La crisis de la Iglesia
Barca de la Iglesia, Pérez de Holguín, Melchor

La crisis de la Iglesia

Ante estas presuntas soluciones se me ocurren dos preguntas: ¿es esto realmente lo que Cristo quiso hacer con su Iglesia? Y además ¿son respuestas eficaces?

En el episodio de la tempestad calmada (Mt 8,23-27; Mc 4,35-41; Lc 8,22-25), muchos vemos una imagen de la situación de la Iglesia: agitada constantemente por tempestades que amenazan con hundirla, pero en realidad insumergible, porque Jesús nos dice «sabed que yo estoy con vosotros todos lo día hasta el final de los tiempos» (Mt 28,20), lo que no impide que haya ciertamente retrocesos muy graves, por lo que en mi Misa diaria una de mis peticiones en la Oración de los fieles, sea «por la recristianización de España».

Con relativa frecuencia me he encontrado con gente que defiende como solución a los problemas de la Iglesia cosas como el celibato opcional, el sacerdocio femenino, el que el ministerio de presidencia no conlleve el celibato y pueda ser ejercido tanto por hombres como mujeres, el que Jesús fundase una comunidad de iguales en el que las decisiones se tomaban entre todos, los derechos sexuales y reproductivos, la opción por los pobres, el único punto en el que sí estamos de acuerdo. Pero ante estas presuntas soluciones se me ocurren dos preguntas: ¿es esto realmente lo que Cristo quiso hacer con su Iglesia? Y además ¿son respuestas eficaces?

Recuerdo a este respecto que cuando yo era joven hubo una reunión de partidarios del celibato opcional y de la vía progre, con un grupo de pastores protestantes. Uno de éstos echó un buen jarro de agua fría a los presuntos católicos: «Lo que decís, lo llevamos practicando cuatrocientos años con el resultado de tener las iglesias vacías».

Que Jesús fundó la Iglesia e instituyó a Pedro como su sucesor está clarísimo en los evangelios (Mt 16,18 y Jn 21,15-17). Allí Jesucristo confía a Pedro una misión y una autoridad específica (CEC 552-553) y en el Concilio Vaticano II la Lumen Gentium da a Cristo el título de Fundador de la Iglesia (LG nn. 5 y 8). La Iglesia, fundada por Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, tiene unas verdades o dogmas de fe, entre ellos el Primado del Papa, ante los que tengo que asentir, aunque sólo sea porque creo que el Espíritu Santo sabe más teología que yo.

En cambio afirma uno de estos teólogos progres: «El movimiento de Jesús ciertamente no tiene nada que ver con la Iglesia actual… Yo creo que, tal y como está configurada desde hace 17 siglos, la Iglesia es el gran fracaso de Jesús». Personalmente no entiendo cómo se puede compaginar estas afirmaciones con el final del evangelio de San Mateo: «Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos» (Mt 28,20). Y es que pienso que unas vacaciones por parte de Jesús de diecisiete siglos son un poco largas. No olvidemos tampoco que Cristo es «la luz verdadera, que alumbra a todo hombre»(Jn 1,9) y «a cuantos le recibieron, les dio poder para ser hijos de Dios»(Jn 1,12). En la Iglesia siempre habrá suficiente luz para quienes sinceramente busquen a Cristo.

Está claro que en los países que decíamos de civilización occidental cristiana estamos asistiendo a un claro fenómenos de descristianización, porque muchos parten de su propia experiencia subjetiva y se hacen una religión a su medida. Como dice el cardenal Sarah la pérdida de la mirada de fe sobre la Iglesia es el origen de todos los síntomas de la secularización. El activismo corroe la oración, la caridad se transforma en solidaridad humanitaria, la teología se convierte en política, el sacerdocio entra en crisis y muchos cristianos deciden no dejarse iluminar más por la luz de la fe. Pero como siempre, el Magisterio sigue siendo la garantía de la unidad de la fe.

No nos olvidemos además que en buena parte del mundo la Iglesia tiene una gran pujanza. No hace mucho un sacerdote ugandés me decía que en su diócesis había trescientos sacerdotes, casi todos menores de cuarenta años. Territorios que no hace mucho eran de primera evangelización, hoy son la gran esperanza, o mejor dicho, la gran realidad de la Iglesia.

 

Pedro Trevijano

 

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2 comentarios

Roberto
De este tema habría tanto que hablar..........¿crisis en la Iglesia? Sí, pero ante todo la crisis es espiritual, de "experiencia" auténtica de Dios (experiencia fundante, se decía); de formación sólida (que también hay que estudiar y no solo leer el Marca), de identidad eclesial, de entender que estamos llamados a una conversión continua de una forma humilde y autocrítica. Esto creo que es lo más marcado de la crisis.

Pero una vez dicho esto, creo que también hay una crisis institucional y pastoral. No nos engañemos, los laicos hemos contado poco (salvo excepciones) en la toma de decisiones en muchos sentidos. Tampoco es que esté por un "asamblearismo" radical por el cual todo lo tenga que decidirse en asamblea. Hay cosas que no, pero otras sí (y bastantes); el modelo de parroquia y pastoral en lineas generales es el mismo que hace 30 años o más; por muchos planes pastorales, por mucho decir de salir a las periferias , de parroquia misionera...........y en esto la culpa la tenemos todos; mucho o poco. Y es que lo nuevo da miedo.
Seguir haciendo "lo de siempre", para los de siempre, con poco estilo innovador nos va llevando a la situación que tenemos.

Se que esto que indico es muy vago y general; si me pongo a poner ejemplos concretos no paro.
19/04/21 9:03 PM
Martinna
A veces me parece que para muchos católicos el E. Santo obra en el bautismo, confirmación, elección de Papa... Pero no son muy conscientes de que actúa en todos en todo momento y para todo, nos asiste en la tentación, en la oración, en discernir cómo actuar en todo momento y lugar... Tenemos en la iglesia muchas devociones, pero hay desconocimiento de cómo vivir asistidos por el E. Santo de Dios. Jesucristo dijo que tenía que ir al Padre pero con el Espíritu Santo sería como cuando estaba El, nos sana, nos enseña, nos convierte, nos santifica, no solo en ocasiones sino continuamente en nosotros, dándonos lo que necesitamos abundantemente, gracia, dones, inspiración, discernimiento... Parece que muchos predicadores no lo viven, porque de lo que se tiene experiencia se habla, por la boca sale lo que se lleva dentro. Mucho estudiar Teología pero si no se experimenta la comunión con Dios no se puede compartir. El empobrecimiento espiritual de la Iglesia es que no da lo que no tiene.
29/04/21 12:39 PM

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