InfoCatólica / María Lourdes Quinn / Categoría: ........ - Religiosas

10.02.09

El dolor de la separación y la alegría del encuentro

Eluana Englaro (38 años) estuvo en coma desde un accidente de tráfico en 1992 y por eso, en 1994, pasó al cuidado de las monjas de la clínica Beato Luigi Talamoni de Lecco (Italia). La noche del 2 al 3 de febrero, 2009, esas hermanas religiosas se despidieron de ella con la esperanza de volver a tenerla bajo su cuidado. Pero, ella murió ayer, tras tres días sin alimento ni hidratación, en vísperas de la fiesta de Santa Escolástica (480-547), que experimentó a lo largo de su vida tanto el dolor de la separación como la alegría del encuentro con su hermano gemelo, S. Benito de Nursia, fundador de la Orden Benedictina.

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8.02.09

De esclava maltratada a Patrona del Sudán

Santa Josefina Bakhita (c. 1869-1947) nació en Sudán y vivía con su familia, incluyendo una gemela, hasta que fue secuestrada a los 9 años y vendida como esclava. Siempre sufrió mucho la separación de su familia y rezó mucho por su conversión. Los secuestradores le llamaron Bakhita ("Afortunada") cuando se le olvidó su nombre por el trauma.

Tuvo cinco amos diferentes e intentó escapar, sin éxito. Aparte de humillarle, cuando tenía unos 13 años le tatuaron con 114 incisiones, poniéndole sal durante un mes para evitar infecciones. El quinto amo le trató muy bien y le llevó a Italia, donde sirvió de niñera para otra familia e ingresó al noviciado del Instituto de las Hermanas de la Caridad en Venecia con la niña que cuidaba. Diría más tarde: “Dios había permanecido en mi corazón, pero recién en ese momento sabía quién era”.

Fue bautizada en 1890 y llamada Josefina Margarita Afortunada. Como la esclavitud era ilegal en Italia, no volvió al Sudán con sus últimos dueños y en 1893 se hizo religiosa. Decía sobre su pasado: “Si volviese a encontrar a aquellos negreros que me raptaron y torturaron, me arrodillaría para besar sus manos porque, si no hubiese sucedido esto, ahora no sería cristiana y religiosa".

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1.02.09

Remedios contra el infierno, según uno que lo vió (Mc. 1, 27)

Las Sagradas Escrituras indican la existencia de “los espíritus inmundos” (Mc. 1, 27), como oímos en el Evangelio del 4o. domingo de Tiempo Ordinario y Jesucristo hablaba también sobre el infierno. San Juan Bosco (cuya fiesta se celebró ayer) tuvo varias visiones en sueños del infierno y sus castigos (Sueños 68, 150) y oyó una voz que decía que “muchos se dedican en esta tierra a todos los goces y después padecerán horribles sufrimientos”. Decía que lo que vió era tan terrible que los que pudieran verlo o se dedicarían a una vida santa o saldrían huyendo asustados. En uno, un monstruo arrastraba a los jóvenes a una caverna infernal, especialmente por la impureza, la desobediencia y la soberbia. Algunos caían con mayor rapidez llevados por el respeto humano. [Ver aquí “Los Sueños de S. Juan Bosco”]

Cuenta S. Juan Bosco en su autobiografía (enlace con versión en inglés) que al comienzo de su obra con los jóvenes las autoridades civiles mandaban a la policía a sus Misas para vigilarle y éstos decían que oían tantas cosas en los sermones sobre los demonios y el infierno que deseaban confesarse ellos mismos (lo cual hacían esperando con los jóvenes). El santo predicaba sobre tres de las cuatro postrimerías (la muerte, el juicio final, el infierno). La otra postrimería es la gloria eterna. Solía decir: “Los tres enemigos del hombre son: la muerte (que lo sorprende) , el tiempo (que se escapa), y el demonio (que le tiende sus lazos).”

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31.01.09

“¿Por qué me pasan a mí estas cosas?” (Mc. 1, 17)

¡Cuántas veces he oído o me he dicho las palabras del título! En cambio, el santo de hoy, San Juan Bosco (1815-1888) no dejaba que el resentimiento corroyera su corazón ni que las dificultades le hundieran, aunque recibió la misión de fundar una orden religiosa (la salesiana) que a sus comienzos parecía un fracaso. No se quejaba ni se preguntaba por qué tenía que hacer las cosas. Simplemente, como hizo la Virgen Santísima en su fiat, se preguntaba cómo haría la voluntad de Dios y se veía alegre en toda situación porque confiaba en la ayuda del Señor.

Oímos al Señor decirles a los primeros apóstoles en el Evangelio del 3er. domingo de Tiempo Ordinario : “os haré pescadores de hombres” (Mc. 1, 17), lo cual hizo con S. Juan Bosco. El santo tuvo un sueño a los nueve años en la que el Señor, por medio de Su Madre le indicaba que transformaría en corderos a niños que eran como fieras, pero no lo haría con golpes sino tratándoles con dulzura y por la persuasión. Fue la primera de toda una serie de sueños que le irían mostrando cómo cumplir esa misión tan especial. [Pueden descargar aquí “Los Sueños de S. Juan Bosco” (todos los que se conservan, en contexto)]

Y no le faltaron dificultades
, pero las superó todas sin desalentarse. Reunía a los jóvenes más rebeldes y pobres, pero decía que “El amor da fuerzas para soportar las fatigas, los disgustos, las ingratitudes, la falta de disciplina, las ligerezas, las negligencias de los jóvenes.” Apenas tenía dinero, pero mostró que “Si el dinero hace mucho, la oración lo obtiene todo”, ya que providencialmente siempre tenía lo justo para salir de apuros. Como no disponía de libros de catecismo y de texto apropiados para su labor pastoral, se decía que “En la enseñanza, textos breves, fáciles y precisos” y los escribía él mismo por la noche. (Por eso es considerado el patrono de los editores). También escribió su autobiografía, “Recuerdos del Oratorio” (enlace en inglés) por mandato del Papa.

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30.01.09

Una que dejó de complicarse la vida (Mc. 1, 20)

Los apóstoles S. Juan y Santiago, según el Evangelio del 3er. domingo de Tiempo Ordinario :“dejaron a su padre Zebedeo” (Mc. 1, 20) para seguir a Jesús. Santa Jacinta de Mariscotti (1585-1640) a los ojos del mundo parecía que dejaba también todo por el Señor al entrar en un convento franciscano a los 20 años, pero allí se hizo contruir una celda grande, llenándola de lujos, y se vestía de seda.

Se podría decir sobre su situación:

“El hombre busca las cosas para satisfacer una necesidad, y cuando las tiene en abundancia empieza a llenarse de soberbia por ellas; es lo mismo que si alguno, estando herido, se jacta de tener en su casa muchas medicinas, como si no fuera mejor que no necesitase de ellas, si no estuviese herido.” (S. Agustín)

Ni el buen ejemplo de una hermana mayor religiosa ni el asesinato de su padre en 1608 le podían hacer cambiar de vida porque “Los que pasan la frontera de lo necesario, a semejanza de los que se deslizan por una pendiente, al no tener nada firme en que apoyarse, con nada pueden contener el peso hacia adelante” (S. Basilio).

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