InfoCatólica / Sapientia christiana / Archivos para: Mayo 2023

15.05.23

XXXII. La enseñanza de Cristo en parábolas

Predicación a los judíos[1]

Después de tratar las tres tentaciones, que sufrió Cristo, Santo Tomás se ocupa del modo de su enseñanza. Se pregunta primero porqué su predicación estuvo limitada a los judíos, Considera que era conveniente que enseñara solo al pueblo de Israel y no a los pueblos gentiles. Da cuatro razones.

Primera: «para mostrar que con su venida se cumplían las antiguas promesas hechas a los judíos y no a los gentiles. Escribe San Pablo, por ello: «Digo que Cristo fue ministro de la circuncisión», es decir, apóstol y predicador de los judíos, para demostrar la verdad de Dios cumpliendo las promesas hechas a los padres» ((Rm 15, 8)»,

Segunda: «para probar que su venida era de Dios, pues, como dice San Pablo: «Las cosas que provienen de Dios vienen con orden» (Rm 13,1), El debido orden exigía que la enseñanza de Cristo fuese propuesta primeramente a los judíos, que estaban más cerca de Dios por la fe y por el culto a un solo Dios, y que, por medio de ellos, se transmitiese esta enseñanza a los gentiles. De parecida manera, en la jerarquía celestial las iluminaciones divinas llegan a los ángeles inferiores mediante los superiores».

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2.05.23

XXXI. La tercera tentación de Cristo

El tentador[1]

Sobre la tercera tentación de Cristo se dice en el Evangelio de San Mateo: «El diablo le subió a un monte muy alto, le mostró todos los reinos del mundo y su gloria, y le dijo: «Todo esto te daré, si te postras y me adoras». Entonces Jesús le dijo: «Vete de aquí, Satanás; porque escrito está: ‘Al Señor tu Dios adorarás y a el solo servirás (Dt 6, 13)». Entonces el diablo le dejó; y he aquí que los ángeles se acercaron y le servían»[2].

Escribe Santo Tomás que el diablo, en esta «tentación del monte, le tentó en dos pecados: la codicia y la idolatría»[3]. No solamente con uno, como el de la codicia, que conduce a la soberbia, porque: «también en las tentaciones precedentes intentó el diablo inducirlo por el apetito de un pecado en otro, por ejemplo, por el deseo del alimento en la vanidad de realizar un milagro injustificado; por la codicia de la vanagloria, a tentar a Dios precipitándose».

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