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1.04.20

LXXIX. La salvación y la condenación

905. –En el penúltimo capítulo del tercer libro de la Suma contra gentiles, que se acaba de comentar, el Aquinate ha demostrado, sobre el final de los hombres, que: «unos ayudados por la gracia, se dirigen mediante la operación divina al fin ultimo, y otros, desprovistos de dicho auxilio, se desvían del fin último». También, en otro capítulo del mismo libro (III, c. 64), se ha probado que: «todo lo que Dios hace está dispuesto y ordenado desde la eternidad por su sabiduría». Infiere de ello, tal como indica al principio del último capítulo, que: «dicha distinción de los hombres ha sido ordenada por Dios desde la eternidad». ¿Desde la eternidad, Dios elige a algunos, les da, por ello, la gracia, y pueden así adquirir méritos y salvarse?

–Después de la inferencia de las premisas citadas, explica Santo Tomás que: «en cuanto que Dios designó de antemano a algunos desde la eternidad para dirigirlos al fin último, se dice que los «predestinó». De donde dice el Apóstol: «Y nos predestinó a la adopción de hijos, por Jesucristo, según el propósito de su voluntad»[1].

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16.03.20

LXXVIII. Siete tesis sobre la gracia

891. Desde el capítulo ciento cuarenta y siete del tercer libro de la Suma contra gentiles, el Aquinate se ocupa del tema de la gracia, que finaliza en los tres últimos capítulos de este libro ¿Qué es lo esencial de la doctrina de la gracia del Aquinate?

–La doctrina de la gracia de Santo Tomás, que expone en estos últimos capítulos del tercer libro de la Suma contra los gentiles, se podría expresar en siete tesis.

La primera sostiene que cualquiera de las buenas obras, que realiza el hombre, sin la gracia de Dios, conseguida por Cristo, no le salvan, no le justifican.

Con el término justificación, tomado de la Escritura, se significa la reconciliación del hombre con Dios y su justicia, o el que pase del estado de pecado –en el que se encuentra el hombre por el pecado original, que está en su naturaleza humana, y por sus pecados personales, en su individualidad–, al estado de justicia, al de no culpabilidad.

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2.03.20

LXXVII. El hombre pecador

881. – El hombre, como se ha explicado: «no puede dirigirse al último fin sin contar con el auxilio de la gracia divina». Además: «sin ella tampoco puede nadie poseer lo que es necesario para tender al fin último, como son la fe, la esperanza, la caridad y la perseverancia». Si un hombre no posee estas gracias, ¿es responsable de su perdición?

–Reconoce Santo Tomás que: «puede parecer a alguno que no se puede imputar al hombre la carencia de estas cosas». Más aún, porque, por una parte: «no puede merecer el auxilio de la gracia divina ni convertirse a Dios»; por otra, no puede: «convertirse a Dios sin que Él le convierta». No puede así ser responsable de no salvarse, «porque a nadie se le imputa lo que depende de otro».

Además, tampoco podría decirse que el hombre sin estas gracias se condenara, porque: «quien no tiene fe, ni esperanza, ni amor de Dios, ni perseverancia en el bien, no merecería castigo»[1]. Aunque, sin embargo, se lee en la Escritura: «El que no da crédito al Hijo, no verá la vida sino que la cólera de Dios permanece sobre él»[2].

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17.02.20

LXXVI. El pecado y su castigo en el mundo

867. –Por la gracia, el pecador sale y se recupera del pecado. ¿Tiene que reparar por el pecado cometido?

–Después del capítulo de la Suma contra los gentiles, dedicado a la necesidad que tiene el hombre pecador de la gracia, Santo Tomás explica que: «como el hombre no puede ir hacia uno de los contrarios si no se separa del otro, para que vuelva mediante el auxilio de la gracia al estado de rectitud, es necesario que se separe del pecado, por el cual se había desviado».

Este estado recto, porque la razón se sujeta Dios, las otras facultades a la razón y el cuerpo a su alma racional, requiere que ya no se cometa pecado. «Y como el hombre se dirige hacia el último fin y se aparta de él principalmente por la voluntad, no sólo es necesario que el hombre se separe del pecado con un acto exterior, dejando de pecar, sino también que se separe con la voluntad, para levantarse del pecado por la gracia». Tiene que dejar de querer o desear el pecado.

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3.02.20

LXXV. Las gracias actuales

853. Con la gracia santificante se reciben sus efectos, las virtudes teologales de la caridad, la fe y la esperanza, además Dios también puede conceder las gracias gratis dada para «la instrucción y confirmación de la fe». ¿Se dan más diferencias entre estos efectos de la gracia?

–Al terminar el capítulo de la Suma contra gentes sobre las gracias gratis dadas, Santo Tomás, se refiere a dos diferencias entre los tres efectos de la caridad, la fe y la esperanza. En primer lugar, sostiene que: «entre los citados efectos de la gracia ha de considerarse una diferencia. Pues aunque a todos ellos competa el nombre de gracia, porque se comunican gratuitamente, sin mérito precedente, sin embargo, solamente el efecto del amor merece además el nombre de gracia, porque hace grato a Dios; en efecto, se dice en la escritura: «Yo amo a los que me aman» (Pr 8, 17)».

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