9.10.08

La boda y los invitados

Jesús nos invita a entrar al banquete del Reino; a ese banquete de bodas que describe el proyecto divino de la salvación. Dios quiere que los hombres participen de su vida reuniéndolos, en la Iglesia, en torno a su Hijo Jesucristo. Cristo es el “corazón mismo de esta reunión de los hombres como ‘familia de Dios’ ” (Catecismo, 542). Él es el Reino de Dios en persona. Entrar en el Reino es vivir con Cristo y en Cristo.

¿Cómo se realiza esta convocatoria para entrar en el Reino? Ante todo, por la predicación de la palabra de Dios. Como ha recordado Benedicto XVI, “sólo la Palabra de Dios puede cambiar en profundidad el corazón del hombre”. Por ello, es importante que cada uno de los creyentes, y también las comunidades cristianas, entren en una intimidad siempre creciente con esa Palabra (cf “Homilía”, 5 de octubre de 2008). Debemos preguntarnos sobre nuestra asiduidad en la escucha y en la lectura de la Palabra. ¿Escuchamos, cada domingo, cada día, las lecturas bíblicas que se proclaman en la Liturgia como lo que son en verdad, palabra de Dios dirigida a nosotros, los creyentes? ¿Reservamos algún tiempo, diariamente, para la lectura personal de la Biblia? ¿Confrontamos nuestra vida con esa Palabra para que, así, Dios vaya transformando nuestro corazón?

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5.10.08

La Apologética: la defensa de la fe

La Apologética se ocupa de la “apología” de la fe cristiana. Y la “apología”, si acudimos al Diccionario, es un discurso, de palabra o por escrito, en defensa o alabanza de algo o de alguien. Podemos pensar, por ejemplo, en la célebre obra de Newman “Apologia pro Vita Sua”, un texto en el que el futuro Cardenal se defiende de acusaciones injustas, motivadas por su conversión al Catolicismo.

En los primeros siglos del cristianismo, la apologética se esfuerza por presentar el hecho cristiano; defendiendo tanto la praxis de los seguidores de Jesús como su enseñanza. Frente a los errores y a las calumnias, había que defender la fe, que ampararla, que librarla de falsas acusaciones.

En la Edad Media, hace falta hablar a los no cristianos. Los no cristianos conocidos eran, únicamente, los judíos y los sarracenos o musulmanes. Se sabía, por otra parte, que algunas verdades eran accesibles a la razón y otras, sin embargo, sólo cognoscibles a la luz de la fe.

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4.10.08

Fátima. Una revista parroquial

Que una parroquia, durante veintiún años, sea capaz de publicar una revista es un hecho destacable y casi milagroso. Que, además, por el tipo de impresión, por su apariencia formal y por su contenido la revista sea perfectamente presentable, y hasta interesante, supera todo cálculo prudente. Aunque las cosas están cambiando y hay, como en todo, gloriosas excepciones, lo eclesiástico tiende a ser “pobretón” y hasta cutre. Como si la Iglesia, por decadencia o por otros motivos, olvidase, o ya no pudiese ejercer, su fructífero mecenazgo en favor de lo bueno y de lo bello.

Hoy he leído el número 252, correspondiente a octubre de 2008, año 21, de la revista “Fátima”, revista de la Parroquia- Santuario de Nuestra Señora de Fátima, de Vigo. El formato es, más o menos, el de una revista de opinión, aunque más ligera en extensión. Tiene dieciséis páginas, con unas secciones fijas: el editorial; una página dedicada a “espiritualidad litúrgica”; el “tema del mes”; un apartado sobre “fe y ciencia”; una sección “acerca de María”; unas páginas centrales – con abundantes fotografías – sobre “vida parroquial” y, entre otras, una sección dedicada al mensaje de Fátima.

No es casualidad que esa parroquia haya editado, asimismo, un folleto – de doce páginas – en el que presenta su programación pastoral para el curso 2008-2009, dando cuenta, entre otras cosas, de los medios de comunicación de los que dispone: una emisión en FM y una conexión a un canal de televisión, a parte, claro está, de la propia revista.

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3.10.08

La paz, la oración y la estima del mundo

Casi al final de la Carta a los Filipenses San Pablo exhorta a la perseverancia y a la alegría (cf Flp 4,6-9). Tres actitudes emergen como propias de un cristiano: la paz, la oración confiada en toda circunstancia y la valoración de lo auténticamente humano.

La primera actitud es la paz: “Nada os preocupe”, “la paz de Dios custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos”, “el Dios de la paz estará con vosotros”. El sosiego, la tranquilidad, no depende tanto de circunstancias externas como de una disposición interior. No es fácil que encontremos, en medio del trabajo y de las ocupaciones cotidianas, una paz que nos venga dada desde el exterior. Más bien hemos de hallar la paz dentro de nosotros mismos. Pero esa tranquilidad interior es don de Dios; un regalo que Él nos concede como resultado de la reconciliación con Él, como efecto de la vivencia de la caridad, como fruto de la acción del Espíritu Santo en nuestros corazones. La ansiedad que caracteriza en ocasiones nuestra vida puede ser un síntoma que nos empuje a volvernos a Dios, a convertirnos a Él, a enraizar en Él nuestras vidas.

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1.10.08

Biblia e Iglesia

La Biblia, el conjunto de los libros que conforman la Sagrada Escritura, sigue despertando en los hombres de hoy, como en los de otras épocas de la historia, un gran interés. Karl Jaspers afirmaba que mediante la Biblia se abren en nosotros las profundidades que nos permiten atisbar el fundamento de las cosas. ¿Quién no ha visto reflejadas las grandes experiencias de los hombres y de los pueblos en las páginas de la Escritura? ¿Cómo no pensar en Job a la hora de enfrentarse al problema del mal? ¿Cómo no evocar el Cantar de los Cantares para descifrar la indescifrable hondura de los multiformes rostros del amor? ¿Cómo no conmoverse ante los relatos de la Pasión de Cristo que nos ofrecen los Evangelios? ¿Cómo no hacer memoria del Éxodo cuando un pueblo pasa de la esclavitud a la libertad?

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