¿Por qué no se rompieron las redes en la segunda pesca milagrosa pero sí en la primera?

En la pesca milagrosa de Cristo Resucitado que narra el Evangelio del III Domingo de Pascua: “«las redes no se rompían» (Jn. 21, 7). S. Agustín resalta la diferencia entre las pescas milagrosas que obró el Señor con la cooperación de S. Pedro antes de que le llamara a seguirle y después de Su Resurrección cuando:

“las redes no se rompieron; fijándose sin duda, en este otro prodigio que refiere San Lucas, en el que se rompían las redes, por los muchos pescados que habían cogido.” (De cons Evang., 2, 9)

¿Por qué no se rompieron las redes en la segunda pesca?

Para contestar esa pregunta, habría que pensar sobre lo que significan esas redes. S. Ambrosio explica esto sobre ellas:

“¿Qué cosa hay más elevada que conocer al Hijo de Dios? ¿Mas cuáles son las redes que se manda a los apóstoles tender sino los discursos, que como los rodeos y vueltas de las discusiones no dejan escapar a los que cogen? Los instrumentos de los apóstoles son redes de pesca que no hieren a los que cogen, sino que los reservan; y que, desde el abismo donde se agitaban, los hacen subir a lo más elevado. Dice, pues: “Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, sin haber cogido nada"; porque en realidad el fruto que ha de cogerse por medio de la predicación no depende de los hombres, sino de Dios. Los que antes nada habían cogido ahora hacen una gran pesca con la Palabra de Dios.”

En la primera pesca, los apóstoles apenas habían comenzado a creer en el Señor ni había llamado el Señor a S. Pedro todavía. Se pasarían todavía mucho tiempo arreglando esas redes del entendimiento antes de poder ser pescadores de hombres. Necesitaban oír la predicación que el Señor hizo desde el barco de S. Pedro a la multitud en la orilla y S. Pedro le pidió al Señor que se apartara de él porque era un pecador.

Pero, en la segunda pesca sobraron esas “redes” de discursos que describe S. Ambrosio. Ya habían visto a Cristo Resucitado dos veces y Le conocían y amaban mucho más que al comienzo de Su ministerio. No había necesidad de tanto discurso y confiaban más en que el Señor les revelaría lo necesario para compartir con otros. Lejos queda la gran multitud presenciando el milagro desde la orilla, y el Señor les invita a la intimidad de un desayuno que ya les ha preparado en la orilla.

En cuanto S. Pedro oye que el Señor está en la orilla, se echa al agua sin decir una palabra para acercarse a su amado Señor. Dejó todo, hasta sus redes. Lo mismo nos pide el Señor que hagamos cuando nos vemos favorecidos con Su Paz en la oración, con una oración de quietud que el Señor concede a muchos pero pocos aprovechan, según Sta. Teresa de Jesús. ¿Quién mejor para describir esta oración de quietud que esa gran Doctora de la Iglesia, tan experimentada en ella?

————————————–

Fragmentos de “Libro de la vida, Capítulo 15” de Sta. Teresa de Jesús

“6. Lo que ha de hacer el alma en los tiempos de esta quietud, no es más de con suavidad y sin ruido. Llamo «ruido» andar con el entendimiento buscando muchas palabras y consideraciones para dar gracias de este beneficio y amontonar pecados suyos y faltas para ver que no lo merece. Todo esto se mueve aquí, y representa el entendimiento, y bulle la memoria, que cierto estas potencias a mí me cansan a ratos, que con tener poca memoria no la puedo sojuzgar. La voluntad, con sosiego y cordura, entienda que no se negocia bien con Dios a fuerza de brazos, y que éstos son unos leños grandes puestos sin discreción para ahogar esta centella, y conózcalo y con humildad diga: «Señor, ¿qué puedo yo aquí? ¿Qué tiene que ver la sierva con el Señor, y la tierra con el cielo?», o palabras que se ofrecen aquí de amor, fundada mucho en conocer que es verdad lo que dice, y no haga caso del entendimiento, que es un moledor. Y si ella le quiere dar parte de lo que goza, o trabaja por recogerle, que muchas veces se verá en esta unión de la voluntad y sosiego, y el entendimiento muy desbaratado, y vale más que le deje que no que vaya ella tras él, digo la voluntad, sino estése ella gozando de aquella merced y recogida como sabia abeja; porque si ninguna entrase en la colmena, sino que por traerse unas a otras se fuesen todas, mal se podría labrar la miel.

“7. Así que perderá mucho el alma si no tiene aviso en esto; en especial si es el entendimiento agudo, que cuando comienza a ordenar pláticas y buscar razones, en tantito, si son bien dichas, pensará hace algo. La razón que aquí ha de haber es entender claro que no hay ninguna para que Dios nos haga tan gran merced, sino sola su bondad, y ver que estamos tan cerca, y pedir a Su Majestad mercedes y rogarle por la Iglesia y por los que se nos han encomendado y por las ánimas de purgatorio, no con ruido de palabras, sino con sentimiento de desear que nos oiga. Es oración que comprende mucho y se alcanza más que por mucho relatar el entendimiento. Despierte en sí la voluntad algunas razones que de la misma razón se representarán de verse tan mejorada, para avivar este amor, y haga algunos actos amorosos de qué hará por quien tanto debe, sin -como he dicho- admitir ruido del entendimiento a que busque grandes cosas. Más hacen aquí al caso unas pajitas puestas con humildad (y menos serán que pajas, si las ponemos nosotros) y más le ayudan a encender, que no mucha leña junta de razones muy doctas, a nuestro parecer, que en un credo la ahogarán. […]

“8…Así que en estos tiempos de quietud, dejar descansar el alma con su descanso. Quédense las letras a un cabo. Tiempo vendrá que aprovechen al Señor y las tengan en tanto, que por ningún tesoro quisieran haberlas dejado de saber, sólo para servir a Su Majestad, porque ayudan mucho. Mas delante de la Sabiduría infinita, créanme que vale más un poco de estudio de humildad y un acto de ella, que toda la ciencia del mundo. Aquí no hay que argüir, sino que conocer lo que somos con llaneza, y con simpleza representarnos delante de Dios, que quiere se haga el alma boba, como a la verdad lo es delante de su presencia, pues Su Majestad se humilla tanto que la sufre cabe sí siendo nosotros lo que somos.”

[Fuente de citas de S. Agustín y S. Ambrosio: “Catena Aurea” de Sto. Tomás de Aquino]

[Fotos de Wikimedia Commons: escultura (Ansgar Walk), reparando redes (Filippo de Palermo, Italia), limpiando redes (Lucas Jans)]


Preguntas del día [Puede dejar su respuesta en los comentarios]
: ¿Por qué cree que las redes no se rompieron en la segunda pesca milagrosa? ¿Le ayuda saber algo sobre esa oración de quietud que describe Sta. Teresa de Jesús? ¿Cómo puede poner en práctica en su vida lo que recomienda la santa?

Siguiente post – Amor de Dios –“se echó al agua” (Jn. 21, 7)

2 comentarios

  
anarico
María, parece que en los blogs católicos tienen más éxito y predicamento las tortitas chinas y el arroz con leche, que las enseñanzas de la Doctora de la Iglesia. Pues..., bien. saludos

----------------------------------------------

Anarico, no descontemos el uso del vinagre tampoco (creo que uno de los posts más leídos, que además no tiene ni un comentario) :). En este caso no tiene la culpa la Doctora de la Iglesia, sino la autora del post. Por cierto, de pequeña tampoco me gustaba leer los escritos de Sta. Teresa y sólo los comencé a apreciar años después. Un saludo.
23/04/10 12:02 PM
Me ha parecido en verdad extraordinaria la reflexión que ha provocado entre nosotros, sus lectores, en torno a la diferencia que se produce en muchos de nosotros, cuando las redes con las que realizamos nuestro apostolado, se rompen por la sola confianza en nuestras fuerzas. Gracias.

----------------------------------------

José Antonio Pérez Stuart, de nada. Sé que es el Espíritu Santo el que sopla donde quiera las reflexiones que nos hacen mayor bien en nuestras vidas. Sigamos abiertos a Sus inspiraciones y a Dios sea toda gloria. Un saludo y espero que siga compartiendo sus propias reflexiones, además de las experiencias de su apostolado.
25/04/10 1:24 AM

Los comentarios están cerrados para esta publicación.