también por la dimensión horizontal de la culpa; la conciencia actual es cada vez más sensible a los aspectos intramundanos e intrahistóricos del pecado. Hay que conjugar las dos dimensiones para evitar tanto reducir el pecado a su dimensión religiosa con descuido de los aspectos simplemente humanos, como lo contrario.

El modo de encontrar la síntesis entre las dos dimensiones es entender el pecado enclave de esperanza, es decir interpre­tarlo como una dimensión de la Historia en la que Dios está comprometido. Dios no es imparcial en el asunto de nuestra salvación, sino que intenta por todos los medios posibles, menos la violación de nuestra libertad, conducirnos a la salvación eterna, como se me dijo en una de las lecciones más importantes que he recibido en mi vida sobre Teología Moral. Ello nos debe lleva también a no dejar fácilmente la Sagrada Comunión, con el pretexto que no somos dignos, porque la Comunión es un alimento espiritual para nosotros pecadores, a menos que estemos en pecado mortal. El Concilio de Trento declara que nadie debe acercarse a la Sagrada Comunión en estado de pecado mortal (D. 880, DS 1647; D. 893, DS 1661), si tiene a su disposición «habida facilidad de confesar» (D 893, DS 1661). Nuestra alegría, optimismo y paz se funda en nuestra esperanza puesta en el Señor, que es quien nos justifica (1 Cor 4,4; Rom 8,31-33; 12,12).

          Pedro Trevijano

 

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4 comentarios

esron ben fares
se que para que un pecado sea mortal debe ser realizado consciente y voluntariamente, además de materia grave.
¿Pero que es materia grave?
13/07/21 3:27 AM
Pedro Trevijano
"La materia grave es precisada por los Diez Mandamientos según la respuesta de Jesús al joven rico: "No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes testimonio falso, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre"(Mc 10,19). La gravedad de los pecados es mayor o menor: un asesinato es más grave que un robo. La cualidad de las personas lesionadas cuenta también: la violencia ejercida contra los padres es más grave que la ejercida contra un extraño"(CEC 1858). En este punto de la materia hay que tener en cuenta que no damos testimonio de Dios ni de su sentido común (ni del nuestro), si exageramos la importancia de los pequeños asuntos, como las cuestiones litúrgicas menores, o por el contrario si no damos importancia a los grandes problemas humanos, como la paz, la justicia, la honradez, la no violencia, la solidaridad, el saber cooperar con los demás, y es que la materia grave hace referencia a cosas serias, ya que quien "no ama a su hermano, a quien ve, no es posible que ame a Dios, a quien no ve"(1 Jn 4,20).
Pero está claro que si la materia del pecado puede ser un buen indicador sobre su gravedad, ello exige que se haga un profundo examen crítico sobre el juicio que decide la gravedad de esta materia, juicio que ha de tener muy en cuenta tanto los avances de las ciencias humanas, como lo que conocemos por la Revelación, los estudios teológicos y el magisterio de la Iglesia. Puede en efecto llegar a suceder que un trato indiferente continuado con el cónyuge, sea mu
13/07/21 12:40 PM
sofía
Totalmente de acuerdo, tanto en valorar la respuesta que da Juana de Arco, como en considerar que hay que "entender el pecado en clave de esperanza, es decir interpre­tarlo como una dimensión de la Historia en la que Dios está comprometido. Dios no es imparcial en el asunto de nuestra salvación, sino que intenta por todos los medios posibles, menos la violación de nuestra libertad, conducirnos a la salvación eterna"

Por aquí cerquita tenemos que leer que según la sabiduría de ciertos teólogos Dios ha escogido de antemano a unos para la salvación y a otros para que no se salven - se diferencian de la doble predestinación de Calvino en un par de detallitos, pero evidentemente vienen a decir lo mismo aunque no quieran decirlo. De acuerdo con esto, según ellos, da dos tipos de gracia diferentes a los de un grupo y a los del otro. Según esto hay una gracia que no sirve para nada y otra que sí, aunque ellos no lo digan así. Según ellos, con la primera se "puede" hacer el bien pero no de hecho y nunca se hará y según la otra se puede resistir la gracia pero nunca se resistirá de hecho.

Mejor me quedo con el evangelio, el catecismo y el concilio de Trento (sin coletillas interpretativas raras tergiversadoras)
13/07/21 4:04 PM
PEDRO
En estos tiempos de desolación, con una cultura de la muerte en la que parecen triunfar – sus filántropos fundadores - , tarde o temprano iran en su “ hora “ al abismo, y resurgirá la innegable esperanza Cristo ganó con su propia sangre y “ cuyos miembros se glorían de tener una Cabeza ceñida de corona de espinas en muchos países “. Lo cual, ciertamente, es claro testimonio de que todo lo más glorioso y eximio no nace sino de los dolores, y que, por lo tanto, hemos de alegrarnos cuando participamos de la pasión de Cristo , a fin de que nos gocemos también con júbilo cuando se descubra su Gloria.
Así como el Redentor del género humano fue “ vejado, calumniado y atormentado” por aquellos mismos cuya salvación había tomado a su cargo, así la sociedad por Él fundada se parece también en sus sufrimientos a su divino Fundador. La Iglesia de Dios ( sacerdotes y laicos ) no sólo es despreciada, y soberbia y hostilmente rechazada, por aquellos que, menospreciando la luz de la sabiduría cristiana, vuelven misérrimamente a las doctrinas, costumbres e instituciones de la antigüedad pagana, y desgraciadamente es ignorada, despreciada y aun mirada con cierto tedio y enojo, hasta por muchísimos cristianos, atraídos “ por la falsa apariencia de los errores, o halagados por los alicientes (la futilidad y vanidad de lo terrenal ), y corruptelas del siglo”. El Santo Rosario y el coraje de seguir a CRISTO es nuestra única esperanza.
20/07/21 11:42 AM

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