La boda y los invitados
Jesús nos invita a entrar al banquete del Reino; a ese banquete de bodas que describe el proyecto divino de la salvación. Dios quiere que los hombres participen de su vida reuniéndolos, en la Iglesia, en torno a su Hijo Jesucristo. Cristo es el “corazón mismo de esta reunión de los hombres como ‘familia de Dios’ ” (Catecismo, 542). Él es el Reino de Dios en persona. Entrar en el Reino es vivir con Cristo y en Cristo.
¿Cómo se realiza esta convocatoria para entrar en el Reino? Ante todo, por la predicación de la palabra de Dios. Como ha recordado Benedicto XVI, “sólo la Palabra de Dios puede cambiar en profundidad el corazón del hombre”. Por ello, es importante que cada uno de los creyentes, y también las comunidades cristianas, entren en una intimidad siempre creciente con esa Palabra (cf “Homilía”, 5 de octubre de 2008). Debemos preguntarnos sobre nuestra asiduidad en la escucha y en la lectura de la Palabra. ¿Escuchamos, cada domingo, cada día, las lecturas bíblicas que se proclaman en la Liturgia como lo que son en verdad, palabra de Dios dirigida a nosotros, los creyentes? ¿Reservamos algún tiempo, diariamente, para la lectura personal de la Biblia? ¿Confrontamos nuestra vida con esa Palabra para que, así, Dios vaya transformando nuestro corazón?