XLIX. Los Demonios y los hombres

537. ––Se ha establecido que los ángeles, por voluntad divina, intervienen en la vida de los hombres ¿Puede afirmarse también que actúan sobre los seres inferiores a los hombres?
––Para conocer la respuesta a esta cuestión, que en la Suma contra los gentiles no trata directamente, debe tenerse en cuenta que Santo Tomás sostiene que: «Dios rige los cuerpos inferiores mediante los cuerpos celestes».
Se explica, porque: «Así como en las substancias intelectuales hay unas superiores a otras, así también las hay en las substancias corporales. Mas las substancias intelectuales son regidas por las superiores, a fin de que la disposición de la divina providencia descienda gradualmente hasta lo más bajo, según se dijo (III, c. 78 y s.). Luego, por idéntica razón, los cuerpos inferiores son regidos por los superiores».
Da varios argumentos para probar esto último. Uno de ellos, basado en la Física de Aristóteles, es el siguiente: «Es necesario que el primer principio del movimiento sea algo inmóvil. Según esto, las cosas más cercanas a la inmovilidad deben ser motoras de las otras. Es así que los cuerpos celestes están más próximos a la inmovilidad del primer principio que los cuerpos inferiores, porque sólo se mueven con una especie de movimiento, el local, mientras que los otros cuerpos muévense con toda clase de movimientos. Luego, los cuerpos celestes son motores y rectores de los inferiores»[1].

527. ––Descritas las funciones de los nueve órdenes o coros angélicos, el Aquinate pasa a examinar las de las almas espirituales humanas, las otras substancias intelectuales, que son incompletas, porque deben estar unidas a un cuerpo, para disponer del conocimiento sensible para entender. Comienza con esta indicación:«Las almas humanas ocupan el último lugar entre las demás substancias espirituales, porque, según se dijo (III, c. 80), en su primera disposición, asumen un conocimiento general del orden de la providencia; y para que el alma tenga un conocimiento perfecto del orden en cuanto a lo singular, es necesario que parta de las cosas mismas, en las cuales ya está establecido particularmente dicho orden providencial. De ahí la necesidad de que constase de órganos corporales mediante los cuales pudiese obtener el conocimiento de las cosas». ¿Este modo de conocer les basta a los hombres para conocer el orden de la providencia sobre ellos y sobre las otras cosas?
517. ––El Aquinate había indicado, en el capítulo setenta y cinco de esta tercera parte de la Suma contra los gentiles, que algunos dijeron que: «la providencia divina no llega a los singulares»
505. ––Después de tratar el problema del mal y la providencia y al iniciar el capítulo siguiente, afirma el Aquinate: «Así como la divina providencia no excluye totalmente el mal en las cosas, del mismo modo tampoco excluye la contingencia ni les impone la necesidad»
490. —-¿Al igual que la divina providencia no excluye la acción de las causas segundas, tampoco excluye el mal?





