Mujer como ninguna (Mt. 25, 34)
Este año, la celebración del Día de Acción de Gracias en los Estados Unidos coincide con la fiesta de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, mediadora de gracia por nosotros ante su hijo Jesucristo porque ella ya goza de la recompensa de los fieles que menciona Nuestro Señor en el Evangelio de la Solemnidad de Cristo Rey:
“heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.” (Mt. 25, 34)
Meditemos sobre Nuestra Madre, comparando su aparición con las Escrituras y la letra de este vídeo musical del Coro Betsaida, de Chile:
Usamos la letra de la canción “Por ti, María”, del sitio oficial del Coro Betsaida:
S. Agustín comenta sobre el pasaje del Juicio Final en el Evangelio: “Hecha excepción de aquel reino del cual, en el juicio final, se ha de decir: Poseed el reino que os está preparado, también la Iglesia presente, aunque de una manera más impropia, es llamada su reino, en el que aun se lucha con el enemigo, hasta que se llegue a aquel pacificadísimo reino en donde se reinará sin enemigos.” Si miramos la imagen de la Santísima Virgen María sobre la Medalla Milagrosa (tal como se apareció a Santa Catalina Labouré en una capilla en París en 1830) se ve bajo sus pies a nuestro enemigo el demonio representado como una serpiente.
Eso nos recuerda la promesa de Dios hecha en el Paraíso: “Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer y entre tu linaje y el suyo; este te aplastará la cabeza, y tú le acecharás el calcañal”. (Gen. 3, 15). Ya figuraba esta mujer excepcional, “sin pecado concebida” como la llamó la inscripción de la Medalla antes de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción e “Inmaculada” como se la llama en la canción de Betsaida.

La inspiración de este blog es la alegoría de la Vid que explicó Nuestro Señor Jesucristo la noche antes de morir. En la Última Cena, la primera del Amor Sacramentado, nuestro mejor Amigo quiso quedarse con nosotros para siempre y la despedida se convirtió en el deseo de que nadie se apartara de su Amor. “Yo soy la vid. Vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada.” (Jn 15, 5) Eso mismo reconoció la Virgen María al aceptar en su seno a Emmanuel (“Dios con nosotros”) diciendo: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38).
Bienvenidos. Soy una católica practicante que nació en Madrid pero que ahora vive en los Estados Unidos. Llevo nueve años y medio felizmente casada y tengo dos hijos.





