4.10.08

Fátima. Una revista parroquial

Que una parroquia, durante veintiún años, sea capaz de publicar una revista es un hecho destacable y casi milagroso. Que, además, por el tipo de impresión, por su apariencia formal y por su contenido la revista sea perfectamente presentable, y hasta interesante, supera todo cálculo prudente. Aunque las cosas están cambiando y hay, como en todo, gloriosas excepciones, lo eclesiástico tiende a ser “pobretón” y hasta cutre. Como si la Iglesia, por decadencia o por otros motivos, olvidase, o ya no pudiese ejercer, su fructífero mecenazgo en favor de lo bueno y de lo bello.

Hoy he leído el número 252, correspondiente a octubre de 2008, año 21, de la revista “Fátima”, revista de la Parroquia- Santuario de Nuestra Señora de Fátima, de Vigo. El formato es, más o menos, el de una revista de opinión, aunque más ligera en extensión. Tiene dieciséis páginas, con unas secciones fijas: el editorial; una página dedicada a “espiritualidad litúrgica”; el “tema del mes”; un apartado sobre “fe y ciencia”; una sección “acerca de María”; unas páginas centrales – con abundantes fotografías – sobre “vida parroquial” y, entre otras, una sección dedicada al mensaje de Fátima.

No es casualidad que esa parroquia haya editado, asimismo, un folleto – de doce páginas – en el que presenta su programación pastoral para el curso 2008-2009, dando cuenta, entre otras cosas, de los medios de comunicación de los que dispone: una emisión en FM y una conexión a un canal de televisión, a parte, claro está, de la propia revista.

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3.10.08

La paz, la oración y la estima del mundo

Casi al final de la Carta a los Filipenses San Pablo exhorta a la perseverancia y a la alegría (cf Flp 4,6-9). Tres actitudes emergen como propias de un cristiano: la paz, la oración confiada en toda circunstancia y la valoración de lo auténticamente humano.

La primera actitud es la paz: “Nada os preocupe”, “la paz de Dios custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos”, “el Dios de la paz estará con vosotros”. El sosiego, la tranquilidad, no depende tanto de circunstancias externas como de una disposición interior. No es fácil que encontremos, en medio del trabajo y de las ocupaciones cotidianas, una paz que nos venga dada desde el exterior. Más bien hemos de hallar la paz dentro de nosotros mismos. Pero esa tranquilidad interior es don de Dios; un regalo que Él nos concede como resultado de la reconciliación con Él, como efecto de la vivencia de la caridad, como fruto de la acción del Espíritu Santo en nuestros corazones. La ansiedad que caracteriza en ocasiones nuestra vida puede ser un síntoma que nos empuje a volvernos a Dios, a convertirnos a Él, a enraizar en Él nuestras vidas.

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1.10.08

Biblia e Iglesia

La Biblia, el conjunto de los libros que conforman la Sagrada Escritura, sigue despertando en los hombres de hoy, como en los de otras épocas de la historia, un gran interés. Karl Jaspers afirmaba que mediante la Biblia se abren en nosotros las profundidades que nos permiten atisbar el fundamento de las cosas. ¿Quién no ha visto reflejadas las grandes experiencias de los hombres y de los pueblos en las páginas de la Escritura? ¿Cómo no pensar en Job a la hora de enfrentarse al problema del mal? ¿Cómo no evocar el Cantar de los Cantares para descifrar la indescifrable hondura de los multiformes rostros del amor? ¿Cómo no conmoverse ante los relatos de la Pasión de Cristo que nos ofrecen los Evangelios? ¿Cómo no hacer memoria del Éxodo cuando un pueblo pasa de la esclavitud a la libertad?

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29.09.08

¿Quienes son los “evangélicos”?

Para un católico no es fácil orientarse en el variado mundo del protestantismo. Son muchos y son, sobre todo, muy diferentes entre sí los que se autodefinen como “protestantes”. Si están adscritos a las grandes tradiciones, luterana o calvinista, resulta más sencillo saber de qué hablamos. Si no lo están, es casi imposible no perderse.

Algunos protestantes se denominan “evangélicos”. Lutero mismo empleaba esa expresión para referirse a quienes aceptaban la doctrina de la “sola gratia”. Muchas veces se emplea “evangélico” como equivalente a “luterano”, frente al “calvinista” o “reformado”. Pero no siempre es así

En los siglos XVIII y XIX, muchos de los resurgimientos religiosos que se dieron se asociaban al “evangelismo”. Insistían, estos movimientos, en la conversión, en la moral, en la piedad y en el compromiso social. En el siglo XX el acento se puso, más bien, en la iluminación personal y en la experiencia de salvación por medio de la fe.

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28.09.08

Protestantes

Un “protestante”, según la Real Academia Española, es alguien “perteneciente o relativo a alguna de las Iglesias cristianas formadas como consecuencia de la Reforma”.

En la Dieta Imperial de Spira en 1529 una minoría de príncipes “protestaron” contra la política del Emperador. El adjetivo – “protestantes” – que, en un primer momento, aglutinó a los seguidores de Lutero, se fue haciendo cada vez más amplio hasta cobijar bajo su paraguas a grupos muy diversos entre sí: anabaptistas, calvinistas, evangélicos, congregacionistas, luteranos, menonitas, presbiterianos, etc.

Ya al comienzo de la así llamada “Reforma” aparecieron dos grupos: el protestantismo de la línea principal y el protestantismo radical. El protestantismo clásico encuentra su expresión en los escritos de Calvino y de Lutero, con sus convicciones particulares sobre la salvación, la revelación y la Iglesia.

La salvación vendría de la justificación por la fe. Los hombres no pueden agradar a Dios. Sólo Cristo, por su cruz, establece la paz entre Dios y el hombre. Por los méritos de Cristo, Dios declara al hombre justo. Y esta justicia se acepta por medio de la fe. Para Calvino, Dios predestina: a la salvación, sí; pero también a la condenación.

La Biblia tiene toda la autoridad: “sola Scriptura”. Ni la Tradición ni la Iglesia tienen nada – definitivo - que decir. La palabra decisiva corresponde la Escritura; porque Dios es soberano y el hombre débil. La Iglesia es, a lo sumo, la comunidad de los que se salvan.

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